trece

MI confidente, Félix Maíz, me ha dicho muy serio que sería conveniente para los viajes que lleváramos sendas boinas en el coche porque usar sombrero (como hago de normal cuando no llevo el uniforme) no es muy usual por estas tierras. Sostiene Maíz que lo correcto es viajar con un par de boinas y que él me enseñará a utilizarla, porque hay personas que se la encasquetan a rosca y eso no es propio de Navarra. «La boina», precisa, «debe ir bien sujeta de atrás, echada para adelante con forma de teja y ladeada. Clavársela hasta los ojos como quien se pone un puchero de sombrero no es de estas tierras», ha comentado de una forma que me parece sensata. Quizá le haga caso, aunque he de reconocer que este aditamento no lo he utilizado en mi vida y no me veo ahora con arrestos para cambiar. Desde luego si lo que pretendemos es que yo pase por un navarro más cuando vista de paisano y estemos en misión secreta, tendré que aplicarme en este empeño.

La cuestión de Zaragoza, ya resuelta, me deja más tranquilo y con más fuerzas para proseguir la cruzada que hemos comenzado. El general Cabanellas, de quien siempre se ha dicho que era un defensor de este gobierno por su republicanismo confeso, ha acordado conmigo que pone su División al servicio de la causa que estamos organizando porque está harto y dolido con las manifestaciones de terror que a diario se están produciendo en España. «Ya no son la quema de conventos ni los ataques a miembros del Ejército o la Guardia Civil (me contó que sufrió en Madrid hasta las lágrimas en el entierro del alférez De los Reyes y que no está dispuesto a ver otro duelo igual), es que España, la propia esencia de España», me dijo en el coche donde nos reunimos, «es la que está en grave riesgo si no cambia el curso de esta historia chabacana que estamos padeciendo». Lo vi muy firme en su decisión y deseoso de conocer detalles sobre el orden que había previsto para el día de autos. Aunque ha comprometido su palabra y nos asegura armas, municiones y carburante para todos los vehículos que se vayan a movilizar, hemos quedado en seguir viéndonos dentro de unos días porque quiere tomar parte activa en este levantamiento. Me ha preguntado por Madrid y Barcelona y he contestado lo que sé y lo que presupongo, porque no hay otra verdad. Ahora mismo, hoy mismo, ninguna de las dos ciudades tiene los mimbres para urdir el cesto que nuestro movimiento necesita. En Barcelona tenemos gentes dispersas, pero no contamos con quienes tienen de verdad el poder de las armas. No arrojo la toalla porque hay tiempo para que la situación dé la vuelta, sobre todo si lo que dice Queipo es verdad y si Goded es capaz, con su sola presencia, de convencer a muchos indecisos. La sorpresa también es un arma, a veces mucho más que decisiva, y es lo que vamos a intentar en la capital catalana. De Madrid me llegan siempre noticias difusas cuando no confusas. Parece que hay ambiente, que en algunas guarniciones la suerte está de nuestro lado, que nuestros compañeros están tejiendo una red que va a dar resultados, parece… Pero el Gobierno está en Madrid y aunque débil y sobrepasado, es todavía el Gobierno y tiene poder. Además, nosotros no tenemos un mando efectivo en la ciudad y así es realmente difícil progresar. Aunque no doy, a priori, nada por vencido, reconozco que la situación no es la que me gustaría tener ni la que muchos desean. Es la que es.

