Leo1

We will rise against

Even though we don’t know

Where we should begin.

Pilot Hill, «Uprising»

Mi gemido de impotencia se mezcló con el del público cuando oí el último nombre. Los insultos y las maldiciones se acumulaban en mi garganta, con mis dientes como única barrera que les separaba del mundo y del micrófono que colgaba de mi chaqueta. Hasta entonces no había advertido que estaba en cuclillas, casi totalmente separado del borde de mi asiento, listo para saltar, listo para celebrarlo. Ahora solo quería levantarme y gritar de rabia. Aquello no podía estar sucediendo. ¡Mucho menos por culpa de esa tiparraca!

—Vaya, esto sí que no lo esperábamos… —dijo la presentadora tan contrariada como nosotros e intentando hacerse oír por encima de las voces del público.

Aarón se había tapado la cara con las manos y sus hombros se agitaban mientras negaba con la cabeza. Chris se acercó a él y le dio un abrazo mientras Shannon fulminaba con la mirada a Kimberly, que se limitaba a aguantar el chaparrón con una sonrisa congelada.

A mi alrededor, los ex concursantes y sus guías aplaudían de manera dubitativa, casi sin fuerza, como si esperasen que en cualquier momento alguien les ordenara que parasen, que no había nada que celebrar. Era cierto, no había nada que celebrar. Sin embargo, la sonrisa leonina del agente de Kimberly era tan genuina que tuve que contenerme para no estrellarle mis puños en ella.

Desesperado e impotente, me volví hacia Ícaro, que se encontraba sentado en la primera fila de la grada. «¿Ninguna novedad?», le pregunté en silencio por enésima vez esa noche. Él se encogió de hombros y negó con gesto hosco, tan extrañado por lo sucedido como yo.

¿Sería posible que los esfuerzos, las llamadas y las averiguaciones de los últimos días no hubieran servido para nada?

—¡Pues esto ha sido todo! —anunció Helena desde el escenario. El público había guardado silencio y la música de fondo fue subiendo de volumen cuando la mujer nos pidió a todos que nos acercáramos para la despedida final.

Reticente, seguí a los demás artistas y guías hasta donde estaban los finalistas y la presentadora. En cuanto estuve a unos metros de Aarón, aceleré el paso y le di un fuerte abrazo. Él, que no se había movido en todo ese tiempo, alzó la mirada y me lo devolvió, escondiendo el rostro sobre mi hombro.

—Ya está… —le dije en voz muy baja, mientras el público volvía a aplaudir, no sé si por mi gesto o por algo que Helena había dicho—. Se acabó…

Noté que mi hermano movía la cabeza diciendo que no.

—Esto no ha hecho más que empezar —masculló.

—¡Demos un fuerte aplauso a nuestros artistas! —exclamó Helena—. Esperamos poder escuchar pronto vuestros nuevos discos, ver vuestras nuevas películas y funciones… ¡Y a vosotros, queridos espectadores del mundo entero, os agradecemos todo vuestro apoyo y os recordamos que en la web de T-Stars podréis encontrar toda la información pasada y futura de estos artistas! ¡Una vez más, gracias en mi nombre y en el de todo el equipo de True Stars! ¡Hasta siempre!

Las luces fueron girando al tiempo que la música se volvía ensordecedora y una lluvia de confeti dorado estallaba sobre nuestras cabezas y bañaba el escenario y al público. Aunque la mayoría de los concursantes se despidió entre sonrisas con la mano en alto, Aarón y yo permanecimos quietos y abrazados hasta que se hizo oscuro y se cortó la retransmisión. Después, un grupo de regidores nos indicó el camino fuera del escenario.

—¡¿Cómo has podido hacer eso?!

Aquella pregunta bien podría haberla hecho yo, pero había sido Shannon quien estaba empujando a Kimberly en el pecho.

—¡Ya habías perdido! ¿Qué problema tenías en dejar que Aarón ganase? —intervino Chris.

—¿Os importa dejarme pasar? Gracias —dijo la otra apartándoles de un manotazo y acercándose a su representante para alejarse juntos de allí.

—¡Eres el peor ser humano que he conocido nunca! —gritó el chico con una rabia que nunca le había visto. A unos pasos de él, Jack y Owen aguardaban en silencio.

—Espera aquí un momento —le dije a Aarón antes de salir corriendo detrás de la chica.

—¡Kimberly! —la llamé. Ella hizo como que no me oía, pero, cuando llegué a su lado, la agarré del hombro y la obligué a darse la vuelta.

