16

Derec

El laboratorio de robótica estaba tranquilo y en silencio excepto por el cuarteto de lámparas de alta intensidad que Avery había sacado del techo y el suave chisporroteo del monitor positrónico. Los terminales de datos y las sillas habían desaparecido disueltos de nuevo en la sustancia de la que estaba hecha la nave; la mesa de trabajo se había reconvertido en una camilla que tenía la forma del contorno del cuerpo de Mandelbrot y que sostenía su inmóvil figura. Un robot función, que tenía cuatro brazos como de araña, permanecía de pie junto a Avery, alcanzándole utensilios cuando los pedía, mientras que otro robot flotaba a treinta centímetros sobre la cabeza de Mandelbrot, monitorizando cuidadosamente las funciones de su cerebro positrónico y asegurando un suministro estable de energía al cortex central.

Derec y Avery estaban inclinados sobre el pecho abierto del robot, intentando no taparse la luz mutuamente. Ya habían quitado la mayoría de las placas del pecho de Mandelbrot y desconectado la energía del compartimiento del cubo. Ahora, cortaban con cuidado las partes dañadas del bus de datos y encajaban las piezas de repuesto.

—Micro-calibradores —el robot función los colocó en la mano abierta de Avery—. Penta-abrazaderas.

—De acuerdo —dijo Derec—. Hay una zona mal soldada.

—La veo. ¿Crees que puedes separarla?

—Lo intentaré. Láser de cortar —el robot comenzó a acercarle la herramienta, pero Derec la rechazó—. Perdón, dame mejor un cúter de diez milivatios —el robot guardó el láser grande en su gaveta y, en su lugar, le ofreció a Derec una delgada herramienta del tamaño de una prueba dental. Después de dedicar un momento a ponerse las gafas protectoras, Derec volvió al trabajo.

—Y —preguntó Avery después de un minuto o dos de silencio—. ¿Dónde está Ariel esta mañana?

—Arriba en el gimnasio —contestó Derec sin apartar los ojos de lo que estaba haciendo—. Entrenando —hizo otro pequeño corte y anunció—: Esto debería limpiarlo. Intenta sacarlo.

—Lo estoy sacando…, no, choca con algo más. ¿Puedes ver qué es?

Derec se quitó las gafas y escudriñó la zona en cuestión:

—A mi me parece que está libre. No puedo…, ah, aquí está —dejó las gafas, se alejó de la mesa y se frotó los ojos—. Cielos, vamos a tener que quitar la parte del cuello.

—¿Completa? —Avery parecía muy desilusionado.

—Ése es el procedimiento estándar. A menos que quieras arriesgarte a tener problemas de alineación de la columna.

Avery dejó las pentabrazaderas por un momento y puso la mano en la barbilla de Mandelbrot:

—Aquí está muy seguro. La cabeza no irá a ninguna parte. Yo digo que nos arriesguemos.

—Tú eres el médico. La sostendré mientras la separas —y alcanzó las pentabrazaderas.

—No, hijo —dijo Avery quitándoselas—. Odio admitirlo pero tus manos son más firmes que las mías. Mejor que los hagas tú. ¿Robot de herramientas? Dale a Derec el destornillador.

Sin decir nada, Derec cogió la herramienta y comenzó el trabajo. En pocos minutos, se las arregló para desacoplar el refuerzo frontal del cuello, extrajo las secciones dañadas del compartimiento del cubo y colocó el bus de repuesto en su lugar.

Estaban comenzando a probar el nuevo cubo de memoria cuando la primera explosión golpeó la nave.

—Todo el mundo agarrarse —ladró Wolruf a través del comunicador—. ¡Estar bajo un ataque!

Derec activó su comunicador interno y lo conectó con el de la nave. En un momento, tenía la visión principal de la nave y hablaba con Wolruf que estaba en el puente:

—¿Aránimas otra vez?

—Oh, sí.

—¿Dónde está? No puedo verlo.

