T
oby se estaba irritando.
—Tienes un modo raro de contarme qué diantres sucede aquí.
Aunque el hombre desnudo era una masa de arrugas, logró contraer el rostro en una expresión irónica.
—¿Atacas a tu abuelo cuando te está instruyendo?
—¿Qué sabes de mi abuelo?
—Le conocí, a decir verdad.
—¿Cuándo? ¿Dónde está?
—He aprendido a no referirme demasiado a «cuándo» por aquí. Dónde es más sencillo. Está aquí.
Toby se incorporó, volcando la silla.
—¡Quiero verlo!
—No es posible.
—Quiero verlo ahora.
—No está disponible. Si…
—Estoy harto de ti y de tu…
De pronto el viejo adoptó una expresión severa e imponente, y por un instante Toby recordó a su abuelo. Tal vez todos los viejos podían adoptarla, era cosa de los años.
Suspiró y se sentó.
—De acuerdo. ¿Puedes decirle que estoy aquí?
—Lo sabe.
—¿Cómo?
—Eso es lo que trato de explicarte.
—Oh, lo lamento.