5 - Familias

L

o peor fue la mujer con el bebé. Toby lo vio todo porque había ido a una improvisada estación de campaña para reaprovisionarse de fluidos corporales. Sus heridas habían agotado las reservas.

La estación de campaña pertenecía a una Familia llamada Yankee. Allí había muchos heridos, Familias llamadas Cardinal y Dodger y gente que hablaba con un acento tan raro que Toby apenas los entendía.

Pero una mujer delgada dio con él por medio de una especie de buscador de sistemas sensoriales.

—¿Bishop?

—Sí. ¿Tú eres de…?

—Allí hay otro Bishop que pregunta por sus parientes.

Toby la siguió a una sección protegida por un techo de lona. La lona flameaba en el viento. Había un montón de camas térmicas, todas llenas. Pasó junto a una mujer que gruñía y resoplaba bajo una manta.

Al lado había un hombre tendido de costado, con las mantas echadas sobre la cabeza.

—Ahí tienes —dijo la mujer delgada, y se fue.

Toby tocó al hombre y vio que era su abuelo.

Abraham movió la cabeza y pestañeó.

—Yo… demasiado tarde.

—¿Qué sucede? ¿Cómo?

Toby apartó las mantas y vio que el cuerpo de Abraham estaba encogido, pálido, cubierto de manchas moradas. No vio heridas; tenía una enfermedad en la piel.

—¿Cómo te hiciste esto?

—Yo… corriendo.

—¿Cómo llegaste aquí? ¿Y los demás…?

Toby calló al ver la muda desesperación de aquel rostro que a menudo había visto tan pétreo y confiado. Desvió los ojos.

—Yo… no ayuda para mí. Yo… no real… Abraham…

—¿Qué? ¿Dónde están los demás?

—No… con…

Toby llamó a un enfermero.

—¡Este hombre necesita tratamiento!

El enfermero se acercó, sacó un pequeño lector del bolsillo de su bata sin decir nada. Movió la cabeza de Abraham y abrió una tapa cuadrada que tenía encima de la columna vertebral. Con el lector apretado contra el puerto de carnemetal abierto, tecleó una pregunta y aparentemente recibió la respuesta por el sistema sensorial.

—Progresivo. No podría detener semejante deterioro, aunque tuviera el equipo.

—¿Qué significa «progresivo» y por qué…? —exclamó Toby.

—Es una copia. Suelen tener una tasa elevada de errores. Se agotan rápidamente.

Toby parpadeó.

—Pero él es mi…

—No pierdas el tiempo con él.

Toby abrió la boca pero enmudeció. El Abraham yacía como un títere con las cuerdas cortadas. Movía los ojos.

Toby agarró la manga del enfermero.

—¿Cómo se puede fabricar… eso?

—He oído decir que en un lugar cercano. No en esta Vía, sino a una transición de distancia.

Toby jadeó, trató de pensar rápidamente.

—¿Pero por qué alguien…?

—Es un modo fácil de realizar un trabajo, si dispones de la tecnología necesaria.

—¿Qué trabajo?

—Pregúntaselo a él.

El enfermero se marchó con impaciencia. La mujer que estaba al lado de Abraham sudaba y gruñía, pero nadie le prestaba atención. Toby se humedeció los labios y le dijo al hombre acostado:

—¿Fuiste… fabricado?

—Copia. Para buscarte.

Su abuelo lo miraba, pero tenía la boca floja y los ojos sin brillo.

—¿Quién te fabricó?

—Un restaurador.

Toby recordó el momento en que él y su Familia habían ingresado en el esti. Hacía mucho tiempo. Se habían metido en un embrollo legal y Abraham había querido averiguar qué le sucedía a una mujer sobre quien habían leído una inscripción en la antigua pared de un Candelero. Ella es como era y obra como obró. Tal vez estuviera en un lugar que llamaban el Restaurador. Si ese lugar tenía una plantilla o algo así…

Toby no se imaginaba cómo era eso posible. Cuando estaban en el espacio, a bordo del Argo, la Mente Magnética había hablado de Abraham, ¿pero dónde estaba? ¿Almacenado en una bóveda?