Nadie que no deba saber conoce algo de este viaje a Murillo para entrevistarme con el general Cabanellas, de eso estoy seguro, porque adoptamos las medidas pertinentes y si él tenía coartada yo también había preparado la mía. Resulta que esa mañana me avisó García Escámez para decirme que, si quería, podía ir al campo de fútbol para ver un encuentro del equipo local, de Osasuna (por cierto, me enteré en el partido de que Osasuna es una palabra vasca que significa la salud, algo que nos viene muy bien a todos). No es que sea gran aficionado al fútbol pero asistir a un partido de la semifinal de la Copa entre los de Pamplona y el Barcelona me pareció una excusa excelente para dejarme ver en la ciudad. De manera que después de comer me fui para el campo de San Juan, en el extrarradio de la ciudad, y asistí al choque en el palco de la presidencia. Debo decir que me lo pasé muy bien porque contemplé un bonito espectáculo y que los aficionados locales debieron disfrutar de lo lindo con su equipo, que ganó 4-2 al Barcelona, con lo que deja bastante bien encarrilado el partido de vuelta. Una vez que finalizó el encuentro estuve departiendo con algunas personas en las inmediaciones del propio palco y luego marché en coche para Capitanía, dejándome ver porque iba de uniforme y con banderín. A las seis y media volví a salir por la puerta de atrás y en el coche de Agudo fuimos, ya de paisano, hacia Murillo para entrevistarme con el general Cabanellas. Si todas las tardes me cunden como la del otro día acabamos con todo este despropósito en menos de treinta jornadas.

Volviendo a lo que nos ocupa, de quien no obtengo información es de Franco. Tengo certeza de que está recibiendo las instrucciones y las notas que aquí vamos produciendo, existen contactos con sus gentes pero es él quien no da señales de vida. Sé que no está en el entorno más favorable si bien eso no es óbice para que arriesgue un poquito y veamos la fórmula de contrastar opiniones. Varela y Galarza trabajan en hallar la manera de sacarlo de Tenerife el día «J», y espero que García Escámez, cuando regrese de su periplo por las tierras del sur y haya conectado en Melilla con nuestras gentes, traiga algún dato que nos permita situar a Franco en el punto exacto donde se encuentra. Las tropas de Marruecos, las únicas que de verdad son unidades de combate, van a ser decisivas en esta batalla pero ya me gustaría saber cómo las vamos a transportar a la península, por ejemplo. Van pasando los días sin avanzar y eso desmoraliza a cualquiera. Por mi parte, tengo el esquema de una directiva que voy a redactar específicamente para Marruecos y en unos días me pondré a la máquina de escribir para dar la forma definitiva.

¿Qué decir de Queipo de Llano? Que es tan impulsivo que le gustaría dar el golpe mañana, ahora que su consuegro se ha ido (o se va a ir, que no tengo certeza todavía) de viaje por Europa para aliviar las penas. Me han comentado que don Niceto Alcalá Zamora está deprimido y asqueado, que reniega de todo y de todos, que está muy solo y que quiere poner tierra por medio antes de que esto estalle. No seré yo quien dé consejos a don Niceto aunque en su culpa lleva la penitencia porque nadie más que él es responsable de que llegara el Frente Popular al Gobierno. Si no hubiera disuelto las Cortes… En fin, ya es historia pasada. Pero Queipo, no sé si movido por esta afrenta, por su carácter veleta respecto a los gobiernos o porque de verdad quiere cambiar este estado calamitoso (o por la suma de las tres variantes), no deja de mandarme señales para que nuestro movimiento progrese. Ha movido algunas guarniciones, se ha visto con muchas personas en esta nueva misión de proselitismo que él mismo se ha otorgado y, como su cargo le permite viajar por toda España sin levantar un ápice de sospecha, está haciendo un papel de primera. Le pedí que viniera a Pamplona para obsequiar una charla a los oficiales que contrarrestara la que dio el general Gómez-Caminero y vaya si la dio. Puso el salón a cien y vino a decir que al Ejército le corresponde no sólo defender la patria del enemigo exterior usando las armas, sino también para poner orden en el interior. Que hora era ya de echar el freno a las barbaries y de decir en voz alta que España debe enderezar el rumbo, y frases semejantes que agradaron mucho entre la oficialidad. Le hubiera gustado hablar más claro pero, según él mismo contó mientras tomábamos un refresco en la terraza del café Kutz, en la plaza del Castillo, no era cuestión de poner sus cartas a la vista pública porque el Gobierno le hubiese destituido de inmediato y ahora disfruta de una situación que ninguno de nosotros tenemos: se mueve a sus anchas y nadie recela de él en las altas esferas del poder.

