15

Maverick

Maverick corría a toda velocidad a través de la maleza, con las orejas agachadas a ambos lados de la cabeza, sus patas se movían más rápido de lo que él nunca pudo imaginar a tan sólo cinco pasos de un colmillo agudo extremadamente enfadado. Las ramas de las ortigas le arañaban la cara. Su respiración, salpicada con toses, consistía en bruscas y pesadas boqueadas.

«¿Y qué? Puedes estar contento de seguir respirando». Se precipitó sobre un montón de hojas secas y estuvo cerca de tropezarse con un tronco caído. «No hay tiempo de finuras, chico, ¡salta!». Saltó el tronco como pudo, aunque el palo de una rama le hizo un buen arañazo en la parte izquierda de las costillas.

«¡Lámete después, tonto!». La pata trasera izquierda se le dobló cuando cayó al suelo pero se las arregló para recuperarse y seguir corriendo.

—¡Ki-yii! —gritó en la lengua de las bestias.

El colmillo agudo que corría tras él respondió con un ronco rugido. Ahora estaba más cerca…, e incluso más enfadado.

—¡Sígueme! —Maverick hizo una finta a la derecha y después giró bruscamente a la izquierda, ignorando el dolor de la pata. Un instante después el segundo colmillo agudo apareció justo delante de él; con el ingenio que da la desesperación, Maverick se movió de nuevo rápidamente hacia la izquierda y saltó sobre la cola del segundo colmillo agudo. Los dos lagartos se chocaron entre ellos con fuerza y después cayeron al suelo.

«¿Estoy a salvo?». Disminuyó el paso levemente y miró sobre su hombro. «¡No!». Las mentes de los colmillos agudos eran diminutas, incapaces de pensar más de una cosa al mismo tiempo. Ambos colmillos agudos estaban centrados en el lobo; no se les ocurrió que era una oportunidad excelente para luchar entre ellos. En unos segundos, los lagartos se levantaron sobre las patas traseras, pero ahora eran ambos los que le perseguían.

«Bueno, chico, al menos has ganado unos segundos…». Su pensamiento se cortó al escuchar un grito que le heló la sangre, que provenía de algún lugar por delante de él… un grito que terminó con el satisfecho gruñido de un colmillo agudo bien alimentado. «¡El tercer colmillo agudo!». Escuchó un último aullido de horrible dolor proveniente de la víctima del colmillo agudo.

Maverick perdió el autocontrol por un momento. «Espero que fuera Cola blanca». Luego se sintió culpable por lo que había pensado. «Lo retiro. No hieras a la niña, Abuela. ¡Espero que fuera Aullador!».

Se desvió a la izquierda y de repente se encontró dirigiéndose directamente hacia mi barranco abierto. Intentó atravesarlo de un salto, se quedó a una distancia de medio salto y quedó colgando en el borde más lejano del precipicio. Gimoteando como un cachorro, se agarró al bordé con las patas traseras buscando un apoyo. «¡Maldito Aullador y su estúpido cuento de Plateada!». Las pisadas de los dos colmillos agudos sonaban cada vez más cerca.

El pie derecho de Maverick encontró algo sólido y pudo impulsarse hacia el borde y golpear el suelo corriendo. «¡Maldito yo y mis brillantes ideas!». Con un tosco estrépito, los colmillos agudos cayeron por el precipicio. Uno de ellos rugió de dolor y después los dos comenzaron a buscar una salida por uno de los lados.

Maverick agachó las orejas de nuevo, enderezó la cola y se concentró en poner distancia entre él y los colmillos agudos.

A pesar de todo, las cosas habían ido realmente bien. Después de que la manada terminara con los Piedra caminantes, Aullador comenzó a liderar la caza cada día y Maverick se las arregló para convertirse en parte permanente del grupo de caza de Aullador. Después de una semana de práctica, el grupo de Aullador había comenzado a cazar como una manada. Esa mañana, dos de los lobos más jóvenes habían abatido a un pequeño rumiante y el propio Maverick había sorprendido a una ardilla cuando intentaba esconderse debajo de un tronco. Incluso se las arreglaban para manejarse de forma inteligente cuando provocaban a una pequeña hembra de colmillo agudo. Los exploradores se salían del camino, el estúpido lagarto cargaba de frente contra el núcleo de la manada y Maverick tenía el tiempo suficiente para sacar el cuchillo y poner en práctica el truco de «debajo de la mejilla».

