12

Derec

Derec y su padre se sentaron uno al lado del otro en el laboratorio robótico de la nave, inclinados sobre un par de terminales idénticos de entrada de datos, mirando atentamente los dispositivos de vídeo. Un observador casual los hubiera confundido con un par de nuevos robots humaniformes, porque es lo que parecían: inmóviles, excepto por sus dedos y el prácticamente imperceptible movimiento de sus pechos cuando respiraban; sin parpadear, toda la atención completamente dedicada a su trabajo.

Y también había otro aspecto más sutil, casi intangible, el casi inconfundible parecido entre ellos. No era la blanca barba incipiente en la barbilla de Avery; ese efecto podía haberse logrado con hilo de nylon común. Quizás era la delicada filigrana de venas palpitantes que adornaba el blanco de los ojos de Derec. Lo más seguro es que fuera su pelo, que tenía ese lacio y grasiento aspecto que sólo podía conseguirse utilizando caros plásticos petroquímicos.

O tres días de estar programando sin parar.

Ocasionalmente, un dedo se movía. Los labios se abrían; cruzaban una o dos palabras, aunque nada que un observador medio hubiera reconocido como parte de una conversación humana:

—Adb ixform.

—Consíguelo.

—¿0B09?

—15.

—¿0B2C?

—A0.

—Suena bien —hubo una larga pausa mientras Avery estudiaba algo en su pantalla.

Lo que quiera que fuera provocó que frunciera el ceño y hablara otra vez:

—¿Puedes darme el espacio en disco?

—15 437 Gigabytes.

—Bueno, no es suficiente, no sé qué pasa. Haz el pipe[6].

—Piped.

Avery se recostó en su silla, se pasó los dedos por su áspero pelo blanco y dejó escapar un profundo suspiro:

—De acuerdo, estamos lo más preparados que podemos llegar a estar. Cruza los dedos y comienza el yacc[7].

Yaccing —Derec tecleó un último comando en el terminal y se recostó en la silla imitando inconscientemente a su padre. Los números brillaban y bailaban en la pantalla; Derec la miró durante unos minutos y después se frotó los ojos y se giró hacia Avery:

—¿Y ahora qué?

—Esperaremos —lenta y dolorosamente, Avery se levantó de la silla y cojeó hacia el procesador de alimentos—. Café solo —dijo a la máquina.

Derec se dio cuenta de su cojera y finalmente reaccionó y dijo:

—¿Estás bien, papá? —había una sincera preocupación en su voz.

Avery se rio entre dientes y se dio un cachete en la pierna que arrastraba:

—Sí, estoy bien. Sólo se me había dormido.

—Ah —bostezó Derec. El procesador pitó suavemente y la puerta de servicio se deslizó para mostrar la taza de café que había pedido Avery. La nariz de Derec se despertó con el rico y terroso aroma—. Huele bien —observó.

—¿Quieres un poco?

Derec lo pensó un momento:

—Desde luego. Con caseína y dos terrones de azúcar.

—¿Descafeinado? Parece que necesitas dormir un poco.

Derec se frotó la parte de atrás del cuello y después estudió el polvo que tenía adherido a los dedos:

—Buf. He estado aquí durante tres días; Ari me obligará a dormir en el sofá de todas maneras. Da igual seguir despierto.

—De acuerdo —Avery repitió el pedido de Derec al procesador. Cuando la segunda humeante taza apareció, la recogió y la llevó con cuidado hasta la mesa de trabajo.

Los dos permanecieron tranquilamente sentados por unos minutos, dando sorbos a sus tazas de café mientras los números se movían y brincaban en la pantalla del terminal de Derec.

—Odio el café robótico —dijo Avery al fin.

Derec habló sin levantar la mirada:

—¿Por qué?

—Se supone que el café de verdad tiene que quemarte la lengua. Por ese motivo se toma poco a poco, saboreándolo despacio. El café hecho por robots se sirve tibio y se enfría demasiado rápido. Tienes que engullirlo y volver al trabajo.

