VERDADES Y MENTIRAS
CLUB EROTIC, LUGO
Recostada en la cama y empujando a su reina contra las negras, en un desarrollo del ataque Parham, Alexandra Cardona medía sus neuronas contra el programa de ajedrez de su teléfono móvil cuando el mensaje de llamada entrante ocupó la pantalla. Se enfadó por la interrupción. Tenía un mate de pasillo casi listo…
—¿Aló?
—Álex, soy Mery. Necesito que salgas al aparcamiento del club sin que te vean. Estoy aparcada al fondo, bajo los árboles. Date prisa, no tenemos mucho tiempo.
La Hechicera se calzó las zapatillas, se asomó al pasillo y cuando comprobó que no había nadie, bajó al aparcamiento del club. En cuanto las dos se reunieron en el coche de Luca, la agente sacó el abultado dosier de documentos y lo dejó sobre el regazo de la colombiana.
—Acabo de regresar de Madrid, donde un amigo me ha conseguido toda esta información sobre el Erotic y el Reinas. Creo que ya he identificado a alguno de los tipos que tienes grabados. Pero también he averiguado muchas cosas sobre Granda y el que tú llamas jefe de Extranjería. Aquí nadie es quien dice ser.
—Vaya descubrimiento —respondió Álex con desinterés—. Yo no necesito ir a Madrid para saber que aquí todos nos mienten.
—No me refiero a eso. Mira —dijo Luca extrayendo uno de los informes del dosier—. Granda estudió Informática de empresa y administrativo, pero lo dejó muy joven para empezar a trabajar en el sector de la construcción, no es raro que conozca a muchos empresarios y constructores. Sin embargo, decidió que la prostitución daba más dinero que el ladrillo y compró su primer burdel en Ourense.
—El club Raposo, ya lo sabía. Podía habérmelo preguntado a mí.
—Eso no es importante. Lo importante es que se asoció con un tal Charly para hacerse con este club, que en aquella época se llamaba Escorpión, pero ninguno de los dos era propietario: solo lo tenían alquilado con opción a compra a un tal Manuel Rodríguez, alias el Increíble, que también es dueño de un montón de burdeles en toda Galicia. Fue entonces cuando conocieron a don José, el del Reinas, que estuvo trabajando aquí de camarero antes de montar su propio club.
—Eso también lo sabía. Sigue sin decirme nada nuevo.
—¿Y sabes quién es Charly?
—Sí. Viene por aquí de vez en cuando. Es un vip, pero solo sé que fue socio de Granda.
—Pues resulta que es una pieza de cuidado. —Luca abrió otra de las carpetas—. Estos son sus antecedentes policiales: abril de 2003, detenido por delito de lesiones; marzo de 2003, detenido por delito de estafa con tarjetas de crédito, etcétera. Lo curioso es que el tipo siempre consigue librarse de todos los cargos. Debe de tener muy buenos contactos.
—Vendrá de buena cuna —añadió Álex, que todavía no se sentía impresionada.
—Para nada. Nació en Baamonde en diciembre de 1975 y con dieciséis años empezó a trabajar en una empresa de hierros. Después de hacer el servicio militar estuvo un año en la construcción, y con veintiuno el Increíble lo contrató como camarero en uno de sus clubs: el Palacio. A partir de entonces Charly comenzó a ascender en el negocio de la prostitución. También trabajó en el Luxo, de Teixeiro, y aquí, cuando aún se llamaba Escorpión. Y cuando don José se marchó para montar el Reinas, Charly se convirtió en el nuevo encargado. Pronto le propuso al Increíble pagarle un alquiler por el local del club, a cambio de hacerse responsable de su gestión. Pero Charly tenía otra forma de hacer las cosas, y ahí empezaron los problemas.
—¿Qué problemas? —preguntó Álex, que empezaba a mostrar interés por todo lo que había averiguado aquella camarera de aspecto inofensivo.