—En el cuarto dorsal del puerto. Unos 25 grados más arriba del eclíptico —Derec comprobó los diversos enfoques de la nave hasta que dio con el correcto y entonces ahogó un grito. La nave erania multi-cubiertas era enorme y estaba cerca. Los pequeños pinchazos de luz actínica le quemaban los ojos al tiempo que los disparadores lanzaban otra salva.

—¿Cómo se las ha arreglado para acercarse tan sigilosamente a nosotros?

—Tú sacar a Mandelbrot de los escáneres —dijo Wolruf entre forzados resuellos—, y limitar a mi a los controles manuales. La nave estar enfrentándose a mí y pretender asegurarse de que todo lo que yo ordenar estar de acuerdo con la Primera Ley. Estar teniendo muchos problemas sólo para preparar el salto.

—El salto. ¿Cómo estamos de cerca del punto de salto?

—Estar a diez minutos aproximadamente. No lo suficiente —ladró enfadada, diciendo algo ininteligible en su propia lengua. Otro disparo alcanzó la nave.

—¿Puedes realizar una maniobra evasiva?

—¿Qué creer tú que yo estar haciendo, estúpido mono? —Wolruf cortó la comunicación. Derec se retiró del campo de visión de la nave.

—¿Qué es lo que pasa? —pidió Avery. Todavía estaba inclinado sobre el pecho de Mandelbrot con un soldador sónico en las manos.

—¡Aránimas! —tirando a un lado las herramientas, Derec se quitó las gafas y avanzó hacia el ascensor—. Tengo que bajar al puente.

Avery dejó caer el soldador sónico sobre el pecho de Mandelbrot y siguió a Derec:

—¡Espérame!

Las puertas del ascensor se abrieron; Derec entró y comenzó a pulsar botones. La nave se estremeció con otra explosión. Las luces parpadearon un momento, el robot de monitorización se estrelló contra la pared y Avery perdió el equilibrio. Pero pudo recuperarlo y se precipitó hacia el ascensor un segundo antes de que las puertas se cerrasen. La pulsación del botón precipitó al ascensor hacia abajo.

Segundos más tarde, las puertas del ascensor se abrieron dejando a Avery y a Derec en el puente.

—¡Wolruf! —gritó Derec.

—Yo estar ocupada —le gruñó en respuesta. La pequeña alienígena estaba de pie delante del panel de control y se balanceaba sobre un solo pie como una bailarina birmana. Su otro pie estaba sobre el acelerador, con sus delgados dedos con forma de salchicha pulsaba los botones y mandos de control y con los dientes sujetaba con fuerza la palanca de cambios.

—¡Informe de daños! —chilló Derec.

Wolruf soltó la palanca un momento:

—Lo primero ser limpiar el gimnasio. Lo restos deber estar volando y dando golpes —agarró de nuevo la palanca con los dientes.

—¿El gimnasio? —palideció Derec—. ¿Dónde está Ariel?

—Encerrada en el personal de la cubierta 3 —dijo la voz de Ariel a través del comunicador—. Estaba duchándome cuando comenzó el ataque. Estoy bien pero me temo que el robot de entrenamiento está totalmente destruido.

—Si salimos de ésta, te construiré uno nuevo —Derec dio por terminada la conversación y se giró hacia Wolruf—. De acuerdo, yo tomaré el control ahora.

Wolruf agachó las orejas, soltó la palanca y le gruñó a Derec:

—¿Tú piloto de combate?

—No, pero los automáticos a mí me ayudarán, no lucharán como contigo.

Wolruf agarró de nuevo la palanca y la movió con fuerza justo cuando otro disparo estaba a punto de alcanzar la nave:

—Tú no ofenderte —dijo ella—. Pero yo apostar lo que tú querer a que yo ser mejor piloto con el control manual que tú con el automático —un segundo después salió volando por la cabina cuando una gran explosión alcanzó la nave. Las pantallas visor parpadearon y después se fundieron en negro. Las luces de la cabina se apagaron y permanecieron así.

—De acuerdo —gimió Wolruf desde algún sitio en la oscuridad—. Poder estar equivocada.

