La utopía

En el Renacimiento se despertaron muchos de los ideales utópicos que permanecieron latentes en la Edad Media. La Utopía de Tomás Moro se presenta como la crítica de las instituciones políticas de la cristiandad en nombre del cristianismo. Moro quería evitar las instituciones que estimulaban la voluntad de dominio y de explotación del hombre por el hombre.

El descubrimiento de América avivó muchos de estos sentimientos, e incitó a numerosos grupos a trasladarse al Nuevo Mundo para intentar poner en práctica la utopía. El más significativo, histórica y culturalmente, de estos intentos es el de las reducciones jesuíticas. Conociendo el relato de Tomás Moro y la forma de vida que la Compañía de Jesús reglamentó para sus reducciones, es difícil no llegar a pensar en una directa influencia de la Utopía del escritor y canciller inglés en los planteamientos jesuíticos.

Al fin y al cabo, lo que los padres pretendían fundamentalmente era llegar a un fin religioso: la evangelización de los indios, liberándolos primeramente de la esclavitud y la servidumbre que los sometía. Es innegable que existe un parentesco entre religión y utopía. Las dos buscan un horizonte ultrahistórico que supere las imperfecciones del presente: el estatus perfecto, consistente en la armonía y la paz. Cuando religión y utopía son auténticas, se producen una visión y una fuerza que niegan el carácter absoluto de «este mundo».