17

Janet

El ojo rojo de la Central se abrió en el momento en que la doctora Anastasi entró en el atrio.

—Trabajando.

La voz del cerebro gigante extrañamente era más plana y matizada, aunque Janet creyó detectar una inflexión vagamente femenina y el incongruente chasqueo de las conexiones en segundo plano.

—Buenos días, Central —dijo Janet con un tono agradable, como si estuviera hablando a un niño—. ¿Te sientes bien hoy?

—Los ordenadores no pueden sentir.

Los ojos de Janet se abrieron como platos. Lentamente, como si esperara ser descubierta por uno de esos programas de cámara oculta, se giró hacia Basalom y levantó una ceja:

—¿Me he perdido algo?

—Lo comprobaré, señora —Basalom activó su comunicador interno y se conectó al sistema de mantenimiento de la ciudad. Un momento después, tenía la respuesta—. El módulo de personalidad de la ciudad está temporalmente fuera de servicio por reparaciones. Sus facultades computacionales numéricas y las funciones de su cerebelo, y cito textualmente el informe de los técnicos, están intactas.

—Sin comentarios de redacción, por favor.

—Disculpe, señora —un sonido que pareció una risita se escapó de la membrana de discurso de Basalom. La doctora Anastasi decidió dejarlo pasar—. La Central está operando en un modo absolutamente literal —añadió Basalom—. Le aconsejo que sea extremadamente cuidadosa en la elección de sus palabras.

—Oh —Janet miró de nuevo en la consola de la Central el dispositivo de entrada/salida—. ¿Estás intentando decirme que discutir con la Central sería una completa pérdida de tiempo?

—Depende de cómo defina usted «pérdida», señora —el sonido que emitió Basalom esta vez fue indudablemente una risita—. Lo encontrará extremadamente divertido —giró la cabeza y se puso la mano en la cara como si quisiera aparentar que estaba estornudando en vez de riéndose.

Frunciendo el ceño, Janet asintió lentamente:

—Desde luego —después levantó la vista y sonrió como si se le hubiera ocurrido una idea particularmente buena—. Oh, y Basalom, querido, ¿podrías añadir algo a mi agenda?

Basalom se curvó en una gran inclinación:

—Por supuesto, señora. Sus deseos son órdenes para mí.

—Uno de mis robots ha estado comportándose de forma muy extraña últimamente. Cuando volvamos a la nave, recuérdame que le saque el cerebro para arreglarlo —su sonrisa desapareció y su tono de voz se transformó en un gruñido—, ¡o lo convierta en chatarra!

Basalom se puso derecho de la forma que solo un ente que reflexiona en picosegundos puede conseguir:

—Sí, señora.

—Eso está mejor. Ahora volvamos al asunto que nos ocupa —se giró a la consola de entrada/salida de la Central—. Central, ¿dónde está Beta?

—Trabajando —se oyó una corta ráfaga de pitidos provenientes de los mecanismos, seguida por algo que se parecía sorprendentemente al sonido de los teletipos—. El supervisor de ciudad 3… se encuentra en este momento en la Sala de conferencias 32.

—¿Porqué?

Más chasquidos:

—La reunión a la que asiste el supervisor de ciudad 3 todavía no ha terminado.

—¿Qué reunión?

Clac, clac, clac.

—Plan de encuentro de la ciudad 1042-punto-A.

Janet frunció el ceño hacia Basalom:

—¿Realmente el modo literal, no?

Parpadeando nervioso, Basalom asintió. Una mueca oscureció el rostro de Janet.

—No está bien —dijo para sí—. Ordené a Beta de forma explícita que se encontrara aquí conmigo a esta hora. La Segunda Ley debería haberle obligado a abandonar la reunión a tiempo para llegar. A menos que… ¡Central! ¿Hay otros humanos en la ciudad?

Clac, clac.

—Negativo.

Janet se pasó una mano por su largo pelo rubio e hizo una pausa para rascarse la cabeza:

—Entonces, ¿dónde demonios está Beta?