—Tranquilízate —pidió su representante empujándome con un golpe seco—. No queremos que haya un accidente.

—Sé lo que hiciste. Lo sabemos —dije ignorando al hombre y clavando la mirada en ella—. Tenemos pruebas. La gente se enterará. Estás acabada.

Un rastro de duda centelleó en sus ojos antes de volver la mirada hacia su protector.

—No sé de qué estás hablando —contestó él—, pero te recomiendo que no digas más si no quieres que te ponga una demanda por difamación y calumnias.

Me reí con hastío.

—Estoy deseando ver qué opina el juez de mis difamaciones y calumnias cuando se descubra que vosotros fuisteis los causantes de lo que le ocurrió a Zoe.

Kimberly me atravesó con la mirada.

—Eso es mentira —dijo con un chillido.

—Mira, chico —intervino el hombre—, voy a hacer como si esta conversación nunca hubiera tenido lugar. Vuelve con tu hermano y reconfórtale, que es lo que necesita.

Fue a ponerme una mano sobre el hombro de manera conciliadora, pero yo me aparté.

—Esto no ha terminado —les advertí. Ellos se dieron media vuelta por respuesta y siguieron andando—. ¡No se ha terminado!

Mi pecho subía y bajaba desbocado cuando sentí una presencia a mi espalda y me volví para encontrarme con Aarón. Ícaro llegó tras él.

—¡¿Qué ha ocurrido?! —le pregunté a mi amigo casi a gritos—. ¿No se suponía que…?

—Leo, cálmate —me pidió Ícaro—. Puede que lleguemos tarde para el concurso, pero créeme: con las pruebas que tenemos, tu hermano no volverá a Develstar de ninguna manera.

—¿Hola? —dijo Aarón entonces—. ¿Alguien me puede decir qué está pasando aquí? ¿Qué les has dicho? ¿Quién es él? —añadió señalando a Ica.

—«Él» es el nuevo mejor amigo de tu hermano. Me llamo Icarus. Ica o Ícaro para los colegas. Mucho gusto. —Le tendió la mano y mi hermano se la estrechó totalmente descolocado—. Tú no te preocupes, que esto no va a quedar así.

Aarón se volvió hacia mí con el ceño fruncido.

—Verás —le expliqué—, hemos descubierto que lo de Zoe no fue un accidente. Que lo provocaron ellos. Kimberly, concretamente.

—¿Qué? ¿Cómo? Pensé que había sido por su enfermedad…

—Lo fue —respondió Ícaro—, pero nada de esto habría ocurrido si la niña esa no hubiera cambiado las pastillas que Zoe tenía que tomarse.

Mi hermano me miró conmocionado.

—¿Quién lo sabe? ¿Cómo lo sabéis vosotros? ¡¿Por qué no la han eliminado?! —gritó fuera de sus casillas.

Advertí su intención de salir corriendo tras Kimberly y su representante, pero no se lo permití.

—Lo averiguamos poco antes de que comenzara la gala —dije—. Alguien tenía que encargarse de avisar, pero parece que se ha retrasado más de la cuenta…

—¿Emma?

—Sí, pero… —me interrumpí para mirarle asombrado—. ¿Cómo sabes que Emma nos estaba echando una mano?

—Hazte a la idea de que es mucho más avispado que su hermano mayor —comentó Ícaro.

Alguien llamó en ese momento a Aarón: Chris. El chico se acercó a nosotros trotando y, después de los saludos, dijo:

—Ya están fuera los coches para llevarnos de vuelta a la casa. ¿Vienes?

Le pregunté si les iban a acompañar sus guías.

—A mí no —contestó—, pero Shannon y Kimberly supongo que sí que irán con ellos. Seguro que no hay problema en que vengas tú también.

Me despedí de Ícaro y le dije que estaríamos en contacto vía móvil.

En cuanto estuvimos acomodados en la furgoneta con todos los demás, saqué el teléfono y comprobé que Emma no me hubiera llamado. No lo había hecho. Lo que tenía era una decena de llamadas perdidas y mensajes de mis padres y de Oli. Las ignoré todas y apoyé la cabeza contra la ventana. ¿Qué había podido suceder? ¿Dónde estaba Emma? ¿Había hablado con su padre, como dijo que haría? ¿Y por qué no habían detenido toda esa farsa todavía? Más aún, ¿a qué leches había venido esa traición por parte de Kimberly? Si sabía que no iba a ganar desde que Chris pronunció el nombre de mi hermano, ¿por qué se había inmolado de esa manera frente a la opinión pública?