—Ah —Derec tomó otro sorbo y volvió a perder la mirada en el espacio.

—Puedo procesar algo de comida —dijo Avery después de otra larga pausa—. ¿Tienes alguna preferencia? —se levantó de nuevo y dio varios pasos hasta el procesador.

Derec lo pensó detenidamente:

—Unos aperitivos —decidió con algo de esfuerzo—. Galletitas saladas, queso. Algo así.

Avery se recostó contra el mamparo, apoyó una mano en el panel de control del procesador y navegó por el menú de las selecciones preprogramadas:

—El queso es un compuesto orgánico muy complejo —dijo—. No quiero ni pensar a qué sabrá lo que haga esta máquina si no está específicamente programada…, ah, aquí está. Fromage magallánico. ¿Se acerca a lo que querías?

—Sí —Derec levantó la mano quitándole importancia. Avery dio la orden al procesador y en un minuto volvió a la mesa llevando un plato lleno de marmórea pasta azul con unas cosas pequeñas alrededor que igual podían ser galletitas que patatas fritas tiesas.

—Ataca hijo —Avery hundió una patata en el montón de pasta y se metió en la boca la mezcla resultante. Derec cogió una galleta seca y comenzó a mordisquear de forma distraída.

Después de haber untado media docena de galletitas, Avery tomó un sorbo de café y se giró hacia Derec:

—Bueno, ¿ningún resultado todavía?

Derec comprobó la pantalla de su terminal:

—No.

Avery frunció el ceño:

—Odio permanecer sentado durante las interpretaciones. Me explico, siento que debería estar haciendo algo constructivo en este tiempo.

Derec bostezó:

—De acuerdo —hizo una larga pausa—. ¿Algo en particular de lo que quieras hablar?

Avery cerró los ojos, se dio un golpecito en su peluda barbilla y se quedó pensativo:

—Sí —decidió—. Ese tipo, Aránimas. ¿Quién es y por qué intenta matarte?

Derec se encogió de hombros:

—¿Quieres la historia completa o la versión reducida?

—Depende, ¿cómo va la compilación?

Derec se frotó los ojos y comprobó el terminal una vez más.

—Lleva aproximadamente un veinte por ciento, creo.

—¿Tanto ya? Mejor la reducida entonces.

—De acuerdo —Derec tomó un gran sorbo de su café y cerró los ojos reflexivamente. Justo cuando Avery comenzaba a preguntarse si debería dar al muchacho un codazo para que se despertase, Derec abrió los ojos y comenzó a hablar con una voz grave y áspera—. Aránimas es un alienígena, de algún sitio del espacio no explorado. Podrías pensar que tiene forma humanoide, dependiendo de cómo de libremente definas a un humano; la primera cosa que se me vino a la mente fue que era un cóndor desplumado con ojos de pez.

Derec dio un mordisco a su galleta, masticándola pensativamente y se la tragó.

—Su especie se llaman a sí mismos eranios. Son gente sorprendentemente simple: violentos, brutales y sin ninguna capacidad de empatía. Dentro de un par de años buscarás en un diccionario la palabra «cruel» y encontrarás la foto de un eranio. Te las arreglarías bien con ellos —Derec hizo una pausa para dar un sorbo de su ya frío café.

Avery se mosqueó ante el ataque del muchacho pero contuvo su lengua.

—Los eranios reclaman el control de aproximadamente doscientos mundos pero creo que deben estar haciendo la cuenta de cada roca, asteroide y luna en su sistema solar. Su nave… ¿Quieres echar un vistazo a su nave antes de continuar? —Avery negó con la cabeza—. Oh. Bien. Su nave parece ser una de las primeras con hiperpropulsión que los eranios han desarrollado. No sé si Aránimas la construyó o la robó, pero lo primero que hizo cuando llegó al espacio humano fue secuestrar un buen casco auroriano para ponerla dentro. Wolruf me dijo que la hiperpropulsión erania es tremendamente inestable y que estar en la sala de máquinas es casi tan peligroso como estar en el punto de mira de sus armas.

