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Pasadas las cuatro de la madrugada, me puse a tocar el piano en el bar del hostal Washington Inn (tristes blues de Big Joe Turner y de Blind Lemon Jefferson). Más de un cliente debió de acordarse de mis parientes más próximos.

Trataba de encajar las piezas dando vueltas y más vueltas a los tres o cuatro datos sólidos de la investigación.

Unos asesinos que actuaban aquí y en California; que conocían perfectamente los lugares de los crímenes y los métodos de los forenses de la policía.

Unos monstruos que actuaban de acuerdo al síndrome de los gemelos.

La casa «fantasma» del bosque.

El harén de Casanova, formado por mujeres extraordinarias…

El doctor Wick Sachs era un profesor universitario de dudosa moral y conducta irregular. Pero ¿era él el frío y desalmado asesino? ¿Era él el monstruo que había secuestrado a más de una docena de jóvenes en la zona de Durham y Chapel Hill? ¿Era el Sade de nuestro tiempo?

Yo no lo creía. De lo que estaba casi seguro era de que la policía de Durham se había equivocado de hombre; de que el verdadero Casanova rondaba por allí riéndose de todos nosotros. Y lo peor era que acaso estuviese acechando a otra mujer.

A media mañana, visité como de costumbre a Kate en el Centro Médico. Seguía en coma profundo. La policía de Durham había retirado al agente que vigilaba frente a la puerta de su habitación.

Me senté junto a la cabecera de la cama y traté de no pensar en cómo había sido. Le tuve cogida la mano durante una hora y le hablé. Era una mano casi inerte. Echaba mucho de menos a Kate. No reaccionaba, y eso me producía un doloroso vacío interior.

Habría querido seguir junto a ella, pero no tenía más remedio que volver a concentrarme en mi trabajo.

Desde el hospital, Sampson y yo fuimos a Chapel Hill, a casa de Louis Freed, a quien le había pedido que me preparase un detallado mapa de la zona del río Wykagil.

El viejo profesor de Historia, ya casi octogenario, había hecho un buen trabajo. Confiaba en que su mapa nos ayudase a Sampson y a mí a encontrar la casa «fantasma». La idea se me ocurrió después de leer varios artículos de prensa acerca del asesinato de Roe Tierney y de Tom Hutchinson, hacía más de doce años. Encontraron el cuerpo de la joven «cerca de una granja semiabandonada en la que, en otros tiempos, los esclavos fugados se escondían en grandes bodegas que eran como casas subterráneas con multitud de dependencias».

¿Casas subterráneas?

¿La casa «fantasma»?