Kate se levantó lentamente después de una hora de meditación. Seguía un poco aturdida, pero se sentía mejor, con mayor dominio de sí misma.
Decidió buscar la mirilla (porque estaba segura de que tenía que haberla). La habitación medía exactamente 3,5 x 4,5 m. Lo había comprobado varias veces. En un pequeño hueco había una taza de retrete.
Kate examinó la pared milímetro a milímetro, en busca de la más pequeña grieta, pero no vio nada. El desagüe del retrete parecía ir a parar directamente al subsuelo. En aquella parte de la casa no había cañerías.
«¿Dónde me tiene encerrada? ¿Dónde estoy?».
Le lloraban los ojos a causa del acre olor que sentía al arrodillarse junto al asiento de madera y asomarse al negro agujero. Había aprendido a soportar los olores más desagradables y, por consiguiente, sólo le produjo una leve arcada.
La abertura parecía dar a una superficie que debía de estar a unos tres o cuatro metros.
¿Qué habría abajo?, se preguntó Kate.
El agujero era demasiado estrecho para poder pasar por allí, aunque se despojase de la ropa.
Aunque… acaso pudiera. No había que darlo por imposible de buenas a primeras.
Entonces oyó su voz. Lo tenía detrás. Se le encogió el corazón y se sintió desfallecer.
Allí estaba otra vez, sin camisa. La musculatura de su plexo solar y de sus muslos era espectacular. Llevaba otra máscara, una máscara de facciones crispadas. Era negra, con rodales de color blanquecino y escarlata. ¿Estaría furioso? ¿Utilizaba las máscaras para expresar sus estados de ánimo?
—Ésa no ha sido una de tus mejores ideas, Kate. Ya lo han intentado otras más delgadas —dijo en tono burlón—. Y yo no voy a bajar ahí para ayudarte a volver a subir. Es… perdona que lo exprese de este modo, una mierda de muerte morir así. Piénsalo bien.
Kate fingió tener dificultades para levantarse y sufrir un acceso de náuseas. Lo hizo lo mejor que pudo para resultar convincente.
—Estoy mareada, tenía ganas de vomitar —le dijo a Casanova.
—No dudo de que estés mareada. Se te pasará. Pero no es ésa la verdadera razón por la cual te has arrodillado junto a la taza. Dime la verdad.
—¿Qué quieres de mí? —le preguntó ella.
A juzgar por su tono de voz, parecía otra persona. Aunque acaso la droga hubiese distorsionado su sentido del oído y fuesen figuraciones suyas, el caso es que parecía otra persona. ¿Sería un esquizofrénico?
—Quiero estar enamorado. Quiero volver a hacer el amor contigo. Quiero que te pongas bonita para mí. Quizá alguno de los preciosos vestidos de Niman Marcus. Tu ropa interior de fantasía y tacón alto.
Kate estaba aterrada y sentía repugnancia, pero procuró no exteriorizarlo. Tenía que hacer o decir algo que lo alejase de ella de momento.
—No estoy de humor, cariño. No me siento con ánimo de vestirme —dijo Kate, sin poder disimular del todo el sarcasmo que entrañaban sus palabras—. Me duele la cabeza. ¿Qué tiempo hace? Porque aquí, sin salir, ni siquiera sé si es de día o de noche.
Casanova se echó a reír.
—Hace uno de esos días radiantes, típicos de Carolina. Estamos a casi treinta grados. Uno de los días que ha hecho mejor tiempo este año.
Súbitamente, la levantó del suelo con una mano, tirando de su brazo derecho con violencia, como si quisiera arrancárselo.
Kate gritó de dolor. Se enfureció tanto que catapultó el brazo izquierdo hacia él y logró moverle la máscara hacia un lado.
—¡Estúpida! ¡Imbécil! —le gritó él—. ¡Es impropio de ti!
Kate vio la pistola con la que le disparaba el anestésico y comprendió que acababa de cometer un grave error. Casanova apuntó a su pecho y le disparó.
Ella trató de mantenerse en pie, pero el cuerpo no le obedecía y se desplomó en el suelo.
Casanova estaba muy furioso. Kate lo miró horrorizada mientras él la emprendía a patadas con ella. Le dio en la boca con tal fuerza que le hizo saltar un diente. Notó el sabor a sangre. Le silbaban los oídos y comprendió que iba a perder el conocimiento de un momento a otro. Procuró retener lo que había visto bajo la máscara.
Casanova sabía que había logrado ver parte de su rostro.
Una suave y sonrosada mejilla, sin barba ni bigote.
Y su ojo izquierdo… azul.