Igual un CV no es el sitio para ser totalmente honesto, pero tampoco mi curso de Londres era de esos que garantizan la formación de los futuros gobernantes del planeta. De la London School of Economics, que queda estupendo escrito, pero pequeñito y facilón, poco más que una excusa perfecta para que yo me reinventara y volviera a ser yo misma, o la mejor versión de mí: «Alegre, inteligente y empeñadita», en definición de mi madre. «Fumada tienes tu punto», en definición de mis hermanos.

Funcionó.

Ella sabía que iba a funcionar. Porque mi madre huele, olía, perdón, la felicidad y la tristeza. Así que tampoco tuve que renunciar a mi orgullo y confesarle que había acertado, ella lo sabía, como lo sabía casi todo. Me llamaba por teléfono y mis monosílabos eran oficialmente los mismos que en Madrid: «Bien», «sí», «no». Pero cambiaba el tono, la sonrisa y la piel.

Sobre todo la piel.

It is not brown, it’s olive. Better than olive. Silky, sweet and beautiful.

A Andreas le gustaba mi piel. A Mike le gustaban mis ojos: «Big, brown, sad eyes. Just like Bambi’s». Y, sí, para mi pasmo y mi aguda alarma anticursilería empezó a llamarme Bambi. Sólo que a un noruego rubio, alto y dulce se le perdona todo. Y, además, era un noruego inconformista y tarareaba a The PoguesA pair of brown eyes»), que habían demostrado que la dulzura también podía ser punkie, sufriente y reivindicativa, y que la música podía cambiar el mundo.

En clase y fuera de clase, Andreas y Mike me devolvieron mi cuerpo y mi sonrisa. Andreas sin tocarme y Mike tocándolo todo. Andreas y Mike eran hermanos, universitarios y amigos. Y cada uno quería a su manera.

Al principio, me dio pereza todo el lío, el lío de tener un lío. Y de entenderlo. Recuerdo los mensajes de Manu, muy cortos, muy certeros, interrogantes e incómodos: «¿Te estás tirando a los dos a la vez?». «¿Eliges o qué?». «A cuál de los dos noruegos vas a helarle el corazón?».

Y yo no le contestaba porque no sabía las respuestas y, cada vez más alegremente, tampoco hacía ningún esfuerzo por averiguarlas.

Tengo excusa: no elegí yo, eligió mi cuerpo; no mentí yo, mintió mi imaginación. A Andreas llegué a decirle que era virgen y católica, casi mártir. «You know… Spain is mainly a Catholic country». Luego le tuve que contar que había sido una broma. Luego, digo, cuando ya llevaba semanas haciendo el amor con su hermano. Porque de Mike no estaba enamorada, pero hacíamos el amor. Y él no estaba enamorado de mí, sino de mi tristeza.

Y mi tristeza no era yo. Y cada vez estaba más lejos.