22

Dos piernas, cuatro piernas

Avery hizo una mueca y devolvió el láser al bolsillo.

—Bueno, eso es todo. Sólo queda esperar que no hayamos despertado a un monstruo —se giró hacia Ariel—. ¿Estarás bien mientras Derec y yo vamos a comprobar la Central?

Ariel se encogió de hombros:

—El espacio-puerto está abarrotado de robots de seguridad. Mientras obedezcan las Leyes estaré bien.

—De todas formas, ten cuidado. Mandelbrot, no apartes la vista de Ariel.

—Sí, señor Avery.

Cuando comenzaba a girarse hacia Lucius, Avery tuvo una idea:

—Oh, y ¿Mandelbrot? ¿Cómo va el programa de traducción?

Los ojos de Mandelbrot se oscurecieron levemente:

—No muy bien. Estoy optimizado para defensa personal y ayuda de cámara, no para funciones lingüísticas. Las inflexiones de los lobos son extremadamente complicadas y el significado de los morfemas parece variar según el estatus social del individuo al que se dirijan.

Los ojos de Mandelbrot brillaron y giró la cabeza para mirar a Lucius:

—Quizás, amigo Lucius, tú utilices una definición alternativa de dificultad. Para mí es casi imposible encontrar la diferencia entre bark cuando significa «Bienvenido, amigo» y bark cuando quiere decir «Ataque de forasteros».

Lucius frunció los labios, se puso las manos en la cintura y sacudió la cabeza:

—Oh, por supuesto, Mandelbrot. Si escuchas la modulación del acento en la tercera armonía…

—¡Ejem! —los robots interrumpieron su excluyente charla el tiempo suficiente para mirar a Avery que les sonreía paternalmente—. Estoy seguro de que podréis solucionar ese embrollo entre los dos. Mientras tanto, Mandelbrot, permanece cerca de Ariel y activa tus rutinas de defensa personal al máximo de capacidad.

—Sí, señor Avery.

Avery se giró hacia Lucius:

—Lucius, tú serás nuestro contacto. Mantén el comunicador siempre abierto para Eva e informa a Derec de cualquier cosa inusual.

El Avery plateado frunció el ceño:

—¿También me estás ordenando permanecer cerca de Ariel y Mandelbrot?

El Avery real también frunció el ceño en respuesta:

—¿Obedecerías si lo hiciera?

Lucius sonrió y se encogió de hombros:

—Probablemente no.

—Entonces, no me busques las vueltas. Sólo intenta permanecer alejado de problemas, ¿vale?

—Yo siempre lo intento, amigo Avery.

—Sí… Ya sé… —Avery suspiró y se giró hacia Derec—. De acuerdo, hijo. Veamos si podemos encontrar un coche.

Una hora después, Avery y Derec estaban de pie en el atrio del vestíbulo central, delante de los dispositivos de entrada/salida de la Central.

—Entonces, ¿por qué no responde? —preguntó Avery.

Derec cortó la conexión con su comunicador interno y sacudió la cabeza:

—No lo sé. Esto es muy extraño.

—¿Daños en los sensores? —sugirió Avery.

—No —Derec dirigió a la consola una mirada extrañada—. Los sensores de la Central están bien. Sabe que estamos aquí —Derec hizo una pausa y frunció el ceño—. Deja que lo diga de otra manera: ella dispone de la información. Es sólo que no le importa que estemos aquí.

Avery parpadeó:

—Eso es imposible. Como inteligencia positrónica que es…

—Sí, bueno, ésa es una de las razones por las que esto resulta tan raro —Derec frunció el ceño de nuevo, después se encogió de hombros y se giró hacia Avery—. La impresión mental que estoy recibiendo es la de una inteligencia sin conciencia. ¿Tiene eso sentido?

Avery arrugó la nariz:

—¿Incluso sabe de su propia existencia?

Derec lo pensó por un momento y después asintió:

—Parece ser completamente funcional. Hay una enorme cantidad de energía computacional esperando a ser utilizada. Pero no hay personalidad. Es, sencillamente, que no la molestan pensamientos conscientes.

—Eso es imposible —dijo Avery de nuevo—. Inténtalo de nuevo con tu comunicador interno y esta vez cuéntame exactamente lo que recibes.

Con un encogimiento de hombros, Derec cerró los ojos y activó su comunicador interno:

—De acuerdo. En comunicación con la Central. Estoy analizando algunos archivos antiguos. Hay algunas roturas. Ahora está preparando un dispositivo —Derec salió de su concentración y abrió los ojos—. Sé que suena tonto pero parece estar llevando a cabo sólo las tareas programadas.

