Daba más lata Miguel, que había roto con Leire y me había informado por un SMS. «Cuando encuentro una mujer diez, la multiplico por cero».

Así empezó una conversación que nos llevó meses. Miguel quería consultarme, proponerme, convencerme…

Su padre estaba a punto de jubilarse y Miguel se planteaba venderlo todo.

«Estoy cansado, Mica, como si tuviera treinta años más de los que tengo. Pienso siempre en aquel viaje que hicimos por Estados Unidos como la época más feliz de mi vida. Y en volver».

—¿A Estados Unidos?

—No, a ti, a nosotros, a los jóvenes que fuimos.

—Pues sí que parece que tengas treinta años más…

—Lo digo en serio, Mica.

—(…)

—Sueño con una casa en Girona, con que nos vayamos a vivir allí y tú escribas.

—Yo no voy a escribir. Qué manía…

—Vale, pues que no escribas, pero que vivamos allí, solos, con Clara, claro, pero solos. Con perros, con paz, en silencio… Paseando, leyendo, cocinando…

Sonaba tentador, era tentador, pero no era serio. Clara con nueve años y dos adultos arrastrándola a sus fantasías absolutistas de la vida al margen de todo. Nosotros con una relación que era cariñosa, estable, buena y… No era. Era imposible.