INFILTRADA

BURDEL EROTIC, LUGO

Era ella, sin duda. Alexandra Cardona. La colombiana que le había facilitado a su compañero la grabación y los documentos que lo habían cambiado todo. Y su compañera, la rumana alta, tenía que ser alguna de las chicas de Vlad Cucoara. Enfocó de nuevo y disparó otra serie de fotos hacia la ventana, donde la colombiana menuda continuaba llorando con un periódico en la mano. La agente Luca sintió compasión por ella.

Después de la cena en casa de su capitán, había pasado los días siguientes haciéndose con un listado completo de los burdeles gallegos hasta decidirse por Lugo, pero había sido el destino quien había precipitado los acontecimientos, llevándola ante la puerta del Erotic por motivos que jamás habría imaginado. El Erotic: precisamente el único club miembro de la asociación de empresarios del alterne en la provincia, frente al que estaba aparcada.

—Hijos de puta… —susurró en voz baja, mientras enfocaba el teleobjetivo de su cámara hacia dos hombres que acababan de asomar por la puerta principal y se encaminaban al aparcamiento. Clic, clic, clic…, más fotos.

Estaba cansada. Llevaba varios días sin dormir, estudiando una y otra vez toda la información que le había facilitado Fran. Allí estaba la clave de lo que necesitaba para avanzar en la investigación.

En el apretado dosier sobre los amos de la prostitución en España que le había entregado, figuraban los teléfonos de todos los propietarios de los burdeles de lujo asociados a la siniestra federación de locales de alterne, que controlaba el negocio de la prostitución en España. Durante días, la guardia se dedicó a rastrear su pista cruzándolos con las bases de datos policiales y con los buscadores de internet. Y de pronto, milagrosamente, uno de ellos había saltado en las alertas de Google. Tan simple como eso. Pero no era un teléfono cualquiera, sino el número de móvil personal de Marco Granda, propietario del Show Club Erotic de Lugo y único miembro de la respetable asociación de empresarios de alterne en la zona.

Granda en persona había insertado varios anuncios en la prensa local solicitando empleados para sus clubs. El texto de todos los anuncios era exactamente el mismo: «Se necesitan camareras para pub temático de próxima inauguración, con buena presencia, buenas condiciones de trabajo, Lugo capital, también necesito Dj. Llamar por las tardes 649 555…».

Parecía demasiado fácil para ser cierto, pero era como si alguna fuerza desconocida se hubiese empeñado en empujarla violentamente a aquella investigación. A veces solo se trata de estar en el lugar apropiado en el momento oportuno, y uno de los dos burdeles pertenecientes a la asociación de locales de alterne, que en esos instantes andaba investigando el SAI, buscaba camareras.

Luca llevaba varios días en Lugo. Vigilando, observando, analizando. Se había alojado en el hotel Los Olmos, situado en el Camiño de Liñares, a escasos metros del Erotic. Desde la ventana de su cuarto tenía una atalaya perfecta de la parte trasera del burdel. Regresó al hotel para darse una ducha y comer algo. Necesitaba más café.

Mientras valoraba los pros y los contras de dar un paso más en su investigación respondiendo a aquel anuncio, fotografiaba a todo el que entraba y salía del ambicioso burdel. Ya se había familiarizado con la imagen de don Marco, el propietario, y de su esposa, la colombiana Karen. Y también con la de un tal Antonio, encargado del club y responsable de abrirlo y cerrarlo cada noche.

Había anotado las matrículas de todos los vehículos que, durante aquellas noches, habían entrado en el aparcamiento del burdel. Algunos, de alta gama, evidenciaban el alto poder adquisitivo de sus propietarios. Esos eran los que más le interesaban. También había registrado las rutinas de los empleados. Llegadas y salidas. Horas de apertura y de cierre. A qué hora sacaban la basura, hacían la entrega las distribuidoras de bebida, o salían a pasear las prostitutas en su día libre. Y finalmente había sido testigo de la llegada de Álex y Blanca al Erotic.

Ya había radiografiado completamente el edificio. La Nacional VI bordea la ciudad de Lugo por el oeste, y exactamente en el punto donde dicha carretera se une con la avenida da Coruña, que atraviesa la ciudad de sur a norte, se erigía el Erotic. El edificio tenía tres accesos. La puerta principal, que daba a la N-VI, para los clientes. En la fachada de la izquierda, justo en el parking, otra puerta para el servicio. Y un tercer acceso en la parte de atrás. En realidad, a la agente Luca no le interesaba tanto conocer las entradas como las salidas, en caso de tener que huir precipitadamente del burdel si algo salía mal.

Solo cuando sintió que conocía aquel edificio (al menos por fuera) como la palma de su mano, y tras valorar mucho todos los riesgos de aquella locura, se decidió a marcar el número de teléfono que aparecía en el anuncio. Recordó las palabras del intendente de los Mossos: «Aunque sabemos que la información valiosa solo se consigue desde dentro, no podemos infiltrar a una agente. Sería demasiado peligroso…». Ella estaba preparada para asumir ese riesgo.

Por Fran.

Por Claudia.

