4 - El paisaje eterno del pasado

‹T

us sospechas son correctas —dijo Quath—. Los mecs pierden creatividad porque poseen un exceso de control›.

Nigel asintió. Los Bishop eran bulliciosos y él se alejó. Era un lugar verde y agradable que se adaptaba perfectamente al instintivo deseo humano de estar en el límite de diversos espacios. Él siempre había preferido la costa marítima, pero los Bishop no conocían semejante cosa. Se contentaban con el linde de la arboleda, la frontera de la sabana. Podían afrontar una amenaza procedente de una dirección con una retirada táctica hacia la otra. O eso creían sus genes.

—Me lo temía —le dijo a Quath—. Aun así, nunca he podido comprender a esos tíos.

‹Imagina su mundo interior. Tener acceso a todas las partes de tu mente significa literalmente que puedes observarte mientras piensas›.

—No es precisamente tentador.

Lo había hecho hacía poco y los ecos aún resonaban en él. Tendría pesadillas al menos durante un mes.

‹Eso implica ejercer un poder policial sobre tus propios pensamientos. ¿Comprendes lo que eso implica?›.

—No del todo. —Aquella criatura enorme era más lista de lo que parecía.

‹La teoría del caos nos enseña que en todo sistema bien definido se dan conductas imprevisibles si se permite que el sistema funcione el tiempo suficiente, no importa lo perfectas que sean las condiciones iniciales impuestas. Para evitar los resultados caóticos, es necesario el control›.

—Mmm. ¿Dominar mi mente? Si apenas puedo contener la lengua.

Nigel nunca había simpatizado con los argumentos a favor del autocontrol, pero recordó el brillante comentario que una vez le había hecho Nikka: ¿Cómo es que tu pequeña isla generó tantos excéntricos? Tampoco era un amante del trabajo en equipo, no.

‹Los mecs podían hacerlo, los hombres no. Así que entre los humanos hubo más lunáticos, y también más genios. En general, se apartaban de la media. Esa caprichosa creatividad supuso para los humanos, y para otras formas de vida similares, tanto ventajas como desventajas›.

—Ser un primate parece una desventaja considerable.

Nigel miró a los Bishop reunidos en torno a la crepitante fogata. Entornando los ojos, se imaginó de pie sobre un peñasco, en un desfiladero seco, tórrido y polvoriento. Más abajo, los primates partían huesos y sorbían su médula, aprovechando el último producto de la cacería, en cuclillas, rascándose y hablando, hablando, sus voces resonando en el silencio eterno de la naturaleza.

‹La desventaja para vosotros, y para las miriapodia, es que hay gente que se descarría›.

—Ah. Los mesías. Los chamanes de ojos febriles. Bastardos.

‹Ellos pueden causar daños terribles. Lo hicieron en nuestro caso a lo largo de la historia. Para vosotros, fueron todavía más perjudiciales. Destruyeron Familias enteras con su locura. Sin embargo, los genios podían liberar a la humanidad del abismo donde había estado hundida tanto tiempo, y lanzarla hacia nuevas alturas›.

—Me pregunto si los Bishop saben por qué la Agachada fue esencial.

Nigel los estudió con calidez, pero a distancia, una distancia que jamás podría franquear. Aunque de su especie, eran unos extraños.

‹Teníais que crear sociedades humanas que resistieran los memes que habían introducido los mecs. Los usaron muy bien contra vosotros. Y contra nosotras›.

—Conque nosotros, los especimenes superiores…

‹No sientas desprecio por ti mismo. Recuerda a los terrícolas›.

Nigel hizo una mueca.

—Y cosas peores.

‹¿Peores?›.

—Una especie de… en fin, super-Nigel, lo llamé. Mejor que yo, según los terrícolas. —Nigel movió los brazos con grandilocuencia wagneriana—. ¡Estaba a horcajadas sobre los mundos!

‹No te gustaba›.

—¿Gustarme? Le tenía miedo. Él era yo, pero no lo era. Era como otras copias que hicieron de mí, pero más rápido y más listo y más distante. Me ponía la carne de gallina.

‹¿Hizo ese trabajo con los terrícolas?›.

—Él y otros Walmsley. Había escasez de mano de obra, al parecer.

‹Estos trabajaron en los Candeleros, la Agachada›.

—Grandes obras, al principio. Los terrícolas son mejores que nosotros.

‹Pero los mecánicos, aprovechando las energías de los magnéticos›.

—Nos liquidaron. Fue entonces cuando ordenamos que partieran legiones enteras de los Candeleros, Familias con apellidos derivados del béisbol, del fútbol, del ajedrez y la baraja y Dios sabe qué más.

‹Tu método fue Natural. Algunos sobrevivirían, medrarían, resistirían contra los mecs… sus máquinas, sus memes, todo›.

Nigel asintió. La decisión era antigua, pero todavía le dolía. Había infligido enormes sufrimientos a un sinfín de millones de personas. Y al fin la Agachada había dado resultado: los Bishop. Duros, recios, implacables. Y Killeen, capaz de deshacerse de las supersticiones adictivas que padecían todos los humanos que vivían en grupo, de la mentalidad gregaria que al fin conducía a las conductas previsibles y a la extinción.

Habían resistido contra un sinfín de placeres menores, ideas caprichosas, blanduras sublimes. Habían eludido las insensatas abstracciones de los espacios virtuales, los entretenimientos pasivos y el hedonismo. Era muy fácil morir por distracción. Los mecs habían jugado con ello. Había oído hablar de los tratos de los Bishop con un lunático llamado Supremacía durante el viaje, y encajaba perfectamente: aquel demente, bajo el control de los mecs, aprovechaba los puntos débiles de los primates. Pero los Bishop resistieron y triunfaron.

Y los Bishop llevaban la Tríada. No podía ser una coincidencia.

‹No lo es. Los antiguos eran sabios en un sentido genético que aún no logramos comprender›.

Nigel se sobresaltó.

—¿Puedes leerme el pensamiento?

‹Tú y yo somos compuestos. A pesar del abismo que separa nuestras especies, hay algunas… filtraciones›.

Nigel sonrió. Filtraciones. En cierto sentido, ahora estaba más cerca de ese enorme insecto metálico que de los primates que contaban alegremente sus historias.

—¿Saben que este triunfo no es definitivo?

‹Algunos lo adivinarán. Algunos mecánicos resultarán ser inmunes a la plaga del placer. Eso también es consecuencia de la selección natural. Así que regresarán›.

—Los vi, en el futuro. Así que supongo que yo lo he sabido siempre. Siempre habrá una lucha, nunca llegaremos al equilibrio final.

‹Si la Sintonía es la unión de todas las formas, los mecánicos deben tener su lugar en ella›.

—Miles de Familias llevaban la Tríada. Los Bishop eran tozudos, tenían fuerza de voluntad… por eso sobrevivieron. Admiro a esos bastardos. Aun así…

A pocos pasos, las hogueras crepitaban y la gente hablaba con alegría. Pero eran unos pasos que él nunca daría.