Avery frunció el ceño y se rascó la cabeza:

—No lo entiendo.

—Papá, te lo conté durante el viaje, Plateada destruyó algunas partes de la Central la última vez que estuvo aquí.

Avery movió una mano como para rechazar esa idea:

—Eso fue hace casi un año. En este momento los supervisores ya deberían haber reparado la Central o haberla destruido y construido una nueva. ¿Qué es lo que ha ido mal?

Derec ladeó la cabeza ante la llegada de un mensaje por su intercomunicador:

—Lo sabremos en pocos minutos. Un supervisor acaba de entrar en el edificio.

Las largas sombras del atardecer se extendían por la ciudad y se estiraban como dedos gigantes a través de la pista de aterrizaje del espacio-puerto. La multitud se había dispersado y marchado, excepto una loba hembra madura que descansaba a la sombra de la rampa de embarque y cuatro cachorros regordetes que jugueteaban bajo los últimos rayos de sol que quedaban en la pista. Con sus orejas moviéndose alegremente y sus colas rectas como palos, las pequeñas y preciosas bolas de pelo entraban y salían de la nave, chillando felices y jugando al escondite alrededor de las piernas de Mandelbrot.

Ariel, agachada en la pista como un jugador de fútbol, sonreía encantada y se preguntaba si la madre de los cachorros dejaría de gruñir antes de que sus rodillas la obligaran a levantarse.

—Esto es extraño, Mandelbrot —murmuró Ariel con los dientes apretados y sin dejar de sonreír—. Tú no les molestas, pero si intentas tocarlos…

Lenta y gentilmente comenzó a acercarse a uno de los cachorros. Un profundo y gutural gruñido de la madre le recordó a Ariel que estaba bajo vigilancia. El gruñido creció en intensidad cuando se acercó al cachorro y sólo paró cuando ella se detuvo.

—Los lobos parecen aceptar a los robots como parte natural del medioambiente —observó Mandelbrot—, mientras que los humanos antropoides son seres nuevos y desconocidos.

—¿Antropoides, Mandelbrot? —dijo Ariel con un gruñido.

—Intentaba hacer una distinción entre los humanos como tú y los humanos como Wolruf. Si el término te ofende, intentaré buscar otro.

—No importa —Ariel miró de nuevo a la madre. La hembra estaba echada de costado en lo que parecía una postura relajada, pero tenía las orejas tiesas y los ojos muy abiertos con una intensa mirada salvaje de alerta. Ariel continuó mirando a la loba directamente a los ojos. Lo intentó sonriendo de nuevo. La madre respondió con un movimiento nervioso y apartó la vista.

Mandelbrot, levantando las piernas al andar para evitar a los cachorros, se acercó a Ariel y la tocó con suavidad en el hombro:

—¿Puedo hacerte un sugerencia, señora? Deja de mirar fijamente a la madre, su nombre es Melena negra, y no enseñes los dientes al sonreír. En el lenguaje de los lobos ésos son gestos hostiles.

—Ah —Ariel cerró la boca y desvió la mirada y las orejas de Melena negra se relajaron—. Bueno, parece que funciona. ¿Alguna sugerencia más?

Los ojos de Mandelbrot se oscurecieron mientras buscaba en el vocabulario de los lobos. Después dijo:

—Sí, aunque quizás parezca algo indigno. Intenta echarte sobre un costado y cerrar los ojos, como hace Melena negra.

Ariel se abrió los ojos de par en par:

—¡Mandelbrot! No voy a amamantar cachorros.

—No tienes que amamantarlos. La clave de ese gesto es que tu garganta quede al descubierto.

Ariel frunció el ceño:

—Si realmente piensas que funcionará —con un pequeño crujido de sus articulaciones, Ariel se estiró suavemente, se recostó sobre la áspera y granulosa pista y cerró los ojos. En menos de un minuto podía sentir una pequeña y húmeda nariz olisqueándole la nariz—. ¡Qué cosquillas! —rio nerviosa y el cachorro salió corriendo.

—Mantente quieta —dijo Mandelbrot—. Se están acercando a ti los cuatro —Ariel intentó contener la risa mientras un cachorro le acariciaba la oreja con el hocico, dos más olfateaban su cara y el otro pequeño mordisqueaba los bajos de sus pantalones y comenzaba a tirar y gruñir—. Muévete lentamente —la advirtió Mandelbrot—, puedes abrir ahora los ojos —con cuidado, Ariel abrió los ojos.

