Y
adueñóse de él Melancolía [4]. Nigel Walmsley trató de recordar a gente que había conocido en tiempos de los Candeleros: terrícolas de consumada destreza y modales encantadores. Estaban en otra parte del esti, o muertos. Probablemente muertos. Se habían enzarzado en luchas con los mecánicos de niveles superiores, y eso había resultado fatal.
Aun así, le gustaba sumirse en sus recuerdos. Eran muchos, y se había sometido a tantas mejoras que tenían una nitidez y una resonancia que el viejo Walmsley, totalmente natural, no podía concebir.
Vivir en el recuerdo podía ser seductor.
Pero los Supremos insistían en interrumpirlo.
—Si pudieras conocer a una inteligencia mecánica, encerrada en un cuerpo como el tuyo, ¿qué harías? —preguntó el pájaro.
—Me imagino que le sonreiría de oreja a oreja —dijo Nigel.
—Ya veo. Antagonismo.
—Tiene que ver con la relación entre la memoria y nuestro control hormonal, sin duda.
—En parte. ¿No harías el amor con ello? ¿Él? ¿Ella?
—Cuestión de gustos, realmente.
Nigel se preguntó adonde quería llegar el ave. La tensión. Sí… Para subsistir en aquel lugar Nigel se había replegado sobre sí mismo, y sentía siempre el abismo que lo separaba del mundo. Pero tener dos manos no significaba que uno debiera tender siempre a la dicotomía. Volvió al mundo y se dio cuenta de cuánto lo había echado de menos.
… lúgubre y llana, la Vía sufría el flagelo de los últimos arrebatos destructivos de los mecs agonizantes. Por un desgarrado instante se unió a ello, buscando trajín y movimiento. Registró poco, sólo el esti simple, tejido y triunfante…
Un lugar extrañísimo. Los humanos no lo comprendían, desde luego. Pero a fin de cuentas, salvo durante un pequeño período de su tiempo como especie, tampoco habían comprendido su propio planeta.
Entonces apareció el Mantis. Solemne, pesado.
La retina del ojo del vertebrado parece estar «instalada» hacia atrás. Al fondo de la retina se encuentran las células fotosensibles, de modo que la luz debe atravesar los circuitos intermedios y se debilita. Con una larga serie de mutaciones las células fotorreceptoras podrían colocarse delante, y esto serviría de alguna ayuda. Pero las etapas intermedias pagarían el costo de la reestructuración, porque funcionarían peor que el diseño original. Esos pasos intermedios serían barridos por la presión evolutiva. En cambio este trabajo improvisado funciona bastante bien, y la naturaleza se detiene ahí. Así que estos vertebrados soñadores son construcciones precarias, realizadas sin previsión por el tiempo aleatorio. Hay en ello una extraña belleza.
—Estás muerto, ¿verdad?
Soy parte de algo, pero no sé qué es.
—¿Será algo parecido a ser humano?
¿Ser tan pequeño?
—Supongo que es un modo de decirlo.
Yo… de algún modo sé… que soy todo lo que queda.
—Gracias a Dios no puedo decir lo mismo de mí.
Nosotros… tú/yo… una vez hablamos.
—Cuando yo era un recién llegado. —Nigel se sorprendió de su furia—. Tú mataste a mi amigo Carlos.
Lo coseché.
—Los Naturales disentimos un poco al respecto. Sabemos que una copia de nosotros no es nosotros.
Cuando yo era mecánico, sabía lo contrario. No habíamos desarrollado el sentido de la propia identidad como un reflejo, pues nuestra supervivencia no dependía de ello. Para vosotros, salvar el yo era esencial. En los mecánicos, la copia de nuestro yo evolucionó con éxito. Ahora, desde una perspectiva más amplia, veo que ambas visiones son parciales.
—Parte de un phylum más elevado, ¿eh? Para mí sigues siendo un asesino sanguinario.
Otra visión parcial.
—Supongo que permaneceré anclado a mi punto de vista primate. Tus Supremos casi nos exterminaron. Luego nos acuciaron en nuestros Candeleros y luego en las Ciudadelas. Y continuamente trataban de aproximarse y de dialogar con nosotros.
La aplicación cuidadosa del terror también es una forma de comunicación.
A pesar de su cólera, Nigel se echó a reír.
—Las bromas involuntarias son las mejores.