Se lo debía.

Aquella misma mañana había peinado toda la ciudad hasta dar con un mendigo que pudiese ayudarla en sus planes. Lo encontró durmiendo la mona en un banco de la estación de autobuses.

—Hola. ¿Quieres ganar cincuenta euros? —le dijo Luca mientras le zarandeaba suavemente del brazo para despertarle.

—¿Yo? Claro. Pero… ¿quién eres? ¿Qué tengo que hacer?

—¿Ves esa tienda de telefonía? Solo tienes que ir y comprarme un teléfono de prepago. Aquí tienes 5 euros, y 40 más para comprar el teléfono más barato. Ya he estado antes preguntando el precio. Te daré los 45 restantes en cuanto vuelvas aquí con el aparato. Tienes documentación, ¿no?

—Sí. ¿Y ya está? ¿Solo eso?

—Solo eso. Es un dinero fácil, ¿verdad?

El tipo se levantó tambaleándose un poco, cruzó la sala de la estación y entró en la tienda. Luca esperó fuera.

Desde 2007, la nueva ley sobre telefonía móvil obligaba a identificar a todos los compradores de una línea prepago, así que si a alguien le hacía falta un teléfono limpio, que no pudiese rastrearse hasta el usuario, necesitaba un intermediario que se identificase al comprar la terminal. Si aquella investigación fuese oficial, la agente Luca tendría todos los recursos de la Guardia Civil a su alcance. Pero esta vez iba por libre, así que solo podría contar con su ingenio.

En muchas ocasiones, cuando intentaban rastrear un teléfono utilizado por un delincuente, solo podían llegar hasta un mendigo o un indigente, que declaraba que alguien le había pagado por comprar un teléfono con su DNI. Ahí moría la pista. «Si los delincuentes pueden hacerlo —pensó Luca—, yo también».

Con su nuevo teléfono prepago registrado a nombre de un desconocido, regresó al hotel, se acomodó en el alféizar de la ventana de su habitación y esperó a que el coche de Marco Granda volviese a hacer su aparición en el aparcamiento del club. Quería verle la cara mientras escuchaba su voz. Cuando por fin el lujoso Mercedes E-270 del empresario entró en la explanada del Erotic, sacó el teléfono móvil que acababa de conseguir, y mientras sostenía los prismáticos con una mano observando al empresario, que ya estaba aparcando su coche junto al Megane descapotable rojo que acababa de regalar a su esposa, marcó su número. Una voz masculina respondió al otro lado de la línea.

—Diga.

—Buenos días. Le llamaba por el anuncio de camareras. Me interesaba el empleo.

—Ah, vale. Bueno, antes de nada, tengo que decirte que sería para trabajar en un club de alterne. ¿Te supone algún problema?

—Pero ¿de camarera? —respondió Luca simulando sorpresa.

—Sí, sí, nada raro, no te preocupes. Necesitamos un par de camareras para las barras. Últimamente tenemos mucho trabajo con las copas. No tendrías que alternar. Pero vamos, que si quieres ganarte un dinerillo extra, nosotros no tenemos ningún problema en que también alternes con los clientes, ¿eh?

—No, en principio yo llamaba por el anuncio de camarera. No me había planteado nada más. Pero bueno. Si a usted le parece bien, me gustaría probar primero de camarera, ver cómo funciona todo, y si eso después ya veremos…

—Me parece perfecto. Pásate esta tarde por el club y te explicamos cómo funciona todo. Estamos en la Nacional VI, a la salida de Lugo. Show Club Erotic, lo verás a la izquierda de la carretera. No tiene pérdida.

A través de los prismáticos, Luca observaba las reacciones del empresario mientras hablaba con ella. Sonreía. Parecía satisfecho. Quizá le había gustado su voz. Luca tenía una voz demasiado dulce para un policía, siempre se lo habían dicho.

Ahora venía lo peor. La agente Luca era una estupenda analista, una brillante perfiladora, pero jamás había trabajado como agente encubierto. Carecía de toda experiencia como infiltrada, y lo que estaba a punto de hacer le quedaba grande. Lo sabía. Aun así, era una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar: tenía la posibilidad de conocer, desde dentro, el negocio que le había costado la vida a Edith, la chica descuartizada en Boadilla, y la carrera a su mejor amiga, la agente Claudia. Y lo más importante de todo: qué había ocurrido realmente con Fran…

Antes de salir de nuevo de la habitación, se fijó al muslo una funda elástica con una de las pistolas del viejo coronel, que había tomado prestada de su armero antes de salir hacia Galicia.

Luca había decidido sustituir la aparatosa HK USP Compact reglamentaria por una pequeña Star 9 mm corto de su abuelo, una pistola muy habitual entre los mandos de la Guardia Civil o del ejército en los años setenta y ochenta, que muchos veteranos de la Benemérita conservan como una pieza de museo. El cargador, de seis cartuchos, no permite grandes licencias, pero su pequeño tamaño la hace mucho más discreta y fácil de ocultar. Y ya intuía que en la boca del lobo era mejor entrar preparada, por si alguna fiera intentaba morder…