—Por aquellos tiempos Marco Granda era cliente asiduo del Escorpión y había comenzado una relación sentimental con una tal Claudia Patricia, una colombiana prostituida en el club con la que terminaría casándose y con quien tuvo una hija antes de divorciarse. A fuerza de visitar el Escorpión para ver a Claudia Patricia, Granda terminó entablando una gran amistad con Charly y juntos comenzaron a salir de putas por otros clubs de la región, intentando camelar a las chicas de otros burdeles para que se viniesen al suyo. Granda se implicó tanto con el proyecto de Charly que terminó entrando como socio en el negocio, y posteriormente, se quedó como único propietario del club, que luego pasó a llamarse Erotic. Pero aquello de «robarle» las chicas a otros proxenetas es algo muy mal visto en el negocio del sexo, y comenzaron las tensiones entre los responsables del Escorpión y otros burdeles de la zona. ¿Sabías algo de esto?
—No exactamente. He escuchado comentar en la cocina a alguna chica que hace años estalló una guerra entre clubs porque se robaban las mujeres, pero no sabía quién la empezó.
Luca rebuscó un instante en el dosier y por fin sacó la fotografía de una joven.
—Exacto, una guerra entre burdeles, y ella la comenzó. Se llama Patricia, una brasileña, madre de tres hijos, que vino a España con su amiga Cintya para trabajar en el Idilio, un club que un tal Toni tenía en Ferrol. Eso fue en julio de 2003, justo cuando Granda y Charly se dedicaban a reclutar chicas en otros clubs.
—Supongo que su historia es parecida a la mía, ¿no? —dijo Álex con tono de resignación.
—Sí y no. Espero que tú aprendas de sus errores. En el club Idilio conoció a Charly, que a fuerza de regalos y simpatía consiguió engatusarla para que se fuese al Escorpión. La pobre desgraciada se enamoró y creyó que era correspondida, pero cuando llegó aquí, el 30 de septiembre de 2003, descubrió que Charly también había engatusado a otras muchas chicas.
—¿Y qué pasó con ella? Aquí no hay ninguna Patricia.
—Por lo visto, el 1 de octubre Patricia llamó desconsolada a su amiga, que se había quedado en el Idilio para pagar la deuda. Al oírla tan mal, Cintya se asustó y habló con su patrón: le contó dónde estaba y le dijo que creía que le estaban haciendo algo malo, así que el del Idilio mandó aquí a dos matones armados a recuperar «lo que era suyo». Por suerte no consiguieron llevársela, pero aquello fue una declaración de guerra entre los dueños de los burdeles: Charly y Granda respondieron a la agresión, hasta tal punto que el tal Toni presentó una denuncia en el Juzgado de Instrucción n.º 3 de Ferrol. Decía que Charly había intentado asesinarlo con un par de sicarios sudamericanos que lo persiguieron a tiros por la carretera.
—Estoy empezando a asustarme. No sabía que nosotras podíamos vernos metidas en medio de una guerra entre los dueños de los clubs.
—Lo peor es que para ellos solo sois cosas. Cosas que se usan y luego se tiran. Y al final os lleváis la peor parte. Como Cintya, la amiga de Patricia.
—¿Por qué dice eso? ¿Le hicieron daño?
—Ya lo creo. Dame un segundo.
Mientras Álex vigilaba que el aparcamiento del Erotic continuaba desierto, Luca buscó en el dosier otro de los informes, pero su búsqueda se vio interrumpida por el bip bip bip de su teléfono móvil. De nuevo reconoció el número de su madre en la pantalla.
—Joder, olvidé llamarla, mierda.
—¿Quién es?
—Mi madre. Lleva días intentando hablar conmigo. Debe de estar preocupada.
—Quizá debería responder. No es bueno no atender a una madre.
—No, no tenemos tiempo para eso, ya la llamaré más tarde —concluyó Luca colgando de nuevo sin atender la llamada entrante.
Por fin encontró la carpeta que buscaba en el dosier y la extrajo para mostrarle algo a la colombiana. Sobre su solapa se leía una nota del capitán Gonzalo a mano: «Tomo I, diligencias previas número 802, incoadas el 12 de julio de 2004 por el Juzgado de Instrucción n.º 6 de Lugo, contra Granda, Charly, un empleado suyo llamado Cándido, y una venezolana de nombre Zully Mary». El expediente incluía varios informes policiales sobre un acontecimiento terrible que ocurrió, en medio de aquella guerra entre prostíbulos, el mismo día en que el dueño del Idilio fue presuntamente seguido y tiroteado por dos desconocidos.