Después de lo que pareció una eternidad, las luces de emergencia se encendieron lentamente y una agradable campana repicó:

—Lo siento —dijo la nave con una suave voz femenina como la que se utiliza para los ascensores y los contestadores automáticos—, pero todos los suministros de energía han sido dañados. Las reparaciones están en marcha y espero que todas las funciones estén completamente restauradas en menos de cinco minutos. Perdón por las molestias —la campana sonó de nuevo y los altavoces se silenciaron.

Durante algún tiempo, hubo un profundo silencio en el puente. Ningún zumbido tranquilizador ni actividad robótica en absoluto; ni siquiera el suave runrún de los tubos de ventilación. El sistema de reciclaje del aire se había apagado junto a las luces y la atmósfera en el puente comenzaba a ser fétida y pegajosa. No había ningún ruido excepto la fuerte respiración de Avery, el gimoteo aterrado de Wolruf y el ruido ocasional de un disparo de baja intensidad sobre la cubierta.

—¿A qué está esperando? —susurró Avery como si temiera que su voz pudiera viajar por el vado hasta la nave erania—. ¿Por qué no nos dispara con toda su potencia?

—No lo sé —susurró Derec en respuesta—. No paró de disparar sobre el asteroide hasta que sólo fue una masa de arcilla humeante. ¿Tú lo sabes, Wolruf? —su única respuesta fue un gimoteo asustado—. Vamos. Tú lo sabes, ¿no?

—Una vieja táctica erania de esclavitud —dijo entre sollozos—. Mantener tu cabeza agachada mientras preparar la fiesta de embarque.

Avery sacudió la cabeza: «¿Fiesta de embarque?».

Derec se levantó:

—Las pantallas visor aún no funcionan. Voy a activar mi comunicador interno y veré si puedo realizar contacto visual —cerró los ojos para concentrarse pero en ese momento una cortina de fuego surgió en la superficie de la cubierta.

—¡Deténlo Derec! —Derec se detuvo y la cortina paró también—. Tu comunicador interno —susurró Avery—. Dijiste que los eranios saben mucho más sobre la hiperonda que nosotros. ¡Seguro que son capaces de monitorizar tu intercomunicador!

La cara de Derec palideció:

—Estupendo. Entonces, ¿qué hacemos ahora?

Avery se arrastró hasta que quedó delante de Wolruf:

—Wolruf, fuiste parte de esa tripulación. ¿Seguirán disparándonos si la fiesta de embarque está en la cubierta?

Wolruf lo pensó por un momento:

—Depender de quién esté en la fiesta. Seguramente no usar armamento pesado.

—¿Cómo de lejos estamos del punto de salto?

Wolruf se incorporó de un salto y se rascó la oreja derecha:

—Ser difícil de decir. Nosotros perder la propulsión, ¿recordar?

Avery acarició su cabeza:

—Pero no hemos perdido el momento. Estamos todavía en el rumbo correcto y navegamos hacia el punto de salto a 2000 kilómetros por segundo.

—¡Estar bien! —Wolruf acabó de levantarse y se dirigió al panel de control. El reloj del panel tenía su propia célula de energía de seguridad y seguía funcionando—. Sólo faltar tres minutos y quince segundos —leyó en voz alta—. Si nosotros poder mantener la pasarela de embarque en la cubierta y mantenerlos fuera alrededor de tres minutos, nosotros tener una oportunidad.

—Eso si se recupera el suministro de energía antes del salto —añadió Avery. Se levantó también para unirse a Wolruf delante de la consola de control—. Nave, ¿cuál es el estado de la hiperpropulsión?

—La energía principal se reactivará dentro de cuatro minutos —respondió la nave con su femenino y tranquilizante tono de voz—. Las reparaciones del sistema de control se están viendo obstaculizadas por el fuego continuado y hostil.

—¡Demonios! No es lo suficientemente rápido —entonces Avery tuvo otra idea—. ¿Nave? ¿Qué sucedería si dedicáramos todos los recursos de reparación a la hiperpropulsión?

La nave lo consideró por un momento:

—La energía principal se restauraría en aproximadamente dos minutos. Las reparaciones de los sistemas de control dependerían del cese del fuego hostil.

