Manu me lo planteaba una y otra vez:

—Dan tanto trabajo los niños que uno no puede andar como tú pensando en quién eres, sólo tienes que estar, que es mucho más fácil que ser.

—(…)

—Y encima te llevas un polvo de regalo. O mejor, unos cuantos mientras le dices al semental que aún no tienes garantías de haberte quedado preñada.

Manu y Marta son padres de dos niñas mágicas, Candela e Itxi, pero Manu tampoco es un prescriptor de la paternidad al uso.

—Si vas por la vida buscando certezas, no las vas a encontrar en ningún lado. Tú necesitas querer, Mica, y dejar de exigirte tanto.

—(…)

—Deberías irte de copas y follar hasta quedarte preñada.

—(…)

—Y si es alto y guapo, mejor. Mejor polvo, mejores genes.

—(…)

—Pero lo ideal es que te quedes preñada de Miguel, que para eso está. Te quiere, tiene buenos genes y le sobra la pasta.

—(…)

—Ahora en serio, Mica, ¿de verdad no te apetece?

—Que no quiero tener un hijo. Lo que quiero es que dejéis de intentar arreglarme la vida, que las vidas no tienen arreglo, sólo hay que vivirlas, joder.

Y aquel día, Manu sonrió triunfante, porque me había llevado justo donde quería. A que me gustaba mi vida, a que la había elegido yo.