—Ya lo tengo. Escucha. El mismo día que le tirotearon, dos paisanos tuyos que encajaban como un guante en la descripción que hizo Toni de los supuestos sicarios de Charly que le habrían disparado en plena carretera secuestraron a dos de las chicas del Idilio: Cintya y otra chica, Helga, la única prostituta española del club. Ese día Cintya había pasado la noche en casa de Helga. Cuando ambas salían del portal, las metieron en un coche a punta de pistola…
—Pero ¿qué fue lo que les hicieron?
—Escúchalo de sus propios labios —dijo Luca extrayendo del dosier la declaración de la otra chica—. Esto es lo que declaró Cintya en comisaría:
Que tras circular un buen rato el vehículo recuerda que llegaron a una «capela», en una zona de campo fuera de la ciudad (…) que se encontraba en un terreno en el cual también había una casa (…). Allí las hicieron bajar del vehículo y entrar en el cobertizo de madera. (…) Entraron al cobertizo, el cual estaba cerrado desde fuera con una especie de «pestillo de hierro», y portando una botella y un vaso que llevaban en el coche, y ya había visto la dicente durante los trayectos realizados en el mismo; les ordenaron que se desnudaran, y al negarse estas, las desnudaron a la fuerza, tocando a la dicente por todo el cuerpo a la vez que la intentaban agredir sexualmente. Que en un momento de lo narrado la declarante vio cómo Helga era violada y tras zafarse del varón que la estaba agrediendo a ella intentó auxiliarla, propinándole en ese momento el varón que la intentaba forzar un golpe con un vaso en la frente, que le produjo un corte. Que empezó a sangrar abundantemente por la frente y la cara, quedando conmocionada y aterrorizada tendida en el suelo, mientras los individuos violaron a su amiga…
—¡Hijos de la gran puta! —explotó por fin Álex—. O sea, que violaron y golpearon a esas chicas solo para asustar a su patrón. Pero ¿qué culpa tenían ellas?
—Ahí quería llegar. Este club es muy peligroso: en cualquier momento puede volver a pasar algo así. Deberías marcharte de aquí.
—Para usted es muy fácil decirlo. ¿Adónde quiere que vaya? Todavía tengo que pagar la deuda y ellos conocen dónde vive mi mamá. Virgencita, si ella se enterase de lo que estoy haciendo en España, se moriría…
Luca guardó silencio un segundo. Álex había conseguido transmitirle su angustia. Hasta ese instante había preferido ocultar su identidad real, pero quizá había llegado la hora de quitarse la máscara.
—Álex, no te quiero mentir: no soy camarera. Soy policía. Pertenezco a la Guardia Civil. Fran era mi compañero. Si quieres salir de esta mierda, hay una forma: puedes denunciarlos. Puedes denunciar a don José, a Manuel y también a Granda. Podemos protegerte.
La colombiana miró fijamente a los ojos de la agente y le respondió con una frase demoledora, que de nuevo desarmó por completo a Luca.
—Ya…, como protegieron a Kiko. Si no pueden cuidarse ustedes mismos, ¿cómo van a protegerme a mí?
Luca no pudo responder a aquello, pero a la colombiana le daba igual: ahora sí tenía interés en conocer toda la información posible sobre los clubs en los que estaban viviendo ella, su prima y sus amigas Dolores y Blanca. Lo demás no le importaba.
—Por favor, siga, ¿qué más ha averiguado?
—Estos tipos son muy escurridizos. Siempre han conseguido salir airosos, incluso cuando había montones de pruebas contra ellos. Misteriosamente, la Guardia Civil se olvidó del asunto, pero el Grupo Operativo de Extranjeros de la comisaría de Ferrol-Narón de la Policía Nacional decidió que aquello olía fatal y solicitó al juez autorización para pinchar los teléfonos de Charly y su socio Granda. Así que en 2004 y durante varios meses grabaron sus conversaciones. Tengo aquí las transcripciones, y queda claro que mientras uno de los socios u otros colaboradores captaban chicas por diversos países de América Latina, especialmente Venezuela, el otro dirigía el club. En las intervenciones telefónicas hay muchas conversaciones entre Marco y una tal Zully, una prostituta venezolana que también trabajaba para Charly y Granda captando chicas venezolanas para su burdel. Y no solo para el Escorpión: también para otros burdeles de la provincia de Lugo. ¿Adivinas para cuál?
