ESCRIBO estas líneas desde el planchatorio la noche del catorce de julio de mil novecientos treinta y seis, festividad de san Francisco Solano, taumaturgo del Nuevo Mundo y fiesta nacional en Francia. Hace calor y creo que no voy a poder dormir más allá de un par de horas, por lo que he decidido anotar las impresiones de estos días tan frenéticos. Ando regular de fuerzas pero pletórico de moral (creo que nunca he dado tantos abrazos como estas fechas) porque hoy hemos recibido la contestación que esperábamos y el carlismo se suma en toda España a la movilización que preconizamos; hubiéramos seguido adelante con o sin ellos, pero para la propia moral de nuestras gentes siempre es mejor sumar fuerzas y marchar unidos. Sabemos (eso es lo que nos dicen, al menos) que en Navarra y Álava son numerosos y están organizados militarmente, pero desconocemos su fuerza real en el resto del país. Llegar a un acuerdo con los carlistas no ha sido sencillo y, en el fondo, los dos, ellos y yo, distinguimos que no hay tal, que todo queda supeditado al día después. He repetido hasta la saciedad que no podía hipotecar mi palabra en acuerdos para los que no estaba comisionado y la fórmula que se ha encontrado deja satisfechas a las partes y a mí me libera de compromisos. Quiera Dios que nunca más tengamos que discutir en nuestro país por estas cuestiones para ellos tan obvias: los símbolos, las esencias, las creencias. Ahora sólo queda aunar los esfuerzos aunque me asalta una duda de la que no consigo zafarme: ¿serán tantos como dicen?, ¿tendrán las armas de las que pavonean?, ¿son un ejército en miniatura?
Hasta que no llegue el día «J» no encontraré respuesta, y Dios quiera que no nos llevemos un chasco.
Dentro de unas horas voy a comunicar a mi esposa, Consuelo, que lo mejor para la familia es que ella y los niños marchen para la zona vasco-francesa y esperen el acontecer, porque acabamos de saber que Franco va a hacer lo mismo con su esposa y niña. Franco por fin ha dado señales de vida y dicen sus gentes que siempre estuvo donde tenía que estar. No seré yo quien discuta hoy estos términos, pero ya me gustaría a mí llegar al almuerzo con la mesa puesta y la sopa esperando en el plato en lugar de encontrarme los ladrillos para construir la casa, la madera para hacer los muebles del comedor y las verduras para cocer la sopa. No es esto un reproche sino la constatación de que en esta vida unos llevan la fama y otros cardan la lana. Desde este rincón del mundo nos hemos dejado la piel (y todavía puede que la vida) tratando de organizar este mecano en el que ha devenido nuestro movimiento. Gracias a la colaboración desinteresada de algunos (Maíz, sin ir más lejos, no ha dejado que llenáramos una sola vez el depósito de gasolina de su coche, y eso que lleva dos meses dando vueltas como una peonza; qué gran hombre es) y al esfuerzo sin medida de todos hoy es una realidad lo que hasta hace pocas fechas parecía una quimera. Ignoro, porque no soy adivino, cuántos seremos el día «J» a la hora «H» —confío en que muchos—, pero nadie pondrá en duda jamás que los que somos nos hemos dejado jirones de nuestra propia existencia, años completos de nuestra vida. En la historia reciente de nuestro país creo que, con la excepción hecha de la guerra por la independencia y contra el invasor francés, nunca como ahora ha habido una confluencia entre la mayoría de la población y su Ejército para echarse a la calle y acabar con esta forma anárquica de desgobierno a la que el Frente Popular ha pretendido acostumbrarnos. Nadie, tampoco, podrá decir que los gestores de la cosa pública no han tenido su oportunidad de arreglar los entuertos que ellos mismos alimentaron y de hacerlo por las vías parlamentarias. Nadie. Nosotros vamos a levantarnos en armas porque es la única opción que nos dejan y, también, por qué no decirlo, porque el patriotismo nos lo demanda. La historia que se escriba a partir de ahora podrá tener los renglones torcidos y ser vista del revés, si así lo quieren algunos; pero reflejará negro sobre blanco que hubo unos españoles que aun a riesgo de sus vidas dieron un paso al frente por interés patriótico y nada más. Tengo escrito años atrás lo siguiente a este respecto: «Un régimen podrá apoyarse —nunca largo tiempo— sobre bayonetas mercenarias; pero jamás sobre un Ejército nacional, que es parte integrante del pueblo y, por serlo, participa de sus anhelos y repudia lo que rechaza». Nada más puedo añadir ahora.
