9 de enero de 2219. La torre mide ya 940 metros, y crece más de prisa que nunca. Desde la base, no se puede distinguir fácilmente la cima: se pierde contra el resplandor blanco del cielo invernal. En esta época del año, sólo hay unas horas de luz en el emplazamiento, y durante esas horas los rayos del sol recorren como lenguas de fuego toda la longitud de la deslumbrante vara.
La mayor parte de la estructura interior está terminada ya en la mitad inferior del edificio. Tres de los módulos del potente equipo de comunicaciones están instalados en su lugar: contenedores negros de cincuenta metros de altura, dentro de los cuales están las grandes unidades proyectadoras que amplificarán los mensajes mientras suben por la torre. Vistos desde lejos, estos módulos parecen semillas gigantes madurando en la gran vara transparente.
La tasa de accidentes sigue siendo alta. Los niveles de mortalidad causan preocupación. Las pérdidas entre los gammas han sido particularmente graves. Pero se dice que la moral es alta: los androides están contentos, y parecen conscientes del papel esencial que están representando en uno de los proyectos más ambiciosos de la humanidad. Si su actitud sigue siendo igual de positiva, la torre quedará terminada mucho antes de lo previsto.