Sandra

A veces en los sueños vienen las soluciones porque yo ya sabía lo que tenía que hacer y estaba deseando hacerlo. Me tomé un café con leche a toda velocidad, no quería eternizarme con sus lentos sorbos de té. Les dije que quería buscar clases de preparación al parto, que no había pegado ojo pensando en eso y que me marchaba. No se opusieron, ni siquiera me recordaron que Karin tenía gimnasia por la tarde. Estaban sopesando la situación. Muy bien. Llevaba el recorte en el bolsillo del anorak. Podría haberle pedido consejo a Julián, pero resultaba pueril consultarle cada paso que daba y además la situación se alargaría.

A las dos horas estaba de vuelta. Fred estaba preparando otro té que les servía de comida, y Karin se había sentado fuera aunque ya hacía fresco, lo que pasa es que el concepto de fresco para un noruego es algo diferente que para nosotros. Ni Fred ni Karin usaban todavía manga larga ni zapato cerrado ni necesitaban ningún tipo de calefacción.

Esperé a que estuviésemos sentados a la mesa para levantarme y sacar de mi mochila algo envuelto en papel de regalo. Se lo tendí a Karin diciendo que nunca les había regalado nada y que esperaba que les gustase. Karin lo desenvolvió y se quedó sin habla cuando tuvo ante ella la página del periódico con su foto con cristal y un bonito marco dorado, que iría muy bien en su dormitorio.

—Desde que encontré esta foto vuestra guardé el recorte para enmarcarlo, quería que fuese una sorpresa, pero supongo que ya la habéis visto. ¡Sois famosos!, es increíble, sois famosos.

No sabían qué decirme, qué pensar. Yo les miraba con mi mejor sonrisa.

—Gracias —dijo Fred—. Es un detalle muy bonito, no tenías que haberte molestado.

Karin era muy dura, no se sonrojó, no pidió disculpas por hurgar en mis cosas.

—Lo pondremos aquí —dijo colocando la foto sobre la repisa de la chimenea.

—Es un periódico un poco antiguo —añadió.

—Lo vi por casualidad en el gimnasio mientras te esperaba y me lo llevé. Alguien debió de dejarlo allí.

Por fin les mentía. Lo más normal es que me descubriesen, eran expertos en interrogatorios y en hablar con gente desesperada capaz de lo que sea por salvarse, era normal que no creyesen semejantes mentiras, pero tampoco podían estar completamente seguros de que no dijera la verdad porque a veces la verdad parece mentira y al revés.

—Ha sido casualidad —concluí llevándome un panecillo a la boca—. No podía imaginar que aquí se publicaran periódicos en noruego. Por cierto, ¿qué dice?

—He estado pensando qué dibujo se le podría poner al jersey del bebé —dijo Karin con una expresión que daba por concluido el asunto. Había decidido creer en mí.