La ciudad de São Paulo es hoy día una de las más importantes de Brasil. Hace cuatrocientos años su población presentaba un aspecto bien distinto. Había sido fundada en la primera mitad del siglo XVI y se establecieron primeramente colonos portugueses. Después fueron concurriendo poco apoco aventureros españoles e italianos, atraídos por la fertilidad de la tierra, pero más todavía porque era costumbre allí internarse de tiempo en tiempo hacia el interior de las selvas para cautivar indios y coger cuanto pudiese servir para hacer negocios. De aquí resultó un fenómeno etnográfico que no se dio en ninguna otra colonia europea. Los colonos de São Paulo ejercitaban anualmente estas empresas, llamadas «malocas», y atravesaban los bosques vastísimos durante meses y a veces años. Cuando regresaban traían no solamente indios cautivos, sino indias embarazadas por ellos e incluso algunos hijos. A estos mestizos se les empezó a llamar «mamelucos» y empezaron a formar al crecer el cuerpo de la bandeira, que era la reunión de aventureros militarizados para ir a la caza de indios.
Las primeras irrupciones de los paulistas a las reducciones jesuíticas se remontan al año 1611. Hay frecuentísimas noticias de este hecho en las cartas enviadas por los capitanes españoles, los jesuitas y los gobernadores del Paraguay para quejarse a las autoridades de la metrópolis.