Funcionó a la perfección. Redujo al colmillo agudo en un suspiro y por un minuto disfrutó de la rendida admiración de toda la manada de caza. Aullador incluso le dio uno de sus estúpidos amuletos y montó un pequeño espectáculo cuando lo colgó en el cuello de Maverick.

Luego atacaron a la manada los tres colmillos agudos machos que habían seguido a la hembra que él había matado.

Un nuevo rugido se unió al coro que tenía detrás. Maverick miró hacia atrás el tiempo suficiente para ver que el tercer colmillo agudo, con la cara llena de sangre fresca, había decidido unirse a la fiesta.

«¡Eso es!», decidió Maverick. «Si salgo de ésta con vida, me dirigiré al Oeste y olvidaré que alguna vez escuché el nombre de la Madriguera. ¡Que las moscas de mil rumiantes infecten los oídos de Aullador!».

Hablar en la lengua de las bestias lo animó. Maverick saltó otro montón de ortigas y casi chocó con Aullador. El viejo lobo se detuvo un momento y dirigió a Maverick una mirada alelada al pasar.

En contra de su mejor juramento, Maverick ladró un aviso:

—¡Colmillos agudos! ¡Justo detrás de mí! —los tres gruñeron para reforzar su afirmación.

—¡Espera! —gritó Aullador.

«Dale una oportunidad al viejo», pensó Maverick mientras dedicaba un momento a mirar hacia atrás sobre su hombro, «él se mueve de verdad cuando está motivado». En unos pocos segundos, Aullador había alcanzado a Maverick y corría a su lado adaptándose a su velocidad.

—¿Dónde está Cola blanca? —preguntó Aullador entre resoplidos.

—¿No estaba contigo?

—Nos separamos —Aullador se adelantó lo suficiente para colocarse a la altura de su cabeza y que pudiera oírle mejor—. Tenemos que reagrupar la manada. ¡Detente!

—Podemos reagruparla cuando lleguemos a la Madriguera —Maverick cerró la boca al estrellarse contra un montón de malas hierbas.

—No lo entiendes. ¡Tres colmillos agudos! Debe ser una prueba de fe. ¡Plateada nos protegerá! Una piedra caliza caerá del cielo delante de ellos. ¡Izquierda! ¡Confía en mí! —Aullador disminuyó la velocidad para cruzar por detrás de la cola de Maverick y bajar por una pendiente paralela a la base del precipicio.

Maverick dudó una fracción de segundo y después le siguió.

—¡Divertido! —gritó detrás de Aullador—. Como solía decir mi padre… —una piedra apareció en su camino pero se las arregló para calcular correctamente y aterrizar sobre la pierna derecha—,… la Abuela ayuda a aquéllos que se ayudan a sí mismos.

Aullador rodeó el borde del acantilado y patinó para frenar:

—¡Maldición! ¿Estamos aquí? Yo pensé que estábamos…

Maverick le siguió por la esquina y frenó también.

A su izquierda el precipicio que había cruzado antes se ensanchaba en un delta pantanoso. Justo delante, había unos pocos árboles de frutos secos y aproximadamente seis metros de caída hasta el pantano. Enormes y tenues sombras se movían en la distancia y agachaban sus largos cuellos hacia la llana alfombra de vegetación.

A su derecha, un estrecho camino bordeaba la base del precipicio y se tambaleaba a punto de caer al pantano.

Aullador permaneció de pie en el borde del barranco, oliendo el agua que estaba seis metros más abajo:

—Supongo que podríamos nadar.

«¡Idiota! Hay criaturas en ese pantano que se comen a los colmillos agudos».

—Bueno, quizás podríamos…

Un colmillo agudo rugió y las piedras cayeron botando detrás de él por la ladera, acompañadas por el sonido de un montón de garras derrapando en la gravilla resbaladiza.

—¡De acuerdo! —decidió Maverick. Echó a andar por el sendero hasta un lugar que hubiera ocultado su olor si no estuviera tan aterrorizado. Aullador le siguió dos saltos por detrás.

