En el repartimiento se hacen grandes ofensas a Dios, y entre ellas está la tan impía y escandalosa, como en ella parece, y es que los españoles, acabados de recibir los indios, los venden a otros españoles […] Y de creer es que el que los compraba, que había de ganar con ellos a costa de su sudor y sangre […], ocupando cierta cantidad de indios en sus particulares intereses, vendiéndolos, como está dicho, a los españoles, caso bien lastimero y tan ajeno a toda cristiandad.

Fray Juan de Silva

Del segundo memorial

enviado al Rey Felipe III. Año 1620

Por eso cuando considero y medito sobre todas estas repúblicas que hoy en día florecen por doquier, válgame Dios que no puedo distinguir sino una conspiración de los ricos que procuran su propio beneficio bajo el nombre y título del bien común. Inventan y conciben todos los medios y argucias, primero para conservar con seguridad, sin miedo de pérdida, lo que han acumulado injustamente y después para alquilar y explotar el trabajo y esfuerzo de los pobres por tan poco dinero como puedan. Cuando los ricos han decidido que se guarden y observen estas medidas con el pretexto de la comunidad, es decir también de los pobres, entonces se convierten en leyes. Pero cuando estos malvados y viciosos aun cuando con su insaciable codicia se han repartido todo lo que habría bastado para todos ¿cúan lejos se hallan de la riqueza y felicidad de la república de Utopía?

De la Utopía de Tomás Moro