Reflejaba antes que Franco ha dado su apoyo a este movimiento liberador. Me han confirmado desde Madrid, hace menos de un cuarto de hora, que un avión De Havilland DH89A Dragon Rapide, similar al que utiliza para sus viajes el príncipe de Gales, alquilado a la empresa de aerotaxis de Croydon, Olley Air Service Ltd., que enlaza Inglaterra, Irlanda, las islas del Canal y el norte de Francia, ha salido de su base para buscar al general. Su ruta debe ser Croydon-Londres, Burdeos, Lisboa (allí deben localizar al general Sanjurjo para indicarle que ya está todo en marcha), Casablanca, Las Palmas, donde recogerán a Franco, y Tetuán. Lo que sucede es que hoy, según me ha informado Galarza, que también ha conectado con Yagüe, nadie sabe dónde está el bimotor. Supongo, aunque quizá sea mucho suponer, que quienes se han encargado de este asunto tendrán los cabos bien atados para que nadie tenga que improvisar. Lo único que me consta es que en el avión, además del piloto y el mecánico, viaja el corresponsal del ABC en Londres, que es quien tiene en la cabeza los planes, según dicen.
Respecto de la Guardia Civil nada hemos avanzado. Parece que Rodríguez Medel es un hombre de total afecto al Gobierno del Frente Popular y que por esa vía hay poco que rascar. Sin embargo, según cuenta don Curro, hay al menos un capitán que está con nosotros y este asegura que en la fecha designada el cuartel de Pamplona apoyará nuestro movimiento aunque para ello haya que utilizar las armas contra aquellos que se resistan. La mayor preocupación reside, sin embargo, en el conocimiento que tenemos de una entrega que ha llegado desde Burgos (parece que ordenada por Batet) a la comandancia de Pamplona con ametralladoras pesadas y granadas de mano. No es armamento al uso para un cuerpo como la Guardia Civil y detrás de este movimiento táctico veo claramente la mano de Batet tomando prevenciones. No se fía de nosotros (desconfía de mí hasta el infinito, a pesar de que nunca he dado muestras de desafecto hacia su persona o a las órdenes que han llegado desde Burgos) y, claro, los recelos son mutuos. De ahí que venga insistiendo desde hace tiempo en los cuatrocientos cuarenta y nueve pasos que nos separan, porque un golpe de mano de los civiles podría ser una catástrofe para nosotros. Por el contrario, controlar la comandancia por el método más expeditivo es garantía de éxito inicial. Lo vengo indicando desde el comienzo: este movimiento ha de ser violento en extremo en su fase germinal (ya lo dijo Maquiavelo: «El Príncipe debe ser temido») porque así lo ha decidido su Director y no lo ha hecho a humo de pajas. Sabido es que el enemigo está armado y expectante; nosotros vamos a dar una respuesta contundente para que la lucha dure el menor plazo posible y se restaure el orden en España en cuestión de semanas. Esa es nuestra intención y nuestro deseo.
Mañana, creo, llega mi hermano Ramón de Barcelona. Si en Madrid la situación es compleja no quiero decir cómo se presenta la capital catalana. Nuestras gentes allá son minoritarias pero Goded confía en la baraka para dar un golpe de mano que neutralice la jefatura militar y poder así controlar los cuarteles. En este movimiento —al que únicamente le quedan horas para salir a las calles— hay lagunas que hemos ido parcheando con más entusiasmo que cordura. Las revoluciones patrióticas siempre han sido así, siempre ha podido más el corazón que la cabeza porque hay ideales —el patriotismo el primero— que no se racionalizan ya que la pasión jamás ha ido por detrás del pensamiento. Ahora sabemos que si nuestro golpe de mano es de corta duración, como lo esperamos, la victoria llegará sin que la sangre se derrame en exceso. Lo contrario supondrá que algunos de nosotros no veremos el amanecer del nuevo día, aunque eso ahora carece de importancia. Por uno u otro procedimiento quienes fueron felones pagarán su culpa, quienes dividieron la patria pagarán su culpa, quienes amamantaron el comunismo pagarán su culpa. Todos los que han estado contra la idea de España han de pagar su culpa. Es nuestra responsabilidad de patriotas frente a la historia.
Por cierto que los falangistas han estado a punto, con su ímpetu, de dar al traste con este andamiaje que estamos edificando poco a poco entre muchos. Me cuentan que una patrulla falangista asaltó el pasado día once las oficinas de Unión Radio, en Valencia, y después de cortar los cables del teléfono amordazaron al locutor, encañonaron a los técnicos y leyeron este mensaje: «Unión Radio… Valencia. En estos momentos Falange ocupa militarmente el estudio de Unión Radio. ¡Arriba el corazón! Dentro de unos días la revolución sindicalista estará en la calle. Aprovechamos esta ocasión para saludar a todos los españoles y particularmente a nuestros correligionarios». Luego, a la carrera, ganaron la calle y se esfumaron. Creo que hay ocasiones en que el ímpetu es hermano gemelo de la imprudencia y parece que este es el caso. Si lo hicieron únicamente para darse una satisfacción, bienvenida sea (se ve que la audacia es enemiga de la cordura).