¿Quién es ese tal Jiménez Ure?
(En los diarios El Impulso, Barquisimeto, Julio 16 de 1966 y Frontera, Mérida, Venezuela, Marzo 13 de 1997)
Es imposible que «pase desapercibido» por entre la hojarasca del inefable mundillo de la Literatura Nacional. Es el único escritor vivo, entre los nativos de esta «Tierra de Gracia», que ha tenido la osadía (valentía) de reclamar para sí el estatuto poco frecuente de «escritor de derecha». Porque, en nuestro remedo de país, escritor equivale a ser, más o menos, «de izquierda» (por aquello según lo cual escribir es un acto de insubordinación frente a los poderes establecidos).
Pocos intelectuales en Venezuela asumen, sin vergüenza de ninguna índole, la peligrosa condición de pensador «fascista»: «escéptico» y «pesimista ultramontano» en medio de tanto «izquierdismo teórico de pacotilla y bobalicón». Es, verdaderamente, asombroso que un escritor como Alberto Jiménez Ure ponga al servicio de sus convicciones políticas y filosóficas toda la cosmovisión que ostentan sus textos: ensayos, cuentos, novelas y artículos de opinión desparramados en la prensa nacional y revistas internacionales (de Colombia, Argentina, España y EEUU). Quisiera dejar constancia aquí, en esta breve crónica literaria, de mi admiración intelectual por este solitario de la Literatura Venezolana, por un esteta (cultor de la belleza) de la palabra escrita: por su terquedad en forjar una obra de creación, sin apoyo de los grandes centros burocráticos de la «Cultura Oficial» caraqueña que —al fin y al cabo— es la que subsidia y financia mediante padrinos y mecenas.
Cuando nuestros novelistas, cuentistas, poetas y ensayistas celebran y aplauden al bodrio «seudodemocrático de mecenazgo culturoso que mingonea» a la fatua élite culturocrática capitalina, nuestro Ciorán venezoano incendia las praderas de la modorra y el bostezo que signan las «artes verbales» de nuestro país. Y, conste que no pertenece a ningún «taller literario» ni grupo cultural alguno. Siempre se la pasa solitario, como extraviado, por entre las calles neblinicias de un perdido pueblo de Los Andes Venezolanos.
Muchas veces ha sido amenazado de muerte por culpa de lo que escribe, pero él como si nada: nunca se amilana y jamás lo he visto avergonzándose, abominando de una de sus comas o tildes, ni siquiera de algún signo de puntuación de su lacerante y perturbadora obra literaria y política. Jiménez Ure no parece de aquí; se me antoja, más bien, un «poeta maldito» del Romanticismo Francés del Siglo XVIII. A este escritor proscripto en las escuelas de letras de nuestro país, le encanta estremecer al somnoliento espíritu literario nacional: hoy envilecido por tantos escritorcillos y literatotastros que pululan cual enjambre de idiotas ilustrados, en revistas, suplementos y editoriales, con el fin de hacernos comer gato por liebre a los lectores, cosa muy difícil en espíritus librepensantes y avisados.
Si Ud., improbable e hipotético lector de estas líneas, aún no conoce la narrativa de Jiménez Ure, busque en la primera librería que encuentre a su paso una antología de sus cuentos o una de sus novelas. Para comenzar, Aberraciones o Dionisia no estaría mal: dos libros paradigmáticos que expresan, en su máximo esplendor, la Estética de la Podredumbre, del Apocalipsis, de la Tanatocracia, del Mal como único tema digno de ser tratado literariamente.