VII

Revelaciones

En el diario El Impulso, Barquisimeto, Venezuela, Octubre 31 de 1997

Aunque el autor lo niegue, tengo la impresión de leer un libro dictado por Lucifer en las madrugadas de un impertinente insomnio acicateado por feroces depresiones y profundas fallas en la geología del espíritu del poeta.

Con la benévola anuencia del lector, voy a permitirme reseñar aquí lo que me gustaría denominar «percepciones literarias» de un libro como pocos abundan en el panorama de la creación poética venezolana de los últimos tiempos. Se trata, efectivamente, de Revelaciones (Edición del «Pen Club de Venezuela», Caracas, 1997). ¿Qué más señas para el lector interesado en adquirir un ejemplar de este auténtico pandemonio de satanismo lírico?

Como asiduo lector de la obra en marcha que viene ejecutando Alberto Jiménez Ure a lo largo de su ya dilatada práctica escritural, pienso que las «aclaratorias» contenidas en el pórtico están demás. Me explico: ¿quién no sabe, en este país, que Jiménez Ure es un heraldo atormentado por los más candentes temas de la poesía de raigambre filosófica? El que conozca algún libro de poesía de este singular bardo de las letras nacionales, a poco que se adentre en él, no tardará en advertir que la multitemática preocupación del escritor aborda esferas tan trascendentes de la existencia humana como:

  1. «Dios como reverso del Diablo»;
  2. «el sinsentido que comporta el curso más o menos normal de la especie humana por nuestra miserable carroña cósmica»;
  3. «la urgencia de persuadir a las futuras generaciones humanas de la legitimidad de abolirnos por nuestras propias manos, tan pronto tengamos conciencia de la inutilidad del Ser»;
  4. «el Mal como iluminación para la redención ética y estética del individuo consagrado al cultivo de la belleza» y
  5. «el anticlericalismo radical como conciencia lúcida ante la infección del dogma fundamentalista, sea este teológico y a-teológico».

En fin, la poética de Jiménez Ure es genuino desacato a todo autoridad. En Revelaciones se transpira un aire de intenso lirismo ácrata, una especie de acentuada vocación libertaria, o, mejor dicho, anti-autoritaria por antonomasia. No sé, pero pareciera que Jiménez Ure fuera un «anarquista de Derecha», si tal cosa pudiera ser.

Lo que si queda evidenciado, al trasluz de una reiterada lectura de Revelaciones, es su insistente afán por resguardar de las acechanzas del poder, en sus más heterogéneas formas, los espacios vitales del librepensamiento. Pudiera decirse que este escritor discierne una intrínseca relación entre el Poder, como máxima expresión de la acción, en tanto que materialización de la alienación o enajenación. No obstante, de igual modo, el reconocimiento que hace el poeta del símbolo y la imagen metafórica como concisión de posibilidad para la «auto-emancipación del Ser»; el poeta es enfático al afirmar que la Palabra antecede a las palabras, el Verbo adquiere en sui géneris carácter fundacional. Es como si todo lo imaginable pudiera, en consecuencia, sugerir o producir uno o múltiples sentidos: de allí la naturaleza polisémica del verso-librismo de este aeda.

Que Jiménez Ure es un «parricida», bueno, si; a qué negarlo. Acaso la irreverencia iconoclasta y malditista de la prosa poética ureana no lo distingue de la abominable horda de idólatras, aduladores, lamesuelas del poder instituido que —para escandalizar ingenuos— invoca el Bien de una entidad espuria que porta en su interioridad su antítesis negadora y/o superadora. Dicho en palabras de José Antonio RAMOS SUCRE: «El Bien es el Mal menor». Expresión lacónica, pero definitiva y lapidaria que el autor de Revelaciones suscribe en su íntegro y cabal sentido filosófico y literario. Con razón los «marxistas» de este país alguna vez quisieron llevar «a la hoguera, en plaza pública», a este hereje de la Literatura Venezolana. Ahora, leyendo este libro de poesía, confirmo su «adhesión incondicional al Supremo Proyecto de Extinción» (ob. cit. p. 19).