Y el sexo, a veces, no va solo.

Parece hasta soberbio hablar del sexo que negué, y del que tuve en aquellos primeros años de ejecutiva inconsciente y feroz. La verdad es que fue sexo y también fue desamor. Porque el desamor es a veces desamar a alguien, dejarle de querer, pero también lo contrario del amor, su ausencia, el vacío que sientes y no llenas.

«Repite conmigo, Mica, que “siento y no lleno”. Que es muy pesada esa manía tuya de hablar en segunda persona del singular de las cosas que te pasan a ti».

Ana lleva toda una vida intentando que asuma la primera persona y no hay manera. «Pues vas dada, tía. Lo externalizas para no aprendértelo y estás condenada a repetirlo».

Ana ya era sabia.

Pero nada. Esto del dolor lo pronuncio en segunda persona aunque de vez en cuando me corrijo. «Que no a todos los tíos los dejas tú como si nada. O yo, mejor dicho. No a todos los tíos los dejaba yo como si nada, algunos me dejaban a mí y me dejaban arrasada y yerma. Todo muy dramático, muy intenso, nada que no se pudiera resolver en una sesión de paz con Ana y de copas con los chicos. Con la complicidad y las risas de mis amigos y un par de pelis buenas».