TU HUECO

Por las noches,

cuando acabo con mis trabajos,

mis escritos,

mis lecturas,

mis deberes,

y mis líos,

justo antes de empezar con mis sueños,

te hago un hueco:

Pienso en ti,

en el tiempo que hace que no te veo,

en el tiempo que queda para verte,

en lo que haces tú

con tu tiempo.

Cierro los ojos y,

sobre ese fondo negro,

te imagino

(no te veo)

e intento imaginar qué piensas tú,

adivinar si me piensas.

No.

No lo creo.

Cada vez te veo más lejos.

Es demasiado silencio.

Tú no quieres querer.

Creo.

O no quieres quererme.

O no me quieres.

O no lo sé.

O no lo veo.

Y te alejas.

Yo me quiero acercar,

verte,

olerte,

conocerte,

probarte,

morderte.

Despertar tu sonrisa,

provocarte el sexo,

averiguar si podría quererte.

Y tú te vas

(siempre te estás yendo).

Te callas,

te alejas.

Y a veces vuelves,

casi incapaz de no hacerlo.

Vuelves,

te vas,

te vas.

Te callas.

Te vas.

Los dos sabemos que

podrías quedarte,

un poco,

bastante,

más.

Podrías arriesgarte a

querer.

A querer estar lejos

y a disfrutar estar.

A estar cerca.

Los dos

sabemos

que

que

¿Qué?

que no,

que no vamos a poder,

que no podemos querernos.

O que no queremos.

O que ya no sabemos.

Que nos da miedo.