Manu no lo entendía. «Entre un trabajo mediocre en Madrid, y el hombre perfecto en Girona, te quedas en Madrid. ¿Por qué?».
—Oye, que no tiene que ver con el curro, que si lo mezclas parece que Miguel es un plan de pensiones.
—Ésa es otra de sus virtudes.
—Que no, Manu.
—Pues dime por qué es una relación imposible.
—Porque a Miguel le quiero pero no le deseo. No puedo acostarme con él.
—Pero si los dos me habéis contado que follabais hasta cuando os separasteis.
—Sí, pero ahora no consigo desearlo. Mi cuerpo se niega por completo.
—(…)
—Pienso en él y mi mente ve una polla flácida.
—¿Pero porque a él no se le levanta?
—No, no; porque es como le veo.
—No lo entiendo.
—Hay hombres de sofá, de acurrucarse, y tíos de cama, cómoda y pared.
—Ya, y de suelo, y de hacerte daño.
Hace casi veinte años que me enamoré de Miguel. Y puedo hacerlo todo con él feliz y en paz: irme de viaje, charlar, estar con Clara, llorar, reír, ir al cine, comer, leer, callar… Puedo hacerlo todo menos besarle con ganas y hacerle el amor o dejar que me lo haga. Soy incapaz. Con él soy una eunuca.