Angustiado, repasé los últimos acontecimientos antes de que el programa comenzara, cómo habíamos revisado con JC más de ochenta horas de metraje y cómo había investigado los antecedentes de Shannon, Chris y Kimberly hasta descubrir el oscuro pasado de esta última.

Se trataba de detalles aparentemente sin importancia que habían quedado relegados al olvido en todas partes excepto en los agujeros más oscuros de la red. Al principio creí que se trataba de rumores surgidos de la envidia y los celos de otros, pero al comprobar que siempre se repetía un mismo patrón, di la voz de alerta para que Ícaro y Emma se centraran en ella y dejaran de lado a los otros dos concursantes.

Kimberly nunca había sido una niña fácil. Si bien en todos sus eventos y apariciones públicas desempañaba el papel de una chica dulce y alegre, en su círculo privado aquella apariencia se esfumaba para dar paso a la de una chica envidiosa, sedienta de fama y muy inestable.

Durante una de sus primeras giras en solitario, despidió a dos de sus bailarinas por, según la prensa, desavenencias económicas. Esto no me habría llamado la atención de no ser porque, en su segunda gira por Europa, meses más tarde, fue una de sus asistentas personales la que abandonó armando un escándalo en el hotel de Estocolmo en el que se hospedaba. Cuando los medios le preguntaron al respecto, la mujer guardó silencio y, una vez más, nada de aquello trascendió.

Sin embargo, años después, en internet, comenzaron a filtrarse numerosas declaraciones de diferentes testigos sobre el comportamiento de Kimberly, sus arranques de rabia, su soberbia y los ataques psicológicos a los que sometía a quienes trabajaban con ella. Pero que, a falta de pruebas, quedaron completamente desestimadas y olvidadas excepto por las revistas más sensacionalistas del panorama rosa.

Esas fueron las que investigué a fondo. Y cuál no fue mi sorpresa al descubrir que su representante actual, Roland Claus, era el único que, desde que comenzó a trabajar fuera de Develstar, seguía con ella. Así que viré la investigación en dirección a ese tipo para descubrir que su currículum estaba cargado de sobornos, amenazas y denuncias contra todos aquellos que supusieran algún tipo de problema para su artista. Como es natural, para cuando llegué a la parte de los rumores que hablaban sobre una supuesta relación personal entre la chica y el representante, no me extrañé en absoluto.

Pero no fue en las cintas de JC donde encontramos la prueba definitiva; la grabación que esperábamos que sirviera para desacreditar a la chica y eliminarla definitivamente del programa. Tras repasar el metraje de la casa y no ver nada sospechoso comprendimos que, lo que fuera, tenía que haber sucedido en el teatro, durante la penúltima gala. Fue entonces cuando recordamos que, aunque el programa no grababa lo que sucedía entre bastidores, a excepción de la sala de los sillones donde esperaban su turno los concursantes, sí había cámaras que registraban lo que ocurría en todo momento: las de seguridad.

Ícaro tardó menos de veinte minutos en conseguir que le enviaran esas grabaciones que nadie, a no ser que sucediera algo en particular, se molestaba en revisar. Fue así como descubrimos que Roland Claus abandonó el plató durante una de las pausas publicitarias del programa y se coló en la zona de vestuarios con el papel negro de envolver el regalo para Kimberly en la mano. En un momento incluso llegó a cruzarse con Aarón, pero se limitaron a saludarse y a seguir cada uno su camino. Si mi hermano hubiera sabido lo que el tipo se proponía…

Las cámaras siguieron su recorrido hasta la sala de maquillaje, donde allí, sí, comprobamos cómo rebuscaba en el neceser de Zoe hasta dar con su caja de pastillas para vaciar el contenido en su bolsillo y rellenarlo de nuevo con otro montón de pastillas distintas, pero de aspecto similar.

Después todo quedó en manos de Emma, que decidió volver a ver a su padre y llevarle la grabación en mano. Ahora, lo único que nos quedaba por hacer era esperar. Esperar a que alguien tomara represalias, a que la chica no se saliera con la suya. El miedo a que todo aquello no hubiera servido de nada me estaba desgarrando por dentro.

Un golpe junto a la ventana me devolvió a la furgoneta. No había advertido que el recinto de la mansión estaba colapsado por fans que coreaban el nombre de los finalistas y sacudían los ventanales de la furgoneta entre flashes, piropos y llantos desesperados. En cuanto el automóvil cruzó la verja, regresó el silencio, y el ruido quedó amortiguado a nuestras espaldas. Fue entonces cuando advertimos que sucedía algo en la puerta principal, donde un grupo de hombres trajeados de negro hablaban acaloradamente con otras personas.