—¿Crees que se rendirán? —gritó Aullador.

Más rugidos detrás de ellos. El ruido sordo de los pesados cuerpos que chocaban y el estrepitoso ruido de un árbol partido en dos se apagó con una gigantesca zambullida. Maverick miró por encima de su hombro el tiempo suficiente para ver a un colmillo agudo pasándolas canutas en el barro mientras los otros dos, de manera cautelosa, casi cómica, se deslizaban por el terraplén con los cuartos traseros y las colas.

—¡No! —gritó en respuesta. El camino rodeaba un pequeño afloramiento y descendía suavemente hasta el nivel del agua. «¡Estupendo! Ahora ni siquiera tendrán que saltar para alcanzamos». Pero al otro lado de una mata de plantas de pasto gigantes, el camino se cruzaba con otro camino, amplio y llano, que conducía a un hueco en la ladera del precipicio—. ¡Eso es! —gritó a Aullador. Patinando un poco por el lodo del pantano, dio un brusco giro a la derecha y se precipitó hacia él.

En el tiempo que le llevó darse cuenta de que era una cueva del cañón, los tres colmillos agudos salieron del agua y les siguieron por el camino.

La respiración de Maverick era ahora un conjunto de resoplidos cortos y ahogados y su corazón latía tan fuerte que sentía que se le iba a salir de su caja torácica:

—¿Hay alguna salida? —dijo resollando.

—No que yo pueda ver —dijo Aullador respirando con dificultad—. Quizás detrás… detrás de aquella esquina.

Ambos se dirigieron hacia donde Aullador estaba mirando.

—¿Todavía piensas que Plateada va a salvamos?

—Estoy seguro —Aullador se lamió los labios—. Estoy seguro de que tiene un motivo para todo esto.

—Es sólo que, si tiene planeado salvarnos, éste sería un buen momento, ¿sabes?

Doblaron la esquina. Aullador se paró de repente y jadeó:

—Madre, ten piedad —después se dejó caer sobre el vientre y comenzó a lloriquear como un cachorro. Maverick miró hacia donde lo hacía Aullador.

Y vio cuatro Piedra caminantes: «¡Oh, Madre, ya imaginaba que las cosas iban a ponerse peor!».

Los Piedra caminantes eran altos, casi tan altos como los colmillos agudos, y negros como una noche sin estrellas. Se mantenían de pie con seguridad sobre sus patas traseras, como si fuera la cosa más natural del mundo, y lucían anchos pechos y enormes patas delanteras como si pudieran trepar a los árboles. En lugar de ojos tenían unas estrechas hendiduras llenas de luz parpadeante y en lugar de patas delanteras tenían grandes ganchos que eran como pinzas de cangrejo.

—¡Aullador! —susurró apremiante Maverick—. ¿Son esos Piedra caminantes machos?

Aullador se asomó por entre los dedos para volver a taparse los ojos enseguida y seguir lloriqueando:

—Si, sí, lo son.

—Levantan las patas delanteras. Sus zarpas… están colgando. Algún tipo de hueso extra les sobresale de las muñecas. ¿Es ahora cuando lanzan rayos?

—¡Sí! —Aullador apretó aún más sus patas, como si quisiera enterrar la cabeza en el suelo.

—Aullador, hay algo que está comenzando a brillar alrededor…

¡Crack! Un relámpago cruzó el aire y rebotó en la cueva. El brillante destello deslumbró a Maverick, que por un momento sólo pudo ver sombras borrosas.

Cuando se le aclaró la visión y los oídos dejaron de pitarle, el aroma de la sangre y de la carne quemada penetró en su nariz y se dio cuenta de que todavía estaba vivo. También notó que había dejado de oír a los colmillos agudos. Se giró para comprobar lo cerca que estaban.

Los colmillos agudos estaban cerca, pero no avanzarían mucho más. Ya no tenían cabezas, sino muñones humeantes. Uno de los Piedra caminantes estaba al lado de los cadáveres, explorándolos con sus rojos y fieros ojos con su lanzador de rayos extendido y preparado.

