20

Aterrizaje

Unos grises y regordetes dedos se deslizaron sobre el panel de control y descansaron sobre los controles vemier. Una larga y negra zarpa tocaba nerviosamente un botón de cromo.

—Altitud: quinientos metros —dijo la nave suavemente—. Velocidad de descenso: dos metros por segundo.

—Aumentar fuerza de propulsión al nivel 2 —susurró Wolruf al micrófono de recogida de órdenes.

—¿Está segura de que el señor Derec está de acuerdo con esto?

Wolruf giró rápidamente la cabeza para mirar a Derec, que estudiaba la pantalla visor secundaria. Derec se puso bruscamente alerta ante una sensación de quemazón en los oídos, levantó la mirada y procesó la pregunta:

—Oh, sí nave, está bien.

—Realizado. Altitud: cuatrocientos quince metros. Velocidad de descenso: un metro por segundo.

Derec se dio cuenta de que Wolruf seguía mirándole y habló de nuevo:

—¿Nave? Deja de cuestionar las órdenes de Wolruf.

—Pero, señor Derec —objetó la nave—. Wolruf no es humana y por ello no tiene la autoridad de la Segunda Ley.

Avery le dio un codazo a Derec para que dirigiera su atención a la pantalla visor. Derec miró de reojo la pantalla y levantó de nuevo la vista:

—Nave, no tengo tiempo de discutir ahora ese asunto. Debes considerar que Wolruf es humana.

—Muy bien —respondió la nave con un punto de petulancia en su tono—. Por ahora aceptaré las órdenes de Wolruf. Sin embargo, me gustaría tener la oportunidad de discutirlo con detenimiento después del aterrizaje.

Wolruf aún seguía mirando a Derec. Éste le dirigió una sonrisa avergonzada y se encogió de hombros:

—Perdóname. Es lo mejor que podemos hacer por ahora —Wolruf farfulló algo ininteligible en su lengua materna y se volvió hacia el panel de control.

—Altitud: cuatrocientos metros. Velocidad de descenso…

—Tú callar —gruñó Wolruf. La nave se quedó en silencio.

Avery volvió a dar un codazo a Derec para que dirigiera la atención a la pantalla visor secundaria:

—Mira. Alguien más está llegando.

Derec se dio la vuelta y miró la pantalla:

—¿Más? Pero ¿de dónde vienen?

Avery se acercó y miró la pantalla:

—Allí —señaló un punto de la pantalla con el dedo—. La estación del túnel de tránsito.

Derec se recostó y se rascó la barbilla:

—¿Cómo pueden sobrevivir allí? Las plataformas de tránsito alcanzan una velocidad de cien kilómetros por hora. Si los nativos están moviéndose por los túneles, el sistema debe estar desconectado.

Avery miró a Derec con una ceja arqueada:

—O puede ser que los nativos hayan aprendido a utilizarlos.

—No seas ridículo. En primer lugar, los nativos son pre-tecnológicos. En segundo, las plataformas están diseñadas para bípedos y, por último, son robots. No obedecerían órdenes de… —Derec se quedó congelado cuando sintió la mirada de Wolruf clavándose en su cuello.

—Mira allí —Avery extendió una mano y tocó otra parte de la pantalla visor—. Esto es un automóvil. Pantalla, amplía un treinta por ciento.

—Realizado —dijo la pantalla en un tono muy bajo, como si fuera el zumbido de un insecto. Un segundo después, el punto que Avery había tocado aparecía centrado en la pantalla. Algo que obviamente era un coche de gran longitud avanzaba al lado de la multitud. Las ventanas del coche estaban abiertas y por ellas asomaban media docena de cabezas peludas con largas lenguas rosas que caían con muecas que parecían bastante divertidas.

—Ampliación normal —Avery se giró hacia Derec con una expresión sombría en el rostro—. Lo veo y todavía no lo creo —hizo una pausa cuando notó que Derec estaba sentado muy rígido con los ojos muy abiertos y la mirada perdida—. ¿Derec?

—Estoy estableciendo comunicación con el control del espacio-puerto —dijo Derec con la cara todavía blanca—. Nos están pidiendo… no, nos están ordenando que planeemos mientras piden a los ciudadanos que abandonen el área de aterrizaje —parpadeó, enfocó los ojos y miró a Avery—. Ciudadanos. El control de espacio-puerto ha dicho «ciudadanos» claramente.

