Indicaciones: acoso, pánico, depresión. «Son quince días los que tardan las pastillas en hacer efecto». Eso me dijo David. Fuera verdad o placebo, yo a los quince días, me duché, me vestí y me fui a trabajar.
El trabajo es salud.
Trabajar cura y los jefes matan.
—Esa frase es bonita, pero no te la crees ni tú.
—No.
En el jardín de casa de Miguel, Ana y yo bebíamos un zumo de zanahoria y sonreíamos al mundo. Ella acababa de volver de Puerto Rico para intentarlo una vez más en Madrid con un novio brasileño.
—Te tenías que haber quedado con tu primer jefe.
—Y con mi primer marido.
—Igual es que andas buscando una perfección que no existe.
—Igual es que ando buscando el récord de imperfección.
—No puede existir nadie más patético que el tipo de las uvas peladas.
—Calla, que mañana vuelvo a currar.
—Ya, pero el tío debe de estar esperando un burofax de tu abogado. Te lo encontrarás escondido o acojonado. No te va a hacer nada.
—No, yo creo que no. Aparte de que estoy a punto de firmarle un acuerdo que le va a ahorrar varios millones de euros.
—¿Y cuánto te quedas?
—Las gracias.
—Oye, Mica, que estás empastillada con los antidepresivos e igual es mal momento, pero… ¿y Miguel qué?
—Nada.
—Mica, que vives en su casa y que le acaba de dar una hostia a un tipo del Ibex sólo por amor.
—(…)
—¿Estáis durmiendo juntos?
—Durmiendo.
—¿Y?
—Durmiendo.