Por tocar otros puntos, también quiero hacer referencia a Logroño y al Regimiento Bailén, que tan bien conozco por haber estado destinado en él, primero entre 1922 y 1924 y, luego, en 1925. Y también por la posición estratégica que ostenta entre la frontera y la meseta. En Logroño tenemos un buen número de oficiales afectos a la causa que trabajan sin descanso pero nos falta la superioridad, el general Carrasco Amilibia. Reconozco que este hombre es de los que me pueden sacar de las casillas porque es tibio hasta la exasperación y no quiere compromisos con nadie. No sé si tiene algún problema de salud, de ánimo, de melancolía o que, simplemente, es un pusilánime de tomo y lomo. El único hecho cierto es que no hay forma de centrar una conversación con él sobre casi nada. Maíz me ha llevado varias veces a Logroño de manera clandestina pues me he visto con oficiales que están de nuestro lado, a los que envío instrucciones y mantengo informados de los pasos que se van dando. Otras veces he ido en coche oficial porque este regimiento está dentro de mi jurisdicción y cada vez que he tratado con Carrasco Amilibia se apoderaba de mí una sensación frustrante que no me podía despegar. La última suya ha sido decirme que delega en el coronel Moltó cualquier tema de orden interno del Regimiento porque tiene que atender en Bilbao asuntos familiares. Esto lo ha dicho en el Gobierno Militar cuando he ido a verle y me ha dejado de pie, con la palabra en la boca, sin poder responder porque se ha levantado del sillón y ha abandonado la sala donde nos reuníamos. Y lo peor de todo es que Moltó está pendiente de ser relevado porque tiene nuevo destino.

De quien tengo noticias es de Falange Española. Por mediación del general Fanjul se ha presentado en Pamplona el pasante de José Antonio Primo de Rivera, Rafael Garcerán. Nos hemos citado en las oficinas de El Irati, S. A. a media tarde, como de costumbre, ya que el señor Garcerán va a pasar la noche en el hotel La Perla, que es propiedad del suegro del comandante de Caballería José Moreno, uno de los dirigentes de Falange. Parece que el Gobierno va a llevarse de Madrid a Primo de Rivera porque considera que en la capital de España, aunque esté en la cárcel, tiene cierta capacidad de movimiento y logra conectar con sus gentes. Asegura Garcerán que Primo está al corriente de lo que nosotros llevamos entre manos y que apoya lo que hagamos, siempre que vuelva el orden a España. Me ha puesto al corriente de la organización interna de Falange, del número de sus militantes, de las armas que poseen y de cuál puede ser su papel a partir del momento en que nos levantemos contra este gobierno. También me ha comentado que el propio José Antonio Primo de Rivera va a enviar una carta a los dirigentes provinciales de su partido para que estén alerta ante lo que se avecina y colaboren con el Ejército. Dice Garcerán que el hecho de trasladar a Primo hasta la prisión de Alicante —que es donde creen que lo van a llevar— no va a suponer mayor trastorno para una organización que está ya bien entrenada, aunque todas sus sedes estén clausuradas por orden del Gobierno. He escuchado al enviado de Primo con mucha atención y he informado, por mi parte, que está próximo el día en que España vuelva a brotar de sus cenizas. «Para esa tarea de levantar la patria», he dicho, «somos necesarios todos los que en ella creemos, y espero que Falange también lo entienda así». El señor Garcerán se ha mostrado totalmente de acuerdo con esta exposición y hemos convenido en mantener una línea de comunicación a través del capitán Vicario, que es correligionario.