Avery le interrumpió:

—¿Qué es Wolruf entonces? ¿Un perro modificado genéticamente o algo así? Y, ¿cómo conectaste con eso?

—Con ella —corrigió Derec—. No, Wolruf…, éste no es su nombre real sino simplemente lo más cercano a lo que la voz humana puede pronunciar. Creo que es porque nuestras bocas no tienen la misma forma o porque no disponemos de los adecuados componentes de frecuencia ultrasónica en nuestra voz y oídos para pronunciar correctamente su nombre. De cualquier modo, Wolruf era el piloto de Aránimas. Era básicamente una especie de sirvienta a bordo de la nave. Pude contar al menos cuatro especies diferentes de alienígenas a bordo de la nave de Aránimas y todos eran súbditos conquistados por los eranios. Sospecho que si los humanos tenemos alguna vez una confrontación con los eranios, encontraríamos muchos alienígenas en sus mundos sometidos. Encontré a Wolruf cuando…

—Pero, espera, me estoy perdiendo. Expón la historia de forma lineal, ¿vale? —Derec lanzó a su padre una mirada interrogante; Avery no respondió por lo cual Derec terminó lo que le quedaba de café y recobró el aliento.

—Bien, todo comienza con ese asteroide en el que me arrojaste después de borrar mi memoria. ¿Recuerdas ese asteroide?

Avery miró hacia abajo:

—Entonces estaba enfermo, Derec —dijo suavemente—. No estoy seguro de lo que es real y de lo que son alucinaciones.

—Bueno, yo todavía estaba intentando entender lo del asteroide cuando apareció Aránimas y empezó a disparar haciéndolo pedazos. Mira, hay tres cosas que los eranios no tienen: una flota de naves hiperpropulsadas, una llave de Perihelion y las luces suficientes para entender la robótica. Tienen la cultura de la esclavitud y, como los esclavos orgánicos son gratis, no tienen ningún incentivo para desarrollar a unos mecánicos. Por otra parte, aunque no saben nada sobre robótica, aparentemente saben mucho más sobre hiperonda que nosotros. Aránimas fue capaz de identificar y seguir la pista de la interferencia de la hiperonda causada por la llave de Perihelion.

Derec se dio cuenta de repente de que había ido animándose y subiendo el tono de voz:

—Eso es lo que le atrajo hasta el asteroide. Una vez allí, supongo que vio todos aquellos robots y decidió llevar a cabo una pequeña y típica redada erania de esclavos. Nunca se le ocurrió que los robots se autodestruirían en lugar de defenderse. Mi captura fue sólo un premio accidental. Pero no le alegró en absoluto. Aparentemente llevaba años vagando por el espacio humano, secuestrando ocasionalmente alguna nave e intentando capturar algún robot. Cuando me apresó, estaba convencido de que yo le había privado de una buena remesa de esclavos y él… —Derec titubeó un momento e hizo una mueca de dolor ante el recuerdo de la tortura que había sufrido de manos de Aránimas—. Bueno, dejémoslo ahí, ¿vale?

Derec cogió otra galletita, la llenó con fromage magallánico y continuó hablando con la boca llena de queso:

—Wolruf, como he dicho, formaba parte de la tripulación. Ariel era una prisionera aunque todavía no sé por qué. Mandelbrot era solamente un montón de piezas en un armario.

Avery interrumpió de nuevo:

—¿Mandelbrot? ¿No es, al menos en tres cuartas partes, Capek, el viejo robot ayuda de cámara de Ariel en Aurora?

Derec le frunció el ceño a Avery:

—¡Eh! Me provocaste amnesia, ¿recuerdas?

—Disculpa. Lo olvidé.

Derec dio otro mordisco a su galleta y continuó:

—Papá, no entiendo qué clase de loco experimento tenías realmente en la cabeza cuando me arrojaste en aquel asteroide…

—Yo tampoco estoy seguro de recordarlo —murmuró Avery—, aunque creo que recuerdo intentar explicarlo. Pero quizás ha sido una alucinación. Estaba loco.