Se vio recompensada con un gran lametón en la cara.

Esta vez sus risitas espantaron a los cachorros unos pasos hacia atrás. Los cuatro se hicieron un lío, con las colas moviéndose de excitación, y chillando con voces altas y chirriantes. Melena negra se puso alerta y se sentó, pero esta vez sin la fiera mirada protectora. Como si fueran uno, los cachorros corrieron hacia su madre y ella respondió con un suave ladrido.

Ariel se sentó:

—¿Qué es eso? ¿Qué están diciendo, Mandelbrot? —el robot inclinó la cabeza como si escuchara con mayor atención.

—No estoy seguro —dijo Mandelbrot—, pero parecen decir «es una amiga» —Melena negra dirigió a Mandelbrot una mirada aburrida y luego ladró de nuevo como queriendo decir «de acuerdo». En ese momento, los cuatro cachorros se precipitaron hacia Ariel. En un instante, ella estaba riendo como si tuviera siete años, cubierta por una masa de peludos cachorros que la lameteaban.

—Dicen —añadió Mandelbrot—, «sabe bien».

El alto y esbelto robot azul pálido respondió:

—Para su comodidad, responderé al nombre de Beta —a dos metros de distancia, el robot se detuvo y se mantuvo de pie con la cabeza ligeramente echada hacia atrás, como si mostrara su garganta.

—¿Beta, eh? Bien, Beta, soy tu creador, el doctor Wendell Avery y déjame que te diga que estoy absolutamente horrorizado con la forma en que los supervisores están dirigiendo la ciudad. Las calles parecen casetas de perros, los túneles de tránsito están llenos de lobos y, para remate, ¡mi hijo y yo vinimos hasta aquí en un coche loco que insistía en conducir sobre las cintas deslizantes!

A los ojos de Derec, el supervisor parecía aún más frío e imperturbable de lo que era normal en los robots Avery. Los ojos de Beta no parpadearon y su postura no se modificó ni un milímetro ante el ataque de Avery:

—He buscado en la lista de permisos y no he encontrado ningún privilegio especial reservado para el creador Wendell Avery —el robot hizo un pequeña pausa y después continuó—. En respuesta a sus otras afirmaciones, las pistas olfativas constituyen una importante fuente de información para los ciudadanos y los túneles de tránsito están cumpliendo su función. Respecto al coche, hemos realizado una encuesta entre los ciudadanos y a la mayoría les divierte la especial forma de conducir del vehículo personal 1.

La respuesta del robot pareció sorprender a Avery. Parpadeó unas cuantas veces, sacudió la cabeza como si fuera incapaz de creer que un robot le estuviera llevando la contraria y después recobró su aplomo:

—¿Ciudadanos? ¿De qué estás hablando? Beta, los lobos no son humanos y que los trates como si tuvieran el estatus de las Leyes de la Robótica significa que algo está funcionando mal en tu configuración.

—La definición de humano no está implícita en las Leyes —respondió Beta como si estuviera estudiando a Avery con sus fríos ojos.

Avery consiguió controlar su primer arranque de furia y luchó por mantener la calma:

—Beta, ¿es que estás ciego? Los seres-lobo son alienígenas.

El supervisor inclinó la cabeza hacia abajo y clavó su mirada fija en el hombre:

—Todo lo contrario, doctor Avery. En este planeta, usted es el alienígena.

La mandíbula de Avery se abrió, pero no articuló ningún sonido. Sus dedos se tensaron…

El robot se adelantó, se puso una mano en la cadera y abrió la otra en un gesto puramente humano:

—Por favor, déjeme que le explique. Doctor Avery, nuestra misión en este mundo era construir una ciudad. La misión que subyacía era la de servir a los humanos. Cuando acabamos nuestra primera misión, nos encontramos con datos insuficientes para completar la misión subyacente. Por ello, dedicamos una considerable cantidad de tiempo a la cuestión de cómo encontrar humanos. Después de mucho discutir, decidimos que necesitábamos aclarar la definición de la palabra «humano». No existe una definición explícita en nuestra programación. Consultando antiguas fuentes, encontramos que quiere decir:

»1. Relativo o característico de un hombre.

»2. Perteneciente a los hombres.

»3. Que tiene atributos o forma humana.

»4. Susceptible de o representativo de las pasiones y debilidades de la naturaleza humana.

