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«Estoy viva, pero… ¡en el infierno!».

Kate McTiernan estaba sentada en el frío suelo, con el mentón apoyado en las rodillas. Temblaba. Estaba segura de que la habían drogado. Tenía fuertes temblores y continuas náuseas.

No sabía cuánto tiempo había dormido ni qué hora era. ¿Estaría observándola a través de una mirilla? Casi podía sentir sus ojos fijos en ella.

Recordaba los más crudos y odiosos detalles de la violación. La sola idea de que aquel monstruo la tocase le resultaba repulsiva. La ira, la culpabilidad, la violencia de que había sido objeto se agolpaban en su mente. Notaba que una descarga de adrenalina recorría su cuerpo.

—Dios te salve, Maria, llena eres de gracia, el Señor es contigo…

Creía haber olvidado rezar. Confiaba en que Dios no la hubiese olvidado a ella.

Le daba vueltas la cabeza. Estaba claro que lo que él se proponía era quebrar su voluntad, vencer su resistencia. Ése era su plan, ¿verdad?

Tenía que pensar, obligarse a pensar. Lo veía todo borroso. Las drogas. ¿Qué droga le habría administrado? Quizá forane, un potente miorrelajador que se utilizaba antes de la anestesia. Se comercializaba en frascos aspersores de 10 cm3. Se podía rociar el rostro de la víctima o un paño que luego se le aplicase en la boca. Trató de recordar los efectos posteriores a su administración. Temblores y náuseas. Sequedad de boca y garganta. Disminución de la capacidad intelectual durante uno o dos días. ¡Ésos eran los síntomas que tenía!

«¡Es médico!». Aquel pensamiento la estremeció. ¿Quién sino un médico tenía fácil acceso a una droga como el forane?

En el dojo de Chapel Hill se enseñaba a controlar las emociones. Había de sentarse uno frente a una pared pintada de blanco del dojo y permanecer inmóvil aunque deseara o necesitara moverse.

Estaba empapada en sudor, pero decidida a que aquel malnacido no minase su fuerza de voluntad. Podía ser increíblemente fuerte cuando lo necesitaba. Gracias a su fortaleza logró terminar sus estudios de medicina, a pesar de no tener dinero ni facilidades de ningún tipo.

Permaneció en posición de flor de loto durante más de una hora. Respiraba de forma pausada, procurando desechar de su mente el dolor, la náusea y la violación. Se concentró en una sola idea: escapar.