—No tengo ni idea.
—Para el Calima. El nombre se menciona explícitamente en alguna de las transcripciones de las cintas grabadas. Así que ya tenemos aquí también a don José.
—Coño, si la policía española sabía tanto, no entiendo cómo es posible que no hagan ustedes nada para detenerlos y les permitan que sigan trayendo chicas.
—Yo tampoco lo entiendo, Álex, te lo juro. Las escuchas eran definitivas, y por eso los compañeros de Nacional pidieron una orden de registro. Según estos papeles, el 20 de abril de 2004 vinieron a hacer una inspección. Identificaron a veintiuna chicas en el Escorpión y detuvieron a Charly, Granda, la venezolana Zully y un tal Cándido, uno de los empleados del club. Pero algo salió mal… El proceso se vio interrumpido en algún momento y todos salieron de rositas, tras pasar solo unos días a la sombra. Indignante.
—¿Indignante? Quizá es que sus compañeros no saben hacer su trabajo. O a lo mejor es que trabajan para ellos…
—Me temo que tal vez no estés equivocada. He repasado toda la documentación y he encontrado algo interesante: entre las prostitutas identificadas durante la inspección del Escorpión se encontraba una tal María. Nacida en Jaragua de Goias (Brasil), tanto la tal María como su hermana Shirley habían sido traídas a Lugo para ejercer la prostitución. La hija de María, Klara, se había convertido en la pareja oficial de Charly, todavía lo es, pero lo interesante es que según una investigación del Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil que la Policía Nacional no conocía, el padrastro de Klara y nuevo esposo de María era un tal Fermín, miembro de la Guardia Civil y destinado en la comandancia de Lugo desde 1983. Así que ahora ya sabemos por qué don Lorenzo le decía a Granda que Charly hablase con su suegro para influir al teniente coronel: el tal Fermín no es un guardia civil cualquiera. Tras nueve años en el servicio de Informática, en 2003 lo destinaron al servicio automovilístico de la Guardia Civil en Lugo, y desde entonces es el chófer y hombre de confianza del teniente coronel y máximo jefe en la comandancia.
—¿Tiene alguna foto suya? —preguntó la colombiana.
Luca extrajo del dosier una fotografía del tal Fermín y en cuanto la vio, Álex no dudó ni un segundo. Había visto a ese hombre muchas veces en el extremo de la barra del Reinas, en el comedor e incluso juraría que había hecho algún servicio con él…
—Sí, lo conozco, es uno de los VIP, muy amigo de don José. Nosotras lo conocemos por el Pistolas, porque le gusta llevar dos armas. Esto es muy serio…
—Lo es, Álex, lo es. Ahora necesito que te concentres —añadió Luca mientras sacaba una fotografía de un hombre vestido de uniforme de otra de las carpetas—. Te voy a enseñar una fotografía del teniente coronel y quiero que me digas si lo has visto alguna vez…
Álex observó la fotografía unos minutos frunciendo el ceño. Por fin se la devolvió a la agente.
—Creo que sí. Pero no aquí. Juraría que lo he visto alguna vez en el Reinas.
—Mierda, mierda, joder. Esto es más gordo de lo que esperaba.
Luca se quedó un instante pensativa, con la fotografía del máximo responsable provincial de la Guardia Civil en la mano y la vista perdida en el aparcamiento del Erotic. Tal vez estuviese precipitándose en sus conclusiones, quizá solo se trataba de un grupo de funcionarios que de vez en cuando consumían prostitución, como la mayoría de los hombres, pero si estaban implicados en el negocio, el escándalo podía tener dimensiones nacionales e infligir una herida profunda a la credibilidad del Cuerpo que tanto amaba. Por fin reaccionó girándose de nuevo hacia la colombiana.
—Queda solo una cosa más… Tu amigo don Lorenzo.
—¿Qué pasa con él?
—Que está de mierda hasta el cuello.
Luca extrajo el último informe del dosier, el más grueso. Sacó una fotografía y se la pasó a la colombiana. En la imagen, el supuesto jefe de Extranjería de Lugo vestía un uniforme policial verde. Álex nunca lo había visto de uniforme.