»Evaluando a los lobos según estos criterios, encontramos que cumplían tres de los cuatro. Son inteligentes, viven en sociedad, utilizan herramientas y una forma de lenguaje, son capaces de ser altruistas y de sentir envidia, fe, lealtad, cobardía, curiosidad; en realidad, la variedad completa de emociones humanas…

Avery fue capaz de hablar por fin:

—¡Basta! —luchando para evitar hiperventilarse, se giró hacia Derec—. Este imbécil de hojalata obviamente ha perdido uno de sus circuitos principales. ¿Cuándo vendrá el resto de los supervisores?

Derec conectó brevemente su comunicador y levantó la vista, parpadeando con asombro:

—Alfa y Gama se niegan a venir.

—¿Qué? —Avery se giró hacia Beta como si fuera a atacarlo.

—Únicamente yo he sido designado para reunirme con vosotros —explicó Beta—. Los otros supervisores están ocupados con tareas que son importantes para el bienestar de los nativos humanos.

—No puedo creerlo —Avery sacudió lentamente la cabeza y después estudió a Beta con una fría mirada—. Beta, ¿estás intentando decirme que los supervisores ya no están sujetos a la Segunda Ley?

Los ojos del robot parpadearon por un momento:

—Por supuesto que no. Las obligaciones relacionadas con la Segunda Ley que tienen Alfa y Gama hacia ti simplemente están en segundo lugar después de las obligaciones que les impone la Primera Ley.

—¡La Primera Ley! —de repente Avery se giró y miró a Derec—. ¡Ariel! —antes de que terminara de decir el nombre, Derec había activado su comunicador interno para contactar con Mandelbrot.

—No —informó Derec—. Ariel está un poco húmeda y pringosa, pero no está en peligro —se concentró aún más y contactó con Eva—. Wolruf está bien. Adán todavía está en su papel de Plateada; está en un balcón, dirigiéndose a la multitud, pero habla demasiado rápido para que Eva sea capaz de traducirlo.

Derec frunció el ceño.

—Lucius II no responde —salió de su concentración y abrió los ojos; él y Avery se giraron para mirar a Beta.

—Si asume que la Primera Ley sólo es aplicable a los miembros de su especie está practicando racismo —dijo Beta—. Si está pensando en residir en esta ciudad, debe aprender a superar la fijación en su especie.

Con lentitud, Avery respiró profundamente y asintió:

—Veo adónde conduce todo esto. Si te dijera que vuestra definición de humano se ha corrompido y que los seres-lobo no son humanos, ¿me permitirías corregirlo?

Beta lo consideró durante un momento:

—No. Redefinir a los nativos humanos como no humanos podría causarles daño y eso está prohibido por la Primera Ley.

Avery frunció el ceño:

—Lógica circular: ver lógica, circular. Los seres-lobo no deberían considerarse humanos, pero como ya son considerados como tales, no me permites arreglar el problema —con una mirada de disgusto, se giró hacia Derec—. Vamos, hijo, salgamos de aquí.

Wolruf gimió nerviosa y se acercó aún más a Eva. Un desagradable cambio le había sucedido a Plateada con la llegada de la noche; las salvajes emociones de la lengua de las bestias se transmitían en el discurso que dirigía a la multitud congregada en la calle.

—¿Qué estar ella diciendo? —susurró Wolruf a Eva.

—No lo entiendo todo —respondió Eva—. Algún tipo de comparación anatómica entre el amigo Avery y un colmillo agudo —giró la cabeza para escuchar mejor—. Ahora está hablando sobre… maravillas. La nave, está hablando de la nave. Y está diciendo que la ciudad es capaz de producir más maravillas como ésa. Pero, y es una pregunta retórica, ¿por qué no lo está haciendo?

Plateada hizo una pausa dramática y luego gritó la respuesta:

—¡Dos piernas! —tradujo Eva.

La multitud rompió en un salvaje y rítmico clamor en un cerrado lenguaje estándar:

—¡Dos piernas! ¡Dos piernas!

Dondequiera que Wolruf mirara, veía mandíbulas abiertas y enfadadas, colmillos a la vista y los brillos anaranjados de las antorchas que se movían al ritmo de las voces:

—¡Dos piernas! ¡Dos piernas!

Eva y Wolruf se miraron la una a la otra y discretamente se dejaron caer sobre las cuatro patas. Eva comenzó a transformarse en una imagen de Wolruf:

—¿Tú pensar que nosotras deber avisar a Derec? —preguntó Wolruf.

—Desde luego que yo pensarlo —respondió Eva. Cerró los ojos y activó su comunicador para buscar a Lucius.