2 - Besen

T

engo a otra de tu especie. Ella te puede mostrar algo del mundo mecánico.

—¿Otra visión parcial? —ironizó Nigel, estudiando la imagen ondulante del Mantis.

Una gran virtud de nuestra forma mecánica y digital era la capacidad de recibir por completo la experiencia de otro.

—Mmm. A veces creo que ya he visto demasiado. Está bien, adelante.

Una compacta pared de percepción surgió de la nada. Le dio tiempo a recordar que se parecía muchísimo al impacto transformador que había sufrido mucho tiempo atrás, en una nave alienígena en la luna de la Tierra, un fogonazo cegador…

Lo extraño era el silencio de los mecs. Estaban inmersos en las sucias alegrías Naturales, supuso Besen. Tan inmersos en ellas que no notaban las bocas que los devoraban.

Por alguna razón se apiñaban en algunas Vías. Claro que antes de eso habían estado por doquier, matando Naturales. Matando todo lo que podían encontrar, de hecho. Y cuando los Placeres Proselitistas —así oyó que los llamaban— los embargaron, reaccionaron de un modo muy extraño.

Algunos mecs se desgarraron frenéticamente. Sus restos eran espantosos, y los demás los devoraban. Había gran cantidad de piezas flotando por las Vías. Ella suponía que los de órdenes superiores se defenderían durante más tiempo, pero aquello desató una especie de fiebre. Besen sabía que la analogía no era apropiada porque los mecs no eran biológicos, pero no tenía otro modo de planteárselo.

La fiebre los incitaba a devorar a los demás, tal vez para obtener más energía o nuevo espacio informático o algo que los humanos no podían comprender. Fuera lo que fuese, acabaron con los miembros de los órdenes inferiores, como peones y demás.

Así que se pusieron a comer mecs vivos. Los más grandes rompían los sistemas motores de sus víctimas para inmovilizarlas y luego les arrancaban las entrañas. Devorar era el término más adecuado para describirlo, Besen no conocía otro mejor.

No todos se comportaban igual. En una Vía, los mecs más grandes llevaban mecs menores consigo. Cargaron con los pequeños mucho tiempo. Ella los estudió porque no parecían estar buscando. No hacían más que desplazarse y desplazarse. Los pequeños tenían menos defensas y al cabo de un tiempo estaban muertos y arruinados. Los mecs grandes seguían sin soltarlos. Era perturbador, parecían madres llevando bebés muertos.

Besen observaba escondida y con el sistema sensorial apagado. Tenía hambre, pero allí el movimiento significaba la muerte. Había muchos ejemplos de ello.

Todos esos mecs. Ahora gritaban en frecuencias agudas. Rotos y gastados, no eran recogidos por los órdenes más altos, como les habían prometido. Todo el sentido de ser mec, le parecía a Besen, consistía en ser recolectado de algún modo al final. Añadido a otras mentes, tal vez superiores.

Para ellos era como una religión, pero funcionaba. Sabían que era un dato técnico indiscutible. Pero esta vez no sucedió. No tenía sentido ser sumado a algo que también se estaba muriendo.

Los gritos la enloquecían. No podía anularlos porque para hacerlo tenía que encender el sistema sensorial y entonces la encontrarían. Era estremecedor y no terminaba nunca. Nunca. Dolor eterno en vez de vida eterna, y locura por todas partes.

Nigel regresó con un jadeo.

Ahora la veía, aproximándose a los Bishop. Ella lo miró fugazmente. La mujer tenía la mirada clara y la piel tersa pero llevaba en su sistema sensorial una carga de angustia vivida que él no quería compartir.

Le llevaría tiempo, tal vez una vida, vaciar esas reservas de pesar compartido.

Pero un momento después de aparecer, ella rio de felicidad al ver a otros Bishop. Nigel contempló su alegría, no inocente pero extrañamente conmovedora, y sintió un aguijonazo de envidia.