Clac, clac.

—El supervisor de ciudad 3… está en este momento en la Sala de conferencias 32.

Janet miró directamente al gran ojo rojo de la Central:

—¿Central? Cállate.

—Debo estar abierta para poder cerrarme[15].

Los ojos de Janet se abrieron profundamente a la vez que tensaba totalmente la mandíbula y los puños:

—¡Central! —entonces recuperó el control de sí misma—. Oh, por… El modo lineal de pronósticos de Basalom todavía estaba activo.

Todos sus sistemas saltaron a estado de alerta como si anticiparan lo que la doctora Anastasi estaba a punto de decir.

—Haz…

Sus párpados milares comenzaron a batir como las alas de un pájaro. Confrontando la afirmación con el filtro de la Primera Ley, la colocó en su búfer de discurso y la preparó para lanzarla.

—…lo.

¡No! —Basalom lo soltó pero un nanosegundo demasiado tarde—. Olvidando —dijo la Central. Hubo algunos pitidos y chasquidos y el ojo rojo se volvió negro.

Un momento después, volvió de nuevo a la vida:

—Trabajando.

Janet cerró los ojos, apretó los dientes y se concentró en respirar lenta y calmadamente.

Cuando abrió otra vez los ojos, un nuevo robot se había reunido con ella y Basalom en el atrio.

—Buenos días, doctora Anastasi —dijo el robot educadamente—. Soy el supervisor de ciudad 12. Pero quizás encuentre más apropiado dirigirse a mí por el nombre de Gama.

Janet rompió a reír y estuvo a punto de dar un abrazo al robot:

—¡Gama! Nunca pensé que podría estar tan contenta de ver tu feo casco de nuevo.

El robot parecía confundido:

—¿Señora?

Se acercó a él con las manos en las caderas y lo miró de arriba abajo:

—Digo que parece que hayas estado en mantenimiento. Buen trabajo de cromado en el mesotórax.

—Gracias. Pero, señora, creo que me está confundiendo con otro robot. Nosotros no nos hemos visto nunca.

Basalom se adelantó antes de que Janet pudiera reaccionar:

—Señora —susurró—, éste es Gama 6. La unidad que conocemos es Gama 5.

—Correcto —dijo Gama—. Gama 5 se ha… perdido. Aunque mis funciones son idénticas a las de mi predecesor, no he conservado los recuerdos personales de Gama 5.

—¿Perdido? ¿Cómo se puede perder un robot? —Janet arrugó la nariz y sacudió la cabeza—. No, no quiero saberlo. Lo que quiero saber es dónde, no, por qué no está aquí Beta.

—Beta está en una importante reunión de planificación para la ciudad —dijo Gama—. Yo vine en su lugar.

Janet sacudió la cabeza de nuevo:

—Respuesta incorrecta. Le di a Beta una orden explícita de que se encontrara conmigo aquí a esta hora. Por eso, la única cosa que ha podido suceder que superara esa orden es una prioridad de la Primera Ley, como tener que proteger a otro humano de algún daño. Como soy la única humana de la ciudad, no hay nada… —Janet se quedó a mitad de la frase y su cara se tomó pálida—. ¿Gama? ¿Hay algo aquí que pueda suponer un peligro para mí?

—Nada con una probabilidad de uno contra diez en la escala veintisiete.

—Quiere decir que la probabilidad sería la misma de que usted fuera golpeada por un meteorito —susurró Basalom.

—Entonces, ¿no hay una prioridad de la Primera Ley…?

—La Primera Ley no es la única prioridad. También está nuestra programación general, que tiene prioridad sobre las órdenes explícitas relacionadas con la Segunda Ley que no sean críticas. Estamos obligados a preparar la ciudad para su uso de forma que pueda servir a una gran cantidad de seres humanos. Esto nos ha llevado a deducir que la Primera Ley no es la primera prioridad —anunció Gama. Continuó ante la estupefacción de Janet—. En nuestro estudio de las Leyes hemos concluido que hay una prioridad fundamental no escrita que, a falta de un término mejor, llamamos Ley Zeroth. Esta ley sostiene que los intereses de la humanidad en general sobrepasan los de un individuo particular. La decisión de Beta de no acudir a este encuentro estuvo basada en una prioridad de la Ley Zeroth.

