Manu sigue en Lucas.

—¿Y a los veinte no es medio raro tirarse a uno de cuarenta?

—No sé si es raro, pero en la cama era increíble.

Lo digo para ponerle nervioso, porque en realidad recuerdo ternura y no excelencia, pero me gusta chinchar a Manu. Manu es paciente y sabio, y en él tengo delegado todo mi sentido común. Pero ése es Manu en horario laborable, y también el Manu que se frena delante de Marta. En cambio, cuando estamos solos o con Diego, alguna noche de celebración y sinceridad extremas, le sale su lado hardcore, más bruto, más auténtico y más libre, y hablamos mucho de sexo. Mis amigos entienden bien sus almas y sus cuerpos, y se ponen en mi lugar y, a la vez, en el de los tíos con los que me acuesto, y me quieren y me respetan muchísimo más que mi yo autodestructivo y seco.

Manu cree que, de todos modos, me podía inventar una vida intensa, dramática y apasionante. «Sí, Mica, una llena de tíos a los que te has tirado y jefes a los que has abandonado». Puede ser. Y puede, también, que yo no recuerde bien cómo era Lucas en la cama porque desde que tuvimos el accidente no volvimos a follar.