La expresión de Avery se tomó oscura e inescrutable. Echó una mirada a la pantalla y después volvió a mirar a Derec:

—No sé qué piensas tú, pero estoy deseando escuchar la explicación de la Central —levantó la voz—. De acuerdo, Wolruf, ¿has oído al robot? Tendremos que planear.

Wolruf gruñó algo más en su lengua nativa y después movió las manos por los controles:

—Altitud mantenida a cincuenta y dos —leyó en los instrumentos—. Propulsores vemier compensados para dejarse llevar por el viento.

El intercomunicador chilló:

—¿Qué pasa? —preguntó Ariel—. ¿Por qué no estamos aterrizando?

Derec meditó si contárselo o no, pero decidió que sería mejor que lo viera por sí misma:

—Ven al puente. Por el camino, busca a Adán y tráelo aquí también.

La nave se transformó para prepararse para la entrada en la atmósfera y por ello el puente se encontraba ahora en la parte delantera y muchas de las estancias interiores habían desaparecido para adoptar una forma más aerodinámica. A Ariel sólo le llevó un momento encontrar a Adán y llevarlo con ella. La segunda petición de permiso de aterrizaje que había efectuado Derec había sido denegada justo en el momento en que Ariel y Adán entraban en el puente, seguidos por Mandelbrot, Eva y Lucius II. Inmediatamente, Adán comenzó a tomar el aspecto de Derec, mientras que Eva y Lucius II se transformaban en copias de Ariel y Avery respectivamente.

—De acuerdo, ¿dónde está la fiesta? —preguntó la Ariel real.

—Aquí —respondió Derec mientras señalaba justo delante de él—. Parece que tenemos un comité de bienvenida —se giró hacia la pantalla principal y levantó la voz—. Pasa la imagen a la pantalla principal —un momento después la pantalla visor principal mostraba a una multitud de seres-lobo en la pista de aterrizaje del espacio-puerto. Unos pocos robots de seguridad caminaban entre la multitud, pero no parecían tener mucho éxito en la tarea de dispersarlos.

Ariel dio un dubitativo paso hacia adelante:

—¿Qué demonios…? ¿Lobos? ¿Perros? ¿Qué son?

—Los nativos —dijo Derec—. La última vez que los vi afilaban piedras y tejían mimbre. Ahora, viajan en coche hasta el espacio-puerto —se giró hacia Adán y le dirigió una mirada interrogante—. Adán, fuiste el último que habló con ellos. ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando ahí abajo?

Adán se adelantó para tocar la pantalla visor con una expresión confundida en el rostro:

—Amigo Derec, no tengo ni idea de qué están haciendo los nativos —sonrió y se estremeció con placer—. Pero, sea lo que sea, lo encuentro muy… interesante.

—El control del espacio-puerto insiste en llamarlos ciudadanos. ¿Te sugiere eso algo?

Adán miró a Derec:

—¿Podría yo contactar directamente con el espacio-puerto? —miró primero a Derec, después a Avery y por último a Ariel. Los tres humanos se miraron unos a otros y asintieron—. Muy bien. Estoy activando mi comunicador —cerró los ojos y se quedó de pie, inmóvil. Durante unos minutos, estuvo en silencio. Después, sus labios plateados se separaron y se crispó ligeramente—. Ya veo —susurró—. Diles…

—¡Derec! —murmuró Avery con prontitud—. Intervén la conversación —Derec activó su comunicador interno e intentó escuchar lo que Adán hablaba con el control del espacio-puerto pero el intercambio ya había terminado. Miró a Avery y negó con la cabeza.

Todo el cuerpo de Adán comenzó a estremecerse. Extendió los brazos, cayó al suelo y comenzó a retorcerse lentamente. Ariel comenzó a caminar hacia él pero Mandelbrot la detuvo.

—Vamos, Mandelbrot —Mandelbrot soltó el brazo de Ariel pero continuó interponiéndose entre ella y Adán—. Quítate del medio. ¿No ves que necesita ayuda?

—No, señora Ariel. Si Adán está sufriendo un reajuste en su cerebro, no es consciente de sus acciones. Puede violar sin querer la Primera Ley. No puedo permitir que corra ese riesgo.

Ariel dirigió a los demás robots una mirada suplicante:

—¿Eva? ¿Lucius? ¿Podéis ayudarle?

Lucius II había tomado el aspecto de Avery por completo, vistiendo incluso la bata de laboratorio y su blanco bigote y permanecía de pie, frotándose la barbilla y examinando a Adán.

Silenciosamente, Adán arqueó la espalda como si sintiera un fuerte dolor. Sus rasgos, aunque conservaban un aire a Derec, habían dejado de estar definidos.