Otro de ellos caminaba hacia los lobos. Maverick le puso a Aullador una mano en el hombro y intentó sacarle de su encogimiento. Aullador sólo se asomó el tiempo suficiente para murmurar:

—Salimos del agua para entrar en el fuego.

El Piedra caminante se detuvo:

—Usted debe ser el señor Aullador, ¿no? —su inflexión era extraña y hablaba con una confusa mezcla del lenguaje de los cazadores y la lengua de los lobos, pero se le entendía.

A Aullador por fin le salieron las palabras y se descubrió el rostro:

—¿Tú… sabes mi nombre?

—Claro, señor. Porque nos han enviado para servirle a usted.

—¿Servir? ¿Servirme a mí? —las orejas de Aullador se levantaron.

—Ésa es nuestra misión. ¿Le hemos servido bien matando a esos colmillos agudos?

Aullador se levantó y dio un vacilante paso dirigiéndose hacia el Piedra caminante:

—Si, sí, muy bien. Pero… —hizo una pausa y miró directamente al Piedra Caminante—. ¿Os envió Plateada?

—Nos enviaron para protegerle.

—¿Plateada? ¿La has visto? ¿Os dio algún mensaje para nosotros?

El Piedra caminante inclinó la cabeza levemente para mirar por encima de la de Aullador:

—Hemos visto a la que tú llamas Plateada. Y te hemos traído este mensaje: Debes ir a la Colina de las estrellas.

«¿Qué?».

El Piedra caminante cambió el tono de su voz por otro más profundo y estentóreo:

—Debes volver a tu guarida y reunir a tus seguidores. Ordénales que reúnan a sus hembras y sus camadas; que recojan sus posesiones y todo lo que deseen llevar con ellos y que te sigan hasta la Colina de las estrellas. Hay un lugar preparado para que vivas allí y nunca más vuelvas a pasar hambre o necesidad.

La boca de Aullador estaba completamente abierta y cayó sentado sobre sus caderas:

—Bien, ¡lo haré! —miró a Maverick sonriendo y sacudiendo la cabeza—. Esperaba un milagro, ¡pero no tan pronto! —volvió la mirada al Piedra caminante y agitó la cabeza de nuevo—. ¿Viviremos en la Colina de las estrellas y tendremos todas nuestras necesidades cubiertas?

—Seréis servidos y estaréis protegidos —dijo el Piedra caminante.

Aullador asintió:

—Sí, sí, ahora lo entiendo. ¿Cuándo?

—Vuestro sitio ya se está preparando, tal y como hemos hablado. Estará listo cuando vuelva a la Madriguera con estas noticias.

Aullador asintió nuevamente, esta vez con sabiduría:

—Muy bien. Sirviente, nos encontraremos en la Colina de las estrellas.

—Como desee, señor —el Piedra caminante se dobló por la cintura, en un gesto que a Maverick le pareció desconcertante, y se retiró. Como si fueran uno solo, el resto de Piedra caminantes se giraron para unirse a él y juntos los cuatro salieron del cañón.

Maverick se giró hacia Aullador y lo encontró mirándolo con una enigmática sonrisa:

—Bien, Maverick, parece que tú y algunos más me debéis una disculpa. ¿Qué piensas ahora sobre el viejo lobo tonto y la locura de Plateada?

—Señor —dijo Maverick con un tono de respeto—, sólo un tonto seguiría sin creer después de ver esto. Adónde vayas, yo te seguiré.

—Excelente —Aullador se levantó y acarició el hocico de Maverick con cariño—. Eres mi primer seguidor verdadero y mi pata derecha. Te llamaré…

Maverick le interrumpió tosiendo discretamente:

—Con su permiso señor, me gustaría mantener el nombre de Maverick. Es más fácil de recordar.

Aullador le miró un poco desilusionado:

—Oh, muy bien. Ahora serás Maverick, el Primer creyente —miró hacia los humeantes cadáveres de los tres colmillos agudos (moscas, arañas y otros comedores de carroña habían comenzado a invadirlos) y los despreció con un gesto.

—Ahora, sigamos a esos Piedra caminantes y veamos si podemos salir de este precipicio —dijo Aullador mientras comenzaba a trotar.

Jadeando desconcertado, pero repleto de verdadera confianza, Maverick caminó detrás de él.