Los partidarios de Macandal prosiguieron con su lucha. Hubo nuevos asaltos a plantaciones y casos aislados de envenenamiento. Y perduró la leyenda de que el Espíritu de La Española manejaba los hilos desde algún lugar y seguía teniendo bajo su mando a los guerreros. Hasta el presente todavía no se ha aclarado si murió en su intento de escapar de la hoguera o no. Lo que no se realizó fue el último y nefasto golpe que Macandal había planeado contra los hacendados. La revolución con que los esclavos consiguieron por fin la libertad no estalló hasta 1794. Y cuando finalmente los negros se alzaron contra sus opresores, recibieron una ayuda peculiar: hubo una terrible plaga de mosquitos que transmitían la fiebre amarilla. Murieron más de treinta mil soldados británicos y franceses.