—No, amiga Ariel —anunció Lucius II—, no podemos ayudarle. Parece estar inmerso en un involuntario cambio de aspecto. Mira sus extremidades.

Ariel miró hacia donde Lucius le señalaba. Sin ningún tipo de duda, los brazos y piernas de Adán se estaban haciendo más cortos y delgados. Al mismo tiempo, los dedos de las manos y de los pies se alargaban para transformarse en zarpas.

Adán se convulsionó de nuevo lentamente. Si los humanos no hubieran presenciado antes una transformación de este tipo, el espectáculo hubiera sido una visión horrible. De todas formas, Derec encontró inquietante observarse a sí mismo (o a una imagen de sí mismo), cambiando lentamente de forma, aparentemente en contra de su voluntad, para transformarse en otra especie, una especie alienígena además.

Adán tembló mientras le salía una larga cola en medio de sus caderas. Después, con una última convulsión, su plateada piel se convirtió en una espesa alfombra de salvaje pelo plateado.

—¡Aroooo! —el aullido atronó todos los recobecos del puente. Adán abrió los ojos, se levantó sobre las cuatro patas y se acercó a una pared—. ¡Control del espacio-puerto! —farfulló en la lengua de los cazadores—. ¡Diles que Plateada ha regresado!

—¡Caja de herramientas! —siseó Avery a un robot función, mirando con los ojos muy abiertos al monstruo gruñón en que Adán se había convertido—. ¡Láser de soldar de un centímetro, rápido! —por un momento todos se quedaron completamente inmóviles, como robots humanoides, mirando al robot-lobo. Mandelbrot fue quizás el que peor lo pasó pues cuando conectó sus mecanismos de defensa la personalidad de Capek volvió como una oleada.

Entonces, Adán/Plateada bajó el pelaje del cuello, cerró la boca y adoptó una postura relajada:

—Amigos —dijo en perfecto estándar—, perdonadme. Me he desorientado momentáneamente por mi transformación —hizo una pausa para inspeccionarse el pecho y las patas delanteras—. En esta forma los nativos, la manada es el término correcto, me conocen como Plateada. En su comunidad, soy una hembra —ella/él se giró hacia Derec—. Contacta de nuevo con el espacio-puerto. Creo que vuestro permiso de aterrizaje está en camino.

Derec miró a Avery. Avery asintió. Puso en marcha su intercomunicador y esta vez el control del espacio-puerto les dio conformidad para el aterrizaje. Cuando conectó con la pantalla visor principal, observó que los lobos abandonaban la pista de aterrizaje con toda la rapidez que sus patas les permitían.

Avery le guiñó un ojo a Derec y deslizó la mano en el bolsillo de su chaqueta el tiempo suficiente para que Derec pudiera ver el negro aparato láser de soldar que sostenía.

Derec miró a Wolruf:

—De acuerdo, Wolruf, llévanos abajo.

Plateada, aparentemente, no se había dado cuenta de la presencia del láser. Dedicó a Derec una sonrisa lobuna y después se giró hacia los otros robots amorfos:

—¿Eva? ¿Lucius II? Tenemos unos minutos antes del aterrizaje. Si abrís los accesos de comunicación a vuestros canales directos de memoria, os descargaré la gramática y el léxico de la lengua de los nativos.

Mandelbrot levantó una mano tímidamente:

—Amigo Adán, ¿podría compartir esa transmisión de datos?

Plateada pareció sorprendida por el descaro de Mandelbrot pero su expresión se transformó rápidamente en una sonrisa tolerante:

—Amigo Mandelbrot, dudo sinceramente que tu cerebro sea capaz de utilizar esa información. Sin embargo, tu intento es bienvenido —si Mandelbrot tuvo alguna reacción a ese insulto no la demostró. En vez de eso, se unió a los otros tres robots mientras concentraban completamente su atención y se conectaban en modo DMA[16]. Cuatro pares de ojos se oscurecieron cuando comenzó la transmisión de datos.

Avery, sujetando el láser de soldar en su bolsillo, estudió a Adán/ Plateada hasta que el último gesto de consciencia desapareció de los ojos del robot. Entonces se giró hacia Derec y dijo:

—¿Hijo? ¿Ha insultado Adán antes la inteligencia de Mandelbrot?

Derec negó con la cabeza:

—No desde la última vez que abandonamos este planeta.

Avery entornó los ojos y continuó estudiando al robot. Después, con un resoplido de disgusto, dejó el láser en su bolsillo y volvió a mirar la pantalla visor principal.