POLICÍAS Y LADRONES
ALGÚN LUGAR DE LA FRONTERA ENTRE ITALIA Y FRANCIA
Vlad Cucoara cabeceaba en la furgoneta, mientras su compañero conducía. Hacía solo un par de cientos de kilómetros que se habían cambiado el puesto en la camioneta que había salido de Bucarest horas antes. La sintonía del teléfono móvil le despertó. Y también a las tres jóvenes, asustadas y confusas, que dormitaban en la parte de atrás.
—Aló —dijo somnoliento.
—Soy yo, Robert, del Sombra, de Madrid —dijo una voz en español al otro lado de la línea—. ¿Dónde estás?
Cucoara preguntó al conductor y a continuación repitió la respuesta:
—Hace rato pasamos Turín, en Italia, debemos estar cerca de frontera Francia. Nosotros llegaremos España por la mañana. ¿Por qué?
—Ten cuidado. Hay una policía que está haciendo preguntas sobre ti. Acaba de marcharse.
—¿Qué policía?
—No sé. Es una agente joven. De la Guardia Civil. Vino preguntando por la chica que trabajaba conmigo, la que echaron del Cuerpo por putear en el club. Claudia. Una alta, atlética…
—Sí, yo recordar a ella.
—Después me preguntó directamente por ti. Dijo que quería hacerte unas preguntas.
—¿Y tú qué dijiste a ella?
—Joder, Vlad, ¿qué quieres que le diga? Que no te había visto en mi vida y que no tenía ni puta idea de quién eras.
—Yo creer que tú haber cerrado club Sombra después de problema con la policía.
—Y lo cerré, ¿qué otra cosa podía hacer después de aquel escándalo? Pero la muy hija de puta sabía que el club estaba a mi nombre y se plantó en mi casa para tocarme los cojones. Ten cuidado.
—Okey.
—Oye, ¿qué traes? Ahora he montado una agencia en un piso del centro, en plena calle Fuencarral, al ladito de la Gran Vía. Tengo muchas sudacas y alguna negrita, pero ando corto de rumanas.
—Llevo cuatro chicas. Muy guapas y muy jóvenes. Pero dos están reservadas para club de Valencia. Puedo dejar a ti las otras.
—Cojonudo. Hazles una foto y me la mandas por el móvil. Así veo qué tal están. Oye, y ten cuidado con esta tía, la policía. Parecía dispuesta a localizarte a cualquier precio. La muy hija de puta se atrevió a amenazarme y todo. Será cabrona. Como si yo no fuese más que un honrado empresario que intenta ganarse la vida.
—¿Tú saber algo más de ella?
—No, solo que es de la UCO, una unidad de élite de la Guardia Civil. Y que se llama Luca o algo así…
—Okey. No problema. Yo ocuparé de ella…
Cortó la llamada y le dijo a su conductor que parase el coche a un lado de la carretera. El chófer obedeció.
Cucoara salió de la furgoneta, caminó hasta la parte de atrás y obligó a las chicas a salir fuera. Estaban totalmente confusas y desubicadas, no tenían ni la menor idea de en qué parte del mundo se encontraban. Fuera hacía frío y todo estaba oscuro. Obedecieron por inercia: sabían que era mejor no enfadar a Vlad.
Él las colocó en fila al lado de la camioneta y las obligó a sonreír. Después sacó de nuevo su teléfono móvil y les hizo unas fotos. Acto seguido las volvió a meter en la parte de atrás de la furgoneta y reanudaron el camino.
Cucoara escribió un mensaje sms para el tal Roberto y adjuntó las fotografías de las tres muchachas rumanas. Solo añadió un breve mensaje de texto: ¿Cuál gusta más para ti? Yo agradecido por tú avisar de la policía. Tú poder elegir.