A quien también he conocido ha sido al patrocinado por Emiliano para hacer de taquimecanógrafo, el joven Luis Martínez Erro. Se ha presentado con su padre, el dirigente carlista Martínez Berasáin, y el chico me ha parecido un tipo singular. Es buen mozo, como todos los carlistas que voy conociendo, y lleva unido el bigote a las patillas, lo que le da un aspecto de Tomás de Zumalacárregui inconfundible. Me ha comentado que lleva ese corte de barba en memoria del general carlista, que es su guía y el héroe a imitar. Hemos hecho un pequeño ejercicio en la máquina de escribir Underwood y domina las teclas mucho mejor que yo, que escribo con dos dedos y muchas faltas. Me insiste el joven en que debemos disponer de una guardia que vigile nuestros pasos y los pasos de los que nos vigilan porque, ha asegurado, el gobernador civil tiene media docena de agentes que están día y noche apostados siguiendo nuestras andanzas. En principio no me ha parecido mal la sugerencia porque hay ocasiones en las que uno se cree que por estar en la almena del castillo más fortificado no hay peligro, pero no es así. Peligro hay en todas partes y si con una pequeña entrega se pueden evitar males mayores, no hay que escatimar esfuerzos. Martínez Erro va últimamente armado y tiene un grupo de seis u ocho personas a sus órdenes de quienes asegura que conocen el oficio de dar protección y vigilar. Hemos acordado que comience a venir por aquí en cuanto García Escámez regrese de su viaje.

Lo importante de esta visita ha sido lo que ha relatado su padre, a quien conocí unas semanas atrás a propósito de los movimientos del Gobierno para cambiar a la actual Diputación Foral y Provincial de Navarra, cuando se presentó con el jefe provincial de los tradicionalistas, Joaquín Baleztena Azcárate. Parece que los carlistas locales quieren conferenciar conmigo pero no acaban de recibir la orden de las altas jerarquías de su partido, que no están ni en Pamplona ni en España: en estos días andan casi todos por la parte francesa del País Vasco, según cuentan. Este pequeño problema de comunicación ha hecho que los días vayan pasando y que ambas partes, ellos y yo, trabajemos a nuestro aire en la misma dirección pero sin juntar los esfuerzos. Dice Martínez Berasáin que en el pasado (no sé a cuál se refiere: si al día de ayer, hace dos años o hace diez, cuando yo empezaba a guerrear por Marruecos) ha habido ciertas suspicacias por parte de la Comunión Tradicionalista con mi persona que los hechos se han encargado de desmentir, por lo que ahora será conveniente tener una comunicación más fluida para no solapar iniciativas. Como soy un poco torpe a veces, he tenido que preguntárselo directamente:

—¿Me puede aclarar a qué tipo de iniciativas se refiere?

—General, el carlismo prepara desde hace tiempo un gran movimiento de masas que encabezará su fuerza armada, el Requeté, para librar a España del oprobio que padece.

—Le pido que sea más concreto, por favor.

—Nuestros jefes militares…

—¿Tienen ustedes jefes militares? ¿Quiénes son?

—General: yo no puedo, en este momento, dar toda la información que usted demanda. Sí le puedo asegurar que el Requeté tiene su propia estructura de mando, y como es una fuerza de carácter militar…

—Señor Martínez Berasáin: la única fuerza militar que hay en Pamplona es la que manda quien ahora le dirige la palabra. Todo lo demás pueden ser iniciativas y esfuerzos loables en su empeño, pero están al margen de la realidad de los hechos. Ejército en España, hoy, aquí, en esta ciudad, es el que yo tengo el honor de representar y de mandar. Que no se olvide.

—General: no hay ninguna duda de que usted es la representación en Navarra del Ejército de España, por Dios, ninguna duda. Pero permítame que le informe de que los carlistas tenemos una fuerza de choque, estructurada militarmente y armada en gran medida, que está a la espera de recibir las órdenes para intervenir. Al lado del Ejército, si así fuera posible. Por su cuenta y a su riesgo, si las circunstancias no lo permiten.

—Entiendo perfectamente lo que usted trata de transmitir y espero que haya quedado meridianamente claro lo que acabo de exponer, para que así lo haga saber a la superioridad de su partido.

—No tenga usted duda, general, que así será.

—Y bien: ¿quién es, permítame decirlo de esta manera, el Zumalacárregui local? ¿Quién encabeza la tropa en Navarra?