—Dedica todos los recursos a la hiperpropulsión —ordenó Avery—. Se volvió hacia Derec.

—Entonces, ¿tenemos que convencerlos de que dejen de dispararnos? —dijo Derec encogiéndose de hombros.

Con dudas y cierta timidez, Wolruf se adelantó:

—Entre mi gente existir una vieja tradición —dijo—. Ponerse boca arriba y fingir estar muerto.

Derec resopló frustrado y dijo con desprecio a la pequeña alienígena:

—¿Qué clase de idea es ésa?

—Una buena —dijo Avery retorciéndose el bigote—. Incluso puede que muy buena —se acercó a la consola y levantó la voz—. Nave, ¿todavía conservas tu habilidad para cambiar de forma?

—Algunas secciones del casco están temporalmente inoperativas —dijo la nave de forma educada—. Sin embargo, tengo control total sobre el ochenta por ciento de la cubierta exterior.

—Excelente —Avery miró a Wolruf—. Toma los controles de salto. Quiero que saltemos en cuanto estemos preparados —girándose hacia la consola, dijo—: Nave, continúa con las reparaciones de la hiperpropulsión. La próxima vez que recibamos un impacto, utiliza las placas y el resto de materiales para adoptar la apariencia de un daño severo. No, repito, no efectúes reparaciones en esa área. ¿Has entendido?

—He entendido —dijo la nave de forma educada—. Programa de simulación preparado —un momento después, al suave ruido de un golpe de fuego le siguió una enorme conmoción y una rápida caída en la presión de la cabina. Wolruf, que era más sensible a los cambios de presión que el resto, dejó escapar un profundo aullido de dolor y cayó al suelo.

Derec se precipitó a su lado, pero ella lo tranquilizó:

—Yo estar bien —sacudiendo la cabeza, se levantó—. Estar más sorprendida que herida.

—La sección 17 se ha despresurizado por la explosión —anunció la nave de forma cortés—. Estabilizada la presión de la cabina —después de una corta pausa, la nave añadió educada—: El fuego hostil ha cesado. La pasarela de embarque se está moviendo hacia adelante.

—Cuarenta y cinco segundos para el salto —susurró Wolruf.

—Contacto inminente —dijo la nave—. ¿Debo preparar un mensaje de bienvenida?

—¡No! —silbó Avery—. ¡Y, por todos los santos, baja la voz!

—Sí, señor —dijo la nave en un dulce murmullo—. Restaurada la energía de hiperpropulsión. Los controles de la misma todavía están fuera de servicio.

Avery se giró hacia Wolruf:

—¿Qué margen de salto tenemos?

—Cinco segundos, seis como máximo —se estremeció cuando se escuchó un gran impacto sobre la cubierta. A ese sonido le siguió el crujido del metal chirriante y una irregular serie de ruidos de golpes que sonaban huecos.

—Lapa de inducción —explicó Wolruf en un gemido aterrado—. Botas magnéticas. Ellos andar sobre el casco e intentar averiguar dónde estar los supervivientes. No querer esclavos muertos —comprobó el reloj de nuevo y escondió la cola entre las patas—. Treinta segundos para el salto.

El rítmico sonido de las botas golpeando el metal cambió ahora al áspero chirrido de algo muy pesado que se arrastraba sobre la superficie exterior del casco. Le siguió una exclamación de éxito y el sonido de una batería que se ponía en marcha.

—Láser de corte —murmuró Wolruf—. Han debido encontrarnos —miró al reloj—. Quince segundos para el salto.

—Nave, estado de las reparaciones.

—Control de hiperpropulsión todavía inactivo. ¿Señor? Hay nuevos daños en el casco, en la sección 17.

—Siete, seis…

—Espesa el casco en esa sección. Mantenlos fuera de aquí.

—Cuatro, tres…

—Efecto negativo, señor. Siguen profundizando en la brecha.

—Uno, cero… Aquí estar —Wolruf se encogió de hombros y se apartó del panel de control con las orejas hundidas en muestra de desesperación.

—Casco abierto en la sección 17. Restaurados los controles de hiperpropulsión.