—No es el jefe de Extranjería de Lugo. Ni siquiera pertenece a la Policía Nacional. Es guardia civil, como yo, y nosotros no tenemos ninguna Brigada de Extranjería. Os ha mentido a todas para que creyeseis que tenía el poder de arreglaros los papeles, pero lleva años metido en mierdas. Mira, esto es un informe oficial firmado por un tal coronel Francisco, de Asuntos Internos, dirigido a los juzgados de Lugo. Te leo lo más importante:
«… mediante escrito n.º 219 de este Servicio de Asuntos Internos (SAI), se informó a ese Juzgado que durante el año 2005, esta Unidad recibió noticias que relacionaban al Cabo 1.º LORENZO, destinado en la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la comandancia de Lugo, con actividades consistentes en proporcionar protección a determinados locales de alterne de la provincia, así como dispensar trato de favor a sus propietarios. Más concretamente, este SAI pudo conocer que el mencionado Cabo 1.º LORENZO tenía previsto mantener una reunión el día 22.12.2005, con una mujer procedente de las Islas Canarias que obedecía al supuesto nombre de DIOSANA, y cuyo objeto de la reunión sería, supuestamente, que el Cabo 1.º LORENZO facilitase a DIOSANA mujeres de los clubs de Lugo para que fueran a trabajar a las Islas Canarias».
—O sea, que llevan años investigándole y todavía no han conseguido probar nada… Vaya mierda de policías.
—No digas eso, Álex. Si las víctimas no queréis denunciar ni testificar, es muy difícil probar nada. Necesitamos que denunciéis. —De pronto Luca se calló. Pensó algo y añadió—: Aunque la verdad es que, después de leer este informe, ya no sé qué pensar…
—¿A qué se refiere?
—A que este tipo siempre ha conseguido burlar la Ley, igual que Charly, o Granda, o don José, a pesar de que todos están implicados en los mismos asuntos. ¿Recuerdas a Patricia, la brasileña enamorada de Charly de la que te hablé antes?
—La amiga de la chica violada.
—Pues Patricia terminó haciéndoles el juego a Charly y compañía con ayuda de don Lorenzo, para eliminar competencia. A los pocos días de llegar al Escorpión, en octubre de 2003, la llevaron a la comandancia de Lugo y allí el cabo primero le explicó que iba a declarar contra Toni, el propietario del Idilio. Que era una mala persona, que se aprovechaba de las chicas y que si alguien le preguntaba, ella debía responder que las tenían secuestradas en el club, que las habían traído con una deuda que estaban obligadas a pagar bajo amenaza, y demás. También le dijo que a cambio de su declaración, él se ocuparía de arreglarle sus papeles de residencia en España. Que a partir de ahora iba a ser testigo protegida de la Guardia Civil y que su nombre en clave era «Testigo Carmen».
—Espere —la interrumpió Álex—, varias chicas me han contado eso mismo: que don Lorenzo les ofrece ser testigos protegidos a cambio de trabajar para él…
—En el caso de Patricia, les salió bien la jugada. Gracias a la declaración de la Testigo Carmen, el tal Toni fue detenido y procesado. No es que no se lo mereciese, al fin y al cabo, no era más que un proxeneta como Charly o Granda, pero la declaración que inició su viaje hacia la prisión fue una farsa. Y Patricia terminó por ser víctima de sus remordimientos. En marzo de 2004 se presentó en la comisaría para prestar una nueva declaración.
—O sea, que se desdijo de todo lo que había declarado antes…
—Exacto. Les habló de las presiones del cabo primero y de Charly para que declarase contra Toni, de las amenazas, de las mentiras… Supongo que eso daría pie a las escuchas telefónicas de ese 2004 y al registro del Erotic, pero más allá de eso… Joder, Álex, no te imaginas cómo me enfurece todo esto. Sabemos que están de mierda hasta el cuello, pero parece que aquí a nadie le importa. ¿Y sabes qué es lo peor? Que el cabo primero Lorenzo continúa destinado en el Emume, la unidad de la Guardia Civil que en teoría protege a la mujer y a los menores… ¡Es una puta mierda!
—Si no fuese tan dramático, hasta tendría gracia —respondió Álex con ironía.
