15 - Tránsito

E

l polarizador de causalidad era mastodóntico, y sus enormes antenas bostezaban como bocas enormes. Bostezaban en los seis lados de un enorme y bruñido cubo de cerámica. Nikka comentó que le recordaban los altavoces de un equipo estéreo gigantesco. Eran los osciladores de diez kilohercios, que emitían un teravatio en ondas gravitatorias de escasa longitud de onda corta.

Aun así, a Nigel le gustaba la comparación con los altavoces, pues daban esa sensación.

Los Walmsley se refugiaron en una cápsula metálica junto a la casa, en medio del entorno familiar que se había desprendido de su Vía original. Era agradable estar allí, pero Nigel sintió inquietud en cuanto entró en la cápsula. La cuenta atrás no contribuyó a tranquilizarlo.

—La clave para lograr que un agujero de gusano brote de una Vía es saber que no puedes hacerlo por tu cuenta —le dijo Nikka—. Se requiere una cantidad astronómica de energía o, mejor dicho, densidad de energía. Lo mejor es agitar la superficie del esti, encontrar un punto débil, un lugar donde la fuerza de Casimir sea considerable.

—¿Quién era Casimir? —preguntó Angelina.

—¿A quién le importa? Él se dio cuenta de que un vacío verdadero posee una fuerza que se puede dominar.

—¿Y eso haremos nosotros? —preguntó Angelina con escepticismo.

—Desde luego —respondió Nikka, dando a entender que era obvio.

—Y tenemos que viajar describiendo un amplio bucle para llegar a casa. ¿Eso significa que tenemos que entrar en el futuro? —A Nigel le gustaban las ideas científicas, pero no si eran tan rebuscadas.

—Hay mucho más futuro que pasado. El universo sólo tiene quince mil millones de años de antigüedad. El futuro es casi infinito.

Al parecer, Nikka pensaba que eso completaba la idea.

—Casi infinito —especuló Nigel—. Interesante concepto. ¿Es decir que hay muchas probabilidades de que nuestro viaje se dirija al futuro?

Ella sonrió, dando a entender que era obvio.

Ito frunció el ceño antes del tránsito.

—¿Hasta qué punto es peligroso? —preguntó.

Nikka se encogió de hombros. Estaba familiarizada con las heridas y la muerte y no pensaba mucho en ello.

—No mucho, a menos que choquemos con una vibración.

—Pero eso es…

Ito no pudo decir más, pues una arrolladora muralla de sonido barrió la cápsula.

El dolor estira el tiempo.

Las vibraciones confirmaron sus temores. Parecía que viajaban por una lenta y machacona eternidad, aunque más tarde Nikka comentó sin inmutarse que habían sido sólo cuarenta y cuatro segundos. De martirio.