—… pero Aránimas había estado haciendo su parte para estropearlo. Cuando conseguimos librarnos de él, yo no tenía memoria, por supuesto, y Ariel estaba perdiendo la suya debido a la peste amnemónica. Ensamblé a Mandelbrot y lo programé con una definición de humano bastante restrictiva, la cual quizás haya tenido influencia sobre los acontecimientos de Robot City. Y Wolruf se había hartado finalmente del eranio y había decidido abandonar la nave. Con su ayuda, escapamos mientras Aránimas asaltaba una estación espacial y pudimos robar la llave de Perihelion y utilizarla para escapar… Y así fue como llegamos a Robot City.

Avery estaba en silencio. Derec se pasó los dedos por el pelo grasiento, inclinándose hacia delante, y movió la cabeza:

—Tú sabes, papá, cómo funcionan los experimentos, y los tuyos no han salido muy bien.

Avery suspiró y asintió:

—No. No lo hicieron y quizás algún día pueda disculparme por meterte en esto. Pero ahora es demasiado grande y tengo demasiados problemas encima como para estancarme en la idea de lo que te hice. Lo siento —entonces algo se le ocurrió a Avery y arrugó la frente—. Pero, antes de que lo sienta demasiado, me gustaría recordarte que todavía no has contestado a mi pregunta principal: ¿por qué Aránimas sigue intentando matarte?

Derec se encogió de hombros:

—Un eranio nunca olvida, jamás —se estiró para alcanzar la última galleta que quedaba y miró la pantalla de su terminal—. ¡Ah! La compilación está casi terminada. Mejor terminamos este café y volvemos al trabajo.

—De acuerdo —Avery vació rápidamente la taza, la arrojó por el conducto de la basura y después se deslizó en su silla.

Derec comprobó una vez más su pantalla y se giró hacia Avery:

—En serio, Aránimas está desesperado por conseguir robots. Ésa es la razón por la que me sigue, creo; él sabe que a cualquier sitio donde vaya, habrá seguro muchos robots.

—No creo que pueda comprender las Tres Leyes. Quiero decir, seguro que entiende las palabras perfectamente, pero pienso que la idea de que un robot simplemente no puede dañar a los humanos es un concepto demasiado extraño para él. Quizás es demasiado extraño para cualquier eranio.

Derec dedicó una larga mirada a su pantalla y rápidamente se volvió hacia Avery para esbozar un último pensamiento:

—Entonces, tengo una idea: si pudiéramos encontrar dónde está el mundo de los eranios, ¿qué te parece si lanzáramos media docena de Robot Cities sobre él? Eso volvería a esos feos payasos completamente locos.

Avery no tuvo tiempo de responder. Los dos terminales de datos pitaron simultáneamente, después se quedaron en blanco para acto seguido mostrar los resultados finales de la compilación.

Ambos, Derec y Avery, cayeron inmediatamente en su estado de programadores zombis:

—¿Algún fleco?

—No, está limpio.

—De acuerdo, vamos a buscar las líneas del fichero de la forma del gen.

—Buscando.

—¿A053?

—15.

—¿A0C0?

—AF.

—Muy bien. Bonito.

—Bonito pero con un tee[8].

—Gracias, me olvidé de eso. ¿Iostat[9]?

Derec hizo una pausa para pasar varias pantallas de datos.

—Limpio, verde[10] y cinco por cinco. Creo que ha funcionado.

—De acuerdo, vamos a terminar. Nohup[11].

—Ejecutando.

Chown[12] el gen de forma.

—Cambiando propietario.

Avery se recostó en la silla y cruzó los dedos:

—Vamos allá. ¿Algún «hijo[13]» flotando?

Derec escudriñó su pantalla:

—No, estamos limpios. Ningún «hijo» flotando en la conexión.

Avery se dio cuenta de repente de que había estado conteniendo la respiración:

—¡Bien! Creo que lo tenemos. ¿Quieres probarlo?

Derec sonrió y extendió una mano abierta a su padre:

—Señor, haga los honores.

