Tendría que remontarme unos quince años para dar mi primer agradecimiento:
Recuerdo que volvíamos del instituto cuando Damián Ramos me dijo que había conseguido la novela La zona muerta, de un tal Stephen King. Cuando la terminó, me la prestó, y gracias a eso, hoy tú tienes esta novela en tus manos.
Gracias, Damián.
Dicen que es de mal nacidos no ser agradecido, así que, gracias a Álvaro Fuentes, en primera instancia, y a Vicente García, en segunda, por considerar que esta novela debería estar en vuestras manos.
No debo olvidarme de aquellos que la leyeron cuando aún andaba en pañales y que me hicieron críticas, corrigieron o dieron consejos. Gracias a Luz Baños, Olga Delgado, Athman, Abraham Ortega, Fernando Martínez Gimeno, a José Carlos Somoza y al presidente de Nocte, David Jasso, que encima me escribió este gran prólogo.
Gracias también a los anónimos médicos del Hospital de Peñarroya-Pueblonuevo por salvarme la vida, aquella aciaga noche. Sin vosotros sí que es verdad que ni estaría mi novela ni estaría yo aquí.
Y, por último, gracias a ti, lector, que tienes este libro entre tus manos. Que has acompañado a Patrick, a Peter y a Ketty por la ciudad del maestro, Bangor. A la que espero poder acudir algún día.