Redactar el CV, repasar tu vida, es un deporte de riesgo: caída libre por la nostalgia, la culpa y el arrepentimiento. Pero yo tengo red, redes, como Manu. Me vigila esta tarde para hacer balance de mi naufragio y recomponer, como pueda, a su amiga la pupas, la mujer que se tropezaba con las puertas, los jefes y los hombres. La huérfana desempleada que se aloja en casa de su ex.

—Lo de Lucas no me lo habías contado —protesta leyendo por encima de mi hombro—. ¿Pero tú a cuántos tíos te has tirado? ¿Te lo tiraste ese primer día?

Manu, y esto le va a molestar, tiene un punto morboso. Igual es porque es un crack del Excel y para él lo primero son los números: tantos hombres, a tantos polvos de media, es igual a… «¡A nada!», le regaño.

Es lo del Excel y que lleva un montón de años casado (casado felizmente; felizmente para él, para Marta y para todos los que les queremos). Pero también es, sin más, que a Manu le gustan los detalles escabrosos.

—Mica, ya te vale, desde el primer trabajo… Tía, donde tengas la olla no metas la polla…

—Donde tengas la placa no metas la estaca.

—Si al final vas a tener talento de escritora, que haces rimas y todo… Anda, cuéntame tu vida mientras yo cuento tus polvos…

Me hace gracia que Manu piense que follo y siempre he follado todo lo que quiero y un poco más. Ojalá. Ya me gustaría. Ya me hubiera gustado.