E
ra el punto culminante. Era grato y maravilloso reencontrarse con su especie, humanos de la querida Tierra.
Pero con el tiempo, sus primeras impresiones acerca de los terrícolas como chimpancés inteligentes cobraron un sentido cada vez más irónico. Eran humanos, sí. Chimpancés inteligentes. Pero mucho más. Modificados.
Los ataques mecs contra la Tierra habían forzado la evolución humana, a través de los mejoramientos biotécnicos y de la selección natural. Los terrícolas usaban implantes de sistemas sensoriales, complejos caparazones electromagnéticos que utilizaban para la guerra y el trabajo. Su columna vertebral se apoyaba con mayor firmeza en gruesos discos lumbares. No tenían un apéndice molesto que podía infectarse y estallar. Sus cuerpos poseían intrincadas redes neurológicas, un metabolismo mejor, cartílagos rugosos, huesos más resistentes.
Estos detalles eran obvios. Las diferencias menos visibles eran las más reveladoras. Él, Nikka y los demás supervivientes del siglo veintiuno —a quienes pronto llamaron los Mayores— no podían seguir el ritmo mental ni físico de esos terrícolas. Los corpulentos y eficientes recién llegados se comportaban con mucha educación y trataban de contar con los Mayores cuando exploraban el esti, destruían a los mecs y establecían contacto con los fantasmagóricos Antiguos.
Estos nuevos terrícolas conservaban su aire de chimpancés. Todavía eran homínidos, muy atentos con sus Mayores, pero que aprendían por igual de los mecs y de los Antiguos. Trepando por la escala evolutiva, entre ondeantes nubes de gloria, hacia la bruma.
En ese punto, sus procesos mentales escapaban a toda comprensión.
Los vetustos Mayores no podían seguir la conversación cuando se hablaba de los Antiguos. Nigel, Nikka y todos los que habían viajado en la nave mec secuestrada —un grupo pequeño a quienes los terrícolas llamaban Ancestrales— estaban desorientados. No podían dominar la veloz tecnología que habían traído consigo los terrícolas, ni la que diseñaron luego en reacción contra los mecs.
Nigel vislumbraba a los Antiguos cuando ayudaba a explorar tramos de las Vías esti. Esas infractuosas geometrías, en su aislamiento, constituían excelentes placas de Petri. En las Vías, diversas culturas —tanto humanas como alienígenas— constituían cultivos donde evolucionaba la diversidad necesaria para combatir a los mecánicos. Las había de todas clases: de alta tecnología, de baja tecnología e incluso sin tecnología.
Para los Mayores, las nuevas perspectivas eran apabullantes. Los terrícolas, sin embargo, trabajaban sin dificultades con los Antiguos. En cuanto a los mecs, los rechazaban, mataban a muchos, y a veces hasta cooperaban con ellos.
Los Antiguos dispersaron a los terrícolas, llevándolos fuera de la Guarida. Nigel y los demás Mayores se limitaban a hacer su trabajo y a seguir de lejos unas noticias cada vez más incomprensibles.
Una gran ofensiva contra el control mec de todo el Centro. Terrícolas desperdigados entre planetas que giraban en torno a estrellas que estaban aún más cerca del Centro Verdadero.
Asimilaban la tecnología mec, robaban propiedades mec. Construyeron grandes edificios en el espacio, los Candeleros.
Durante muchos milenios los terrícolas se desenvolvieron bien. Nigel los observaba desde su fosa de tiempo lento del esti. Luego surgieron los problemas.
Los mecs encontraron el modo de cortar la energía con la cual los Antiguos alimentaban sus extrañas hebras magnéticas. Aprovechando esas fuentes para sus propios fines, los mecs se volvieron mucho más poderosos. Entonces empezaron a crecer, a saquear las grandes ciudades orbitales de los terrícolas.
Nigel había visitado aquellas ciudades de cristal, y esas estructuras magníficas que podía ver pero no entender. Cuando los mecs comenzaron a triunfar nuevamente, ayudó como pudo. Las condiciones de la lucha le resultaban difíciles de comprender.
Era como escuchar una conversación por una tubería de desagüe durante una tormenta, había dicho. Una tubería muy larga.
Mientras los mecánicos causaban más y más daños a los humanos del Centro Verdadero, él encontró otras ocupaciones. El conflicto descendía nuevamente hacia el nivel donde él residía.
La estrategia final y desesperada de la Agachada —dividir la humanidad en diversas placas de Petri, en los planetas— le dio mucho trabajo. En esa época había pasado un tiempo fuera del esti.
No pudo seguir detalladamente las ramificaciones de la lucha entre terrícolas y mecs. Sabía que también participaban en ella razas orgánicas alienígenas, otros Originales. Y la principal etapa del conflicto incluía a los Antiguos y a los escurridizos Supremos. Ni él ni los demás Ancestrales sabían nada sobre estos.
Pero los mecs iban en pos de una especie de Grial. Guardaban el secreto, pero perseguían a los grupos humanos como si buscaran algo. Una vez Nigel detectó las frases «Códigos de activación» y «Primera orden», pero siguieron de largo y pronto se perdieron. Y los terrícolas le respondieron con un silencio hosco. Como si existiera un secreto tan sutil que el conocimiento mismo de su existencia fuera un secreto.
Y tardó mucho tiempo en comprender que lo estaban usando.
Cortésmente, con la mayor consideración, desde luego. Pero lo estaban usando, tanto los terrícolas como los Supremos.
Así que se retiró de aquella lucha que no podía comprender. O eso creía.