—Esa es Kimberly —dijo Shannon a mi lado, señalando a la chica, que había llegado antes que nosotros y que en esos momentos increpaba a su representante señalándole con el dedo.

Cuando el coche se detuvo, todos bajamos y nos acercamos para enterarnos de qué pasaba.

—¡Usted no tiene ninguna prueba para…! —Roland Claus me descubrió entre los recién llegados y avanzó hasta mí—. Ha sido él, ¿no? ¡Están haciendo caso a un crío que solo quiere venganza porque su hermano ha perdido el concurso! ¡Está mintiendo! —Me agarró de la manga de la camisa con rabia—. ¡Vamos, díselo!

—¡Me está haciendo daño! —mentí, y un hombre de traje se acercó para separarnos.

—Señor Claus, le agradeceríamos que nos acompañase. Y usted también, señorita Young. Seguiremos la conversación en un lugar más privado.

—¿Yo? ¡Yo no he hecho nada! —exclamó ella antes de volverse hacia su representante—. ¡Fuiste tú! ¡Me mentiste! ¿Y dónde están las hermanas? ¡¿Dónde están Bianca y Melanie?!

—¡Cállate, Kimberly! —le ordenó el representante antes de volverse hacia mí—. Esto es un error. ¡Díselo, maldita sea!

No sabía qué había ocurrido en los pocos minutos de ventaja que nos habían sacado en llegar a la casa, pero estaba a punto de ponerme a dar botes de alegría.

—¡Leo! —Alcé la mirada y descubrí a Emma en lo alto de la escalinata de la mansión—. ¡Lo conseguimos! —me dijo cuando llegó a mi lado, y me dio un abrazo.

Una tos a nuestro lado nos hizo separarnos.

—Hola, Emma —dijo Aarón con gesto serio.

—Me alegro de verte —contestó ella con una sonrisa, pero sin moverse un palmo de su sitio. Tras unos segundos de incómodo silencio, le pregunté qué había ocurrido.

Emma se volvió hacia mí y tomó aire antes de responder.

—Estabas en lo cierto: en cuanto le di el aviso a mi… padre —al decir aquello, sus ojos se desviaron durante un segundo hacia mi hermano—, él envió a sus hombres para que interrogaran a Kimberly y a su agente. En menos de diez minutos ella había confesado.

—¿Y qué tienen que ver en todo esto Bianca y Melanie? —pregunté.

—No lo sé, pero seguro que los hombres de mi padre no tardarán en seguir ese hilo.

—Aarón, ¿qué ocurre? —Chris y Shannon se habían acercado a nosotros para enterarse de lo que pasaba, así que, de una manera rápida y concisa, tuvimos que explicarles la situación.

—¿Eso quiere decir que su voto…?

—Debería quedar anulado, sí —dijo Emma antes de mirar a mi hermano—. Y tú, libre.

—No me creeré nada hasta que no esté firmado por contrato —replicó Aarón con un gesto escéptico y la voz ronca. Si yo fuera él, tampoco me permitiría volver a hacerme ilusiones hasta que fuera definitivo.

El móvil comenzó a vibrarme otra vez. Lo saqué esperando que fuera mi madre una vez más, pero se trataba de Cora.

—¡¿Dónde estás?! —gritó mi agente en cuanto descolgué—. Aquí hay un montón de periodistas que quieren hablar contigo.

—He venido a acompañar a mi hermano a recoger sus cosas.

—¿Y por qué no me has avisado? ¡Llevo buscándote desde que ha terminado el programa!

Le pedí disculpas y le aseguré que volvería lo antes posible, pero que entonces necesitaba estar con Aarón. En cuanto colgué, Emma me hizo un gesto para que la siguiera. En la puerta de la casa acababa de aparecer la figura del señor Gladstone como si de una aparición ultraterrena se tratase.

—Buenas noches —nos dijo a mí y a Aarón, que venía detrás—. Por favor, acompañadme. Me gustaría hablar con vosotros en privado.

Como siempre, su voz me provocó un escalofrío, pero su tono no admitía discusión. Le seguimos en silencio hasta el salón de la casa, donde un hombre estaba terminando de desconectar la última cámara de una de las esquinas. Aquello sí que era darse prisa, pensé. En cuanto nos vio, bajó de la escalera con la máquina en la mano y cerró la puerta después de salir.

