Manu está empeñado en recordarme que él me desaconsejó el cambio. Y reconoce que fue por egoísmo, que le aterraba quedarse solo en aquel nido de víboras, aunque no esperábamos que yo cayera en brazos del escorpión.
—Venga, va, define acoso, Mica…
—No me jodas, Manu.
—Que sí, tanto jefe ligón… Tú ya sabes lo que pienso de las «entraditas españolas», de esos coqueteos casi deportivos, que son inocuos.
—Ya.
—Y lo que pienso también de las mujeres que van de víctimas y de guapas y se inventan acosos donde sólo hay juego.
—Ya.
—No me digas «ya», coño. Define acoso tú, venga, que yo soy tío y no puedo.
—Sí puedes.
—No, porque en este mundo políticamente correcto y patéticamente incorrecto, los tíos no podemos hablar de ciertos temas.
—… No sé, Manu, para mí es acoso cuando, de verdad, un tipo con la capacidad para hacerte daño profesionalmente te amenaza si no le sigues el rollo.
—Con lo lista que eres para algunas cosas, lo mal que te explicas en otras, Mica.
—(…)
—Tú has sido víctima de acoso, Mica, eso lo tengo claro, pero la definición no vale, que te ha quedado de colegio de monjas.
—Uf… Por partes. Lo primero es que tiene que existir esa relación, que el tipo tenga capacidad de joderte la vida.
—Poco fina, pero más clara.
—Lo segundo es que te lo recuerde cuando lo rechazas. No necesariamente exige que te acuestes con él, sino que le aguantes humillaciones ridículas.
—Vas mejor.
—Voy a la RAE, que me tienes harta. «Acoso sexual: El que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza se halla en posición de superioridad respecto de quien lo sufre».
—(…)
—¿Estamos de acuerdo? Gustarle a tu jefe, que te entre, no es acoso. El acoso exige amenaza de represalias y una posición de poder.
—Tampoco dice eso el diccionario.
—Pues debería. No es acoso gustarle a tu jefe de verdad. Pero yo a Jacobo no le gustaba…
Manu dice que si nos reímos lo exorcizo, y yo no sé cómo demonios ha conseguido conjugar el verbo «exorcizar» sin haber bebido más que una copa, pero los dos sabemos que estoy procrastinando nerviosa, que no quiero hablar de Jacobo, que aún tengo miedo.
Respiro.
Ya.
Fue hace diez años.