—General, el Delegado Regional de Requetés es don Antonio Lizarza Iribarren. El Inspector Jefe Militar es el teniente coronel don Alejandro Utrilla. Este último, a quien usted seguramente conocerá, vive prácticamente en la clandestinidad porque el Gobierno le sigue los pasos.

—¿Y el señor Lizarza?

—¿No lo conoce, general?

—No tengo el gusto.

—Permítame, entonces, que le sugiera una entrevista con él porque es persona clave en todo lo que estamos hablando.

—Me parece bien.

—Yo mismo me encargaré de avisarle.

—Mejor, deje sus datos al comandante Fernández Cordón y póngale al señor Lizarza sobre aviso. Nosotros le llamaremos cuando las circunstancias lo requieran.

—Correcto.

—¿Alguna cuestión más, señor Martínez Berasáin?

—Nada más general. Ha sido un gusto y un placer volver a saludarle. Se queda usted con mi hijo Luis que, no tengo duda, sabrá estar a la altura que las circunstancias requieren.

—Así lo espero. Buenas tardes.

Garcilaso está a punto de regresar de Estoril, pero ya me ha puesto en contacto con una alta jerarquía carlista: el bilbaíno José Luis Oriol, que además preside Hermandad Alavesa, la organización que aglutina a todas las derechas en Álava. Tengo entendido que ha sido diputado a Cortes por los mauristas y el carlismo, y es la persona que mayor influencia tiene en la provincia vecina. Nos hemos visto en Irurzun y la reunión ha sido provechosa en extremo porque el señor Oriol, que ha manifestado estar absolutamente de acuerdo con el movimiento que estamos poniendo en marcha, me ha garantizado el apoyo de sus gentes en Álava y sugiere que me entreviste tan pronto como pueda con el diputado por Navarra y dirigente local de la Comunión Tradicionalista, Tomás Domínguez de Arévalo, al que todos conocen como el conde de Rodezno, o Rodezno sin más. Raimundo García me lo había comentado en un par de ocasiones y no veo inconveniente para conferenciar con él cuanto antes. Oriol también ha dicho:

—General: tiene usted mi apoyo y el de mis gentes en Álava, y no dude que todo el carlismo estará de su parte cuando llegue la hora. Esta corriente regeneradora tendrá como motor al Ejército, como usted me indica y yo también creo, pero la milicia necesita un movimiento de masas fuerte, cohesionado, capaz de poner en la calle a una sola voz a varios miles de personas el primer día. Eso únicamente lo puede hacer el carlismo, general, que tiene una milicia entrenada, armada en algunos casos y dispuesta a dar su vida por Dios y por España. Y por su Rey, que no se le olvide.

—Nosotros, desde las fuerzas armadas de la patria, sabemos que una acción del tipo que pretendemos necesita del apoyo civil, qué duda cabe. Pero siempre, siempre, señor Oriol, supeditada al Ejército, que es quien lleva el mando de la operación.

—Estoy en total acuerdo con usted, general.

Hemos quedado en seguir conversando. Creo que ha llegado la hora de conocer de primera mano qué es lo que pretende el carlismo. En cuanto don Raimundo García regrese de Estoril y me ponga al día de las intenciones del general Sanjurjo, veremos los pasos a dar.

Mientras llega ese momento, he preparado la Instrucción Reservada Número Tres, continuación de las anteriores, que dice lo siguiente:

Primero.- Tener redactado, y a ser posible cifrado de antemano, el telegrama ordenando a las Guarniciones de la División la declaración del estado de Guerra y movilización. Estos telegramas deben confirmarse por escrito y ser enviados mediante agentes civiles o militares de absoluta confianza.

Segundo - No se dará cumplimiento a ninguna orden verbal, como no sea transmitida por persona conocida de antemano o debidamente autorizada por escrito, firmado por quien la remite.

Tercero.- Tener redactado, y a ser posible cifrado de antemano, el telegrama dando cuenta a las demás Divisiones de cómo y por qué se ha iniciado el movimiento. En estos telegramas no se detallarán los planes de movilización ni movimientos de fuerzas, pero sí el objetivo final.

En Madrid a junio de 1936.

EL DIRECTOR.