—De acuerdo —Avery empujó su silla de nuevo hacia el terminal, extendió los dedos y frunció el ceño. Después se aclaró la garganta, elevó los ojos hacia el techo y dijo en voz alta y clara—. Cielos, Derec, creo que necesito usar el personal —y ambos fijaron sus miradas en la silla de Avery.

No ocurrió nada. Los bordes no se suavizaron ni se reconfiguró el asiento. Durante más de un minuto, los dos contuvieron el aliento, esperando ver cómo la silla cambiaba de forma.

Pero continuó siendo una silla.

—¡Yuju! —Derec levantó sus puños en señal de victoria y Avery esbozó una amplia y radiante sonrisa—. ¡Padre, lo hemos conseguido! ¡Hemos eliminado el cambio de forma autónomo!

Avery se permitió otra sonrisa y después se serenó:

—Derec, estamos a mitad de camino. Hemos realizado los cambios que queríamos. Ahora, vamos a aseguramos de que no hemos causado daños en el proceso —se alejó de Derec, miró hacia el techo y dijo en voz alta—: Nave, haz esta silla dos centímetros más alta.

Suave y silenciosamente, como si fuera una silla de barbero, el asiento se elevó dos centímetros. Avery miró a Derec con una tensa sonrisa y un alegre destello en los ojos:

—Hemos eliminado las rutinas automáticas pero hemos mantenido intacto el control voluntario. Esto es lo que yo llamo un éxito —vaciló un momento y después tendió impulsivamente una mano hacia Derec.

Por un momento, Avery se sintió terriblemente dudoso e inseguro. Derec estaba miraba la mano como si esperase que se oyera una señal sonora. Después, miró a Avery directamente a los ojos, con una expresión hermética en el rostro.

Por último, sonrió, extendió la mano y estrechó la de su padre:

—Felicidades, papá.

—Gracias, hijo.

El momento pasó. Dejaron de apretarse las manos, ambos un poco avergonzados por esa indisciplinada muestra de emoción y volvieron a sus respectivos terminales.

—¿Sabes? —dijo Derec al fin—. Creo que estoy empezando a comprender el asunto del polimorfismo.

—Eso es justo lo que yo estaba pensando —asintió Avery.

—Quiero decir, mira esta conexión. Es totalmente tubular.

—Totalmente.

Los dos estudiaron sus pantallas por un momento y después habló Derec:

—¿Sabes?, ahora que nos compenetramos tan bien podemos encontrar algo más sobre lo que trabajar.

—De acuerdo por completo.

—¿Tienes alguna idea?

Una picara sonrisa apareció en el rostro de Avery. Intentó contenerla, pero le fue imposible y se giró hacia Derec:

—¿Qué te parece Lucius II?

Derec estaba horrorizado:

—¡Papá! Prometiste que dejarías en paz a esos robots… —entonces se dio cuenta de que Avery le estaba tomando el pelo y comenzó a reír. Avery se unió a él.

—Creo que ya has hecho suficiente por ahora —dijo Avery cuando paró de reír.

—Creo que quizás tengas razón —Derec bostezó, se frotó los ojos y dio un vistazo más al laboratorio robótico—. ¿Qué me dices de echar una cabezadita?

—Una idea excelente —Avery miró al techo y levantó la voz de nuevo—. Nave, convierte estas sillas en literas y baja la intensidad de las luces —lenta y suavemente, las sillas fueron tomando su nueva forma.

Derec ni siquiera se movió de la silla. Simplemente se quitó los zapatos, se desabrochó los botones de su túnica y se estiró en toda la longitud de la litera:

—Buenas noches, papá —murmuró. Las luces de la cabina se oscurecieron y en pocos minutos la respiración de Derec cambió al ritmo del sueño.

El doctor Avery miró a su hijo casi hasta que el brillo fosforescente de la pantalla del terminal se apagó por completo. Después se sacó también los zapatos, se quitó la bata de laboratorio y se recostó en su litera.

—Dulces sueños, Davey —susurró.