—¡Demonios! —murmuró Janet—, robots comunistas… —parpadeó para salir de su asombro—. ¿Estás intentando decirme que el futuro de la humanidad está en juego aquí?

—El futuro de la especie de humanos nativos de este planeta —asintió Gama.

—¿Nativos…? ¡Los seres-lobo! ¡Pero eso era justo de lo que quería hablar con vosotros, de vuestros planes para adaptar la ciudad a los lobos!

—Doctora Anastasi, usted ha expresado repetidamente sus objeciones a nuestros planes. A pesar de ello, los supervisores de la ciudad han llegado a la conclusión, con un noventa y siete por ciento de seguridad, de que usted ha convocado esta reunión para ordenamos que abandonemos nuestros esfuerzos por servir a los seres-lobo.

—¡Demonios, pues claro! —Janet cogió la pila de hojas de la mano de Basalom y las pasó por delante de la cara de Gama—. Este plan vuestro… ¡es degradante! ¡Vais a aprovechar mi equivocación y a engañar a esos pobres primitivos con la idea de que Plateada es un dios! Los atraeréis a la ciudad y les despojaréis de todo lo que les hace nobles y dignos de admiración.

—Los protegeremos y serviremos —dijo Gama tranquilamente—. No les mentiremos, pero no corregiremos sus errores asumidos. Les daremos el tiempo Ubre necesario para desarrollar una civilización.

Janet le tiró a Gama el plan a la cara:

—¡Es inmoral! —el plan salió volando y las páginas blancas giraron alrededor de Gama como copos de nieve gigantes.

El robot permaneció imperturbable:

—Es la forma más eficiente de servirles. Y ya hemos comenzado la operación.

«¿Qué?». Basalom no necesitó su visión termográfica para observar que la presión arterial de la doctora Anastasi había batido todos los récords.

—¡Os ordeno abandonar ese plan inmediatamente! ¡Esto es una emergencia, una orden prioritaria de la Segunda Ley!

—Abandonar el plan en este momento podría causar daños a los lobos —dijo Gama con calma—. Les llevaría a la hambruna, a la alteración social y, posiblemente, a una guerra de religión. Según la Ley Zeroth, estamos obligados a desobedecer su orden.

Janet se quedó boquiabierta. Comenzó a levantar una mano para abofetear a Gama pero después se lo pensó mejor y se giró para quedar delante de la consola de entrada/salida de la Central:

—¡Central! ¡Te ordeno que detengas este plan!

El ojo rojo de la Central se iluminó y el enorme cerebro comenzó a hablar:

—Ilógico. La orden no puede cumplirse porque viola la Ley Zeroth.

—Argg —Janet levantó los puños y se acercó hacia la consola.

—Señora —susurró Basalom con premura—, los robots de seguridad se están acercando.

Janet se quedó paralizada. Lenta y cuidadosamente, teniendo en cuenta la cantidad de sombras negras que podía observar con su visión periférica, bajó los puños y se alejó. Durante casi un minuto, se concentró en controlar su respiración y en relajar la tensión de sus músculos.

Por último, pudo abrir sus puños. Se giró hacia Basalom y dijo:

—Conecta con la nave. Nos vamos de aquí.

Después, con el pelo ondeando y sus pasos resonando en el suelo de terrazo, salió del vestíbulo central.

Más tarde, dentro del vehículo personal 1 de camino al espacio-puerto, Basalom consiguió por fin reforzar su registro de coraje lo suficiente como para permitirse invadir el silencio glacial de la doctora:

—¿Señora? ¿Adónde vamos?

—De regreso a donde comenzamos —dijo sin retirar la mirada de la ventana—. Volvemos a la Robot City original. Tengo un asunto pendiente con Wendell Avery.