—No, lo que tiene gracia es su hoja de servicios. Más blanca que la nieve. Fíjate, la tengo aquí. Más de treinta y cinco años de servicio en el Cuerpo. ¿Y sabes lo que es esto? —dijo Luca mostrándole una hoja de papel. Álex negó con la cabeza—. ¡Es la puta proposición para que le den la medalla de la Orden al Mérito Policial! Es increíble…
Indignada, Luca leyó en voz alta el párrafo en el que se alababa al cabo Lorenzo por su participación destacada en la desarticulación de organizaciones dedicadas, entre otras actividades delictivas, al tráfico de drogas, la falsificación de documentos y la prostitución. Lo que le había llevado, según concluía la propuesta de medalla, «al reconocimiento por parte de ese Centro Directivo (el CNT) con la concesión de numerosas felicitaciones públicas».
—No me lo puedo creer —repetía Álex negando una y otra vez con la cabeza—. Le aseguro que esperaba más de la policía en Europa. ¿Es que nadie se ha atrevido a denunciarlo en todos estos años? ¿A desenmascararlo?
—Eso es lo peor de todo. Sí lo han hecho. Cuando escuché a don Lorenzo hablar con Marco Granda en su despacho, mencionó a ese Antonio de Ferrol con el que empezó la guerra de clubes, y también a un tal Alemán. Bien, ya sé quién es, y la historia no tiene desperdicio. El 5 de septiembre de 2001, un tal Javier Álvarez, alias el Alemán, convocó a los medios de comunicación gallegos a una rueda de prensa en uno de sus locales de alterne: el Satélite. Allí, en presencia de varios periodistas, de las cámaras de la Televisión de Galicia y de una televisión local, acusó sin miramientos al cabo primero Lorenzo de haber amañado testigos, fabricado pruebas y presionado a varias de sus chicas, para eliminar a la competencia de los burdeles lucenses para los que trabajaba. Así, sin cortarse un pelo.
—¿Quién es el Alemán? —preguntó Álex.
—Según sus antecedentes policiales, es un traficante de coches, proxeneta y otras lindezas, con distintas condenas, así que tampoco es una hermanita de la caridad. Pero aseguraba que en aquella ocasión, su detención había sido obra de un complot, sospechosamente similar al que confesaría la Testigo Carmen posteriormente. Por supuesto, el guardia civil negó todas las acusaciones y como era previsible, la denuncia del Alemán quedó en nada. Las acusaciones hay que demostrarlas. Finalmente, don Lorenzo le denunció y fue condenado por calumnias, mientras que el cabo primero continuó en su puesto.
—Entonces me temo que nosotras no podemos hacer nada, Mery —dijo finalmente la colombiana con tono de resignación—. Si ya se le denunció públicamente y sigue en su puesto…
—No, me niego a rendirme. Tiene que haber una manera. Ahora ya sabemos quiénes son y lo que hacen. Tengo montones de ejemplos…
Luca tenía más, mucho más. Tenía papeles, declaraciones oficiales como las de las trabajadoras de Cáritas y de la Casa de la Mujer, que denunciaban el inadmisible comportamiento del cabo primero Lorenzo con dos de las prostitutas que tenían acogidas, en abril de 2005, y que él personalmente sacó de allí, rumbo «al club Luxo en Rozas». Tenía nombres, fechas, números de declaración y testigo… Incluso un informe interno, realizado por dos compañeras de don Lorenzo en el Emume, denunciando esas irregularidades, pero que nunca fue tramitado a los superiores. Se traspapeló por el camino… No podían rendirse sin más. A su lado, Álex no pensaba lo mismo.
—Okey, ya sabemos quiénes son y lo que hacen —dijo la colombiana repitiendo sus palabras exactas—. ¿Y de qué me vale a mí todo esto para encontrar a mi prima y a Dolores?
Lo había vuelto a hacer. Esa chica tenía la capacidad de desarmar todos los argumentos de Luca con una sola frase. La guardia tuvo que esmerarse para estar a la altura.
—Pues nos vale porque ahora ya sabemos cuáles son los peligros de estar en medio de una guerra entre clubs. Sabemos también que estos tipos están muy relacionados con gente influyente, y que tenemos que conseguir pruebas irrefutables antes de acabar con ellos.
—Ya, pero ese es su trabajo, señora policía, no el mío.
Y sin dejarla responder, Álex se bajó del coche y se dirigió de nuevo hacia el burdel. Eran casi las cinco de la tarde, y un día más el Erotic estaba a punto de abrir sus puertas.