Los tres tomamos asiento alrededor de la mesa y esperamos a que Eugene, a la cabeza, se pronunciase.

—Como ya sabréis, ha habido un serio problema con Kimberly y su representante.

—Eso he oído —comenté con una sonrisa torcida.

El señor Gladstone respiró con los ojos puestos en mí antes de proseguir.

—Sin embargo, preferimos que esto no salpique fuera. Por lo que la decisión del jurado sigue siendo irrevocable: la primera edición de T-Stars ha quedado desierta.

—Vaya, ¿eso significa que habrá más? —pregunté sorprendido.

—¿Cómo que no va a cambiar nada? —preguntó Aarón escandalizado—. ¿Esa chica casi mata a Zoe y no piensan tomar represalias por miedo a lo que dirá la gente? ¡El voto de Kimberly ha perdido todo valor y, en consecuencia, yo he ganado! ¡Yo! Y no me importa la multa que me impongan, pienso hacerlo público y…

—Aarón, por favor, cálmate y déjame que termine —le pidió el señor Gladstone. Mi hermano, que había terminado poniéndose en pie y amenazándole con el dedo, bajó la mano, pero no se sentó—. He dicho que el concurso va a quedar como está, pero no tu situación.

Una manta de silencio pareció caer sobre nosotros de pronto.

—Dado que te prometí que, si salías vencedor, rescindiríamos tu contrato con Develstar y soy un hombre de palabra —añadió mirando a su hija—, voy a preguntarte una última vez si de verdad quieres marcharte. Y permíteme que antes te recuerde las consecuencias de ello: ya sabes que la firma de Play Serafin nos pertenece, igual que todos los temas que has compuesto hasta el momento y que no podrás volver a tocar sin nuestro permiso. Además, perderás la presencia mediática que te hemos ofrecido hasta el momento y el poder sobre las redes sociales y páginas web. Como digo, tu nombre quedará completamente desvinculado del de Develstar y Play Serafin. Para siempre. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, lo estoy. Quiero dejar Develstar —contestó mi hermano sin ápice de duda en su voz.

El señor Gladstone asintió en silencio y chasqueó la lengua, como decepcionado.

—En tal caso, mañana tendremos preparados todos los papeles para que los firmes. —Se puso en pie y le tendió la mano—. Aunque no lo creas, para nosotros ha sido un placer haber trabajado contigo.

Yo puse los ojos en blanco, un pelín ofendido de no haber sido incluido en aquella declaración de amor, pero exultantemente feliz. A mi lado, Emma tosió y los tres la miramos.

—¿No había algo más que querías decirle, papá? —preguntó.

El hombre pensó durante unos segundos antes de asentir y volverse hacia Aarón.

—Eh… sí… También hemos investigado el tema de la canción que Jack Morris te plagió durante su última semana en el concurso.

—¿Y? —quiso saber mi hermano.

—No encontramos la grabación de cuándo te robó el cuaderno, pero sí le vimos trabajar con unas hojas arrancadas idénticas a las de tu libreta el mismo día que comenzó a sonar esa canción. Si intenta utilizarla sin nuestro permiso, y dado que nos pertenece igual que las demás creaciones que surgieron en el programa, todo el peso de la ley caerá sobre él.

—O el de Develstar, mejor dicho —corregí yo—. Que es mucho peor, ¿eh? Mucho peor —repetí al ver el gesto del señor Gladstone.

Conforme con ello, mi hermano le dio las gracias y el director abandonó el salón.

En cuanto estuvimos solos, me levanté de un brinco y abracé a mi hermano hasta levantarle del suelo.

—¡Lo conseguimos! —dije.

—Todavía no me lo creo —respondió él distraído—. ¡Estoy temblando!

Me volví hacia Emma y le agradecí toda su ayuda.

—Eh… Sí, muchas gracias —añadió él con un hilo de voz.

Ella inclinó la cabeza y aseguró que no había sido para tanto.

Ofendido por su poco entusiasmo, fui a echarles la bronca. Pero justo en ese momento mi madre decidió llamar otra vez. Y esta vez, sin pensármelo, descolgué y se la pasé a Aarón.

—Es para ti —le dije.

En cuanto vio el nombre que aparecía en pantalla, sonrió y se alejó de nosotros para hablar.

—Estarás encantado de tener a tu hermano de vuelta, ¿no? —preguntó Emma de camino a la salida, con su brazo alrededor del mío.

—No te imaginas cuánto —contesté con la mirada puesta en Aarón—. Ni siquiera yo me lo creo…