«¿Qué?».

Avery y Wolruf se quedaron inmóviles por un momento, mirándose el uno al otro. Entonces, ambos se abalanzaron sobre el control de salto y lo pulsaron de golpe.

Un momento más tarde, la Caza del ganso salvaje estaba en algún otro sitio.

Avery salió de debajo de Wolruf y agarró el comunicador:

—¡Nave! ¿Puedes contener la fiesta de embarque?

—¿Qué fiesta de embarque? —preguntó la nave con voz inocente.

—¿Cómo que…? —Avery se giró hacia Derec con una salvaje y confusa mirada en la cara—. ¿Derec? Comprueba si puedes utilizar tu comunicador interno para obtener una vista del exterior —antes de que terminara de hablar, Derec había cerrado los ojos, activado su comunicador y conectado a los visores de la nave.

—Nada —dijo con voz ronca—. Estrellas. Ninguna otra nave. Veo el casco —gritó asombrado—, tenemos algunos daños serios.

—Pero ¿dónde están los asaltantes? —preguntó Avery—. Comprueba la sección 17.

—Estoy llegando allí. Sección 15, sección 16. Veo la lapa, está pegada en el casco. Sección 17 —los ojos de Derec se abrieron como platos—. ¡Se han ido!

—¿Ido? ¿Dónde?

Wolruf se asomó desde la esquina a la que la había lanzado Avery:

—Si ellos tener suerte —dijo con voz áspera—, freírse en la energía que el salto generar.

—¿Eso es suerte?

Wolruf agitó la cabeza y después avanzó para unirse a Derec y a Avery:

—¿Vosotros no saber nada del hiperespacio? Las polaridades magnéticas invertirse. Si tú vivir después de un salto, tus botas magnéticas repeler el campo magnético de la nave. Sólo durante un picosegundo, pero lo suficiente para que tú salir volando como un asteroide.

La cara de Derec palideció:

—¿Quieres decir que todavía pueden estar vivos flotando por el hiperespacio?

Wolruf puso una de sus garras en el hombro de Derec y le dijo:

—Derec, si ellos soltarse en el hiperespacio, poder estar vivos durante siglos.

Derec todavía consideraba esa idea cuando Wolruf respiró profundamente y se levantó:

—Lo que estar hecho, estar hecho. Lo que nosotros necesitar hacer ahora ser averiguar dónde nosotros estar —se apartó de Derec, tambaleándose hasta la consola de control y comenzó a pulsar botones.

—Medioambiente interno restaurado —anunció la nave amablemente—. Muchas gracias por vuestra paciencia.

Derec parpadeó para que sus ojos se adaptaran a la luz, puso la mano en el hombro de Wolruf e intentó que se girara. Ella se desembarazó de él.

—¿Qué quieres decir con averiguar dónde estamos? —preguntó—. Saltamos en el momento programado.

—Nosotros saltar cuatro segundos después —dijo ella sin levantar la mirada—, y con cálculos erróneos. Nosotros tener que añadir la masa de los asaltantes y nosotros perder masa de la nave durante la lucha —hizo una pausa para pulsar unos pocos botones más y estudió las lecturas—. No decir cómo de lejos el salto desviarse.

Avery tomó gentilmente a Derec por el hombro para apartarlo y acercarse a Wolruf:

—¿Podemos hacer algo para ayudar?

—Sí —ajustó ligeramente un control y consiguió activar de nuevo la pantalla visor principal—. Arreglar a Mandelbrot y bajarlo aquí. Yo necesitar a él.

Derec comenzó a replicar:

—Pero…

—Vamos, hijo —agarrando de nuevo a Derec por el codo, Avery comenzó a arrastrarlo hacia el ascensor—. Regla nº 1 de Orden de los robots: «Nunca discutas con el piloto hasta que hayas pisado tierra firme» —las puertas del ascensor se abrieron.

—Pero…

—Mandelbrot te necesita —Derec pareció aceptar el argumento, al menos el tiempo suficiente para que Avery lo condujera dentro del ascensor.

Las puertas de deslizaron para cerrarse y comenzaron a subir.