—Ese lugar hizo una copia de mi abuelo… ¿contigo?

—Desperté… conociendo algunos de sus recuerdos… mis recuerdos. Para buscarte. Me dijeron… eso.

Una pústula creció en el hombro del Abraham. Toby vio que de ella brotaba algo oscuro y pegajoso, que achicharraba la espectral piel blanca. Percibió el olor acre de la carne quemada. El hombre no reaccionaba.

—¿Por qué?

—Necesito que… completes la tríada.

—¿Quién te fabricó?

Los ojos se enturbiaron. Ninguna respuesta. Toby no sabía si aquel hombre, aquella cosa, trataba de mentirle o simplemente era presa del sopor. Aferró al hombre y sonó un chasquido cuando Toby le alzó la cabeza de la red que lo alimentaba con nutrientes.

—¿Quién?

—Humanos.

—¿Qué humanos?

—Humanos.

—¿De qué Familia?

—Humanos.

Toby soltó aquella cáscara inútil y vacía. El hombre movió la cabeza y algo se apagó en sus ojos. Toby sintió un aguijonazo de remordimiento y luego se dijo que aquel no era su abuelo, nunca lo había sido.

El Abraham estaba inconsciente. Toby estudió el rostro curtido mientras observaba que parecía hundirse como una casa que se incendiara por dentro.

Retrocedió y tropezó con el enfermero. Había un equipo asistiendo a la mujer. El enfermero no estaba ocupado, así que Toby le preguntó:

—¿Cómo llegó aquí?

—Caminando. Supongo que tendría que haber visto lo que era. Estamos muy ocupados.

—¿Qué tiene?

—Colapso sistémico. Estas copias nunca tienen un buen sistema inmunológico.

—¿Cuánto vivió?

—En tiempo real meses, diría yo. Pero podrían ser semanas.

Toby miró la devastada parodia de su abuelo.

—¿Él sabía que se iba a morir?

—No lo creo. Estas cosas suelen funcionar con una memoria mínima. No tiene sentido incluir en ella esos detalles.

—¿El Restaurador puede crear una copia que no es la persona entera?

El enfermero frunció el ceño.

—¿De dónde vienes?

—De Nieveclara. —Aquel enfermero no era un enano como Walmsley, pero aun así era bastante bajo. Toby añadió—: Es un planeta.

—Entiendo. Mira, que la gente no te oiga hablar de copias exactas. Eso no sólo es desagradable, sino que es…

—¿Inmoral?

—Exacto. Tal vez en ese lugar de donde vienes la gente hace eso, pero no aquí.

—Nosotros no lo hacemos.

—Mi Familia tampoco. Soy un Sox.

—Lo siento si…

—No importa. Pero esto no es obra del Restaurador —dijo el enfermero, señalando a Abraham.

—¿Entonces quién…?

—Para mí es mec. Últimamente se están perfeccionando.

Toby notó que la vida se extinguía en el Abraham y olió la exhalación hedionda que despedía. Mientras eso sucedía, no había oído a la mujer de la cama contigua. Ahora se puso a gritar. Sus alaridos eran tan espantosos como los que había oído en el campo de batalla. No como los de los partos que había visto. Se quedó allí mientras el enfermero y otros asistían a la mujer. No podía entender el significado de la cosa que se enfriaba en la cama. Cuando alzó los ojos, la mujer había callado y no había otro sonido en la habitación.

El enfermero sostenía un guiñapo ensangrentado. Estaba muerto y ni siquiera parecía humano. En los rostros de quienes rodeaban a la mujer Toby vio la consternación, y comprendió que aquellos condenados mecs también le habían hecho algo a ella.

Se imaginaba lo que era, pero prefería no saberlo con certeza. Se largó de allí a toda prisa.