La imaginería sevillana

Es ésta la época de la gran imaginería barroca. Al iniciarse el siglo XVII, podemos apreciar un hecho trascendental, el de que la escultura española adquirió su particular identidad, pues el barroquismo italiano no encajaba en sus gustos. En España prevaleció de manera definitiva la inspiración de lo natural, de manera que el término «realismo» es el que mejor identifica la escultura de la primera mitad del siglo. Era un realismo concreto, sincero, que huye de las abstractas bellezas ideales.

En Sevilla se inicia un período singular con la imaginería de la escuela andaluza. Todavía hoy se admiran en los desfiles procesionales de la Semana Santa sevillana las obras que con este fin realizó Martínez Montañés, autor de imágenes de Cristo plenamente humano. Algo más barroco fue uno de sus discípulos, Juan de Mesa, autor de veneradas imágenes como los Cristos del Amor, de la Agonía o de la Buena Muerte y el popular Jesús del Gran Poder.

Los escultores-imagineros, dotados de singulares carismas y fieles a sus creencias, sirvieron a la expresión de este realismo. No conviene olvidar que esta imaginería se hizo en plena contrarreforma en la que había que afirmar frente a las corrientes adversas a las imágenes, el valor catequético, religioso y espiritual de éstas, mostradas al pueblo en procesiones que de forma rápida se hicieron multitudinarias.