And maybe you won’t mean to but you’ll see me on the news
And you’ll come running to the corner
‘Cause you’ll know it’s just for you.
The Script, «The Man Who Can’t Be Moved»
Los artistas volvieron a salir al escenario y Helena nos pidió a los correspondientes guías de los nominados que nos acercáramos. Me puse de pie junto al representante de Jack y nos situamos a unos pasos de nuestros protegidos. Aquello era lo más cerca de Aarón que había estado en todas esas semanas y su cara era todo un poema.
Tenía los ojos clavados en el suelo, los labios apretados en una recta perfecta y la mandíbula marcada, como si estuviera haciendo un esfuerzo por no gritar. Cuando Jack propuso sin palabras que se dieran la mano en un gesto de compañerismo, mi hermano apartó la suya y se cruzó de brazos sin tan siquiera dirigirle una mirada. Esperaba que las cámaras no hubieran recogido ese momento.
—Estos últimos días han estado cargados de fuertes emociones, pero hoy uno de vosotros tendrá que decirle adiós a la casa y a sus compañeros —dijo Helena—. ¿Estáis nerviosos?
Ninguno de los nominados respondió. Tras un par de segundos de incómodo silencio, la presentadora se volvió hacia la pantalla en la que aparecían sus caras.
Tal vez, en escasos diez segundos, todo habría terminado. Yo habría vuelto a Estados Unidos para nada y mi hermano tendría que permanecer en Develstar al menos otro año más después de haber regalado su intimidad de aquella manera tan cruel.
—Bien, pues allá vamos. —El redoble de tambores nos puso en alerta. Helena nos miró una vez más y sacó del sobre que tenía en las manos la tarjeta donde estaba escrito el destino de mi hermano—. En esta tercera semana de programa, con un sesenta y seis por cierto de los votos, el concursante que se salva de ser expulsado ha sido… ¡¡¡Aarón!!!
—¡Sí! —grité sin poder contenerme, y me abalancé sobre mi hermano para darle un fuerte abrazo—. Sí, joder, te has salvado.
Aarón tardó unos instantes en responder, pero después me pasó los brazos por la cintura y apretó la cabeza contra mi pecho.
—Quiero dejarlo —musitó tan bajito que apenas advertí su voz entre la música y los vítores. Cuando lo hice, contesté en el mismo tono:
—Ni se te ocurra, enano. Esto ya está hecho.
—Jack me robó la canción que ha cantado.
—¡¿Qué?! —Me separé de él para mirarle, pero enseguida Helena se puso en medio de los dos para darnos la enhorabuena.
Yo miré a Jack contrariado por lo que Aarón acababa de decirme y entonces comprendí la razón por la que mi hermano había estado tan cabizbajo todo el rato. El tipo debía de haber sacado el tema del cuaderno y lo había hecho suyo. La mirada que le dediqué bastó para que entendiera que sabía la verdad.
Helena nos pidió que regresáramos a nuestros sitios, Aarón con sus compañeros y yo con los guías. Después volvió a repetir la perorata de cómo votar a través de todos sus canales y de cómo enviar las videopruebas para los concursantes.
—¡Ya sabéis que podéis ganar una visita al plató con todo pagado si vuestro vídeo resulta escogido!
Dicho aquello, sacaron un plano de las tres chicas que habían puesto las pruebas esa semana. En el centro, la tal Birdy de Barcelona miraba a la cámara tras sus gafas de pasta con una sonrisa socarrona de labios rojos mientras las otras dos ganadoras daban botes de alegría y saludaban con ambas manos. No pude evitar pensar que habría sido divertido conocer a esa chica.
Las nominaciones vinieron después. Una vez que los concursantes estuvieron dentro de las cabinas descubrimos que Chris había salido como favorito esa semana y que los nominados eran Owen y, por segunda vez en lo que llevábamos de concurso, Shannon. Para el primero, su representante escogió atrevimiento: una prueba absurda que consistía en que no podía abandonar ni entrar en una habitación sin tocar antes con los dedos los tres lados del dintel de la puerta y el suelo. Uau, la gente se estaba luciendo…
En el vídeo de verdad para Shannon se vio a Kimberly hablando con Owen sobre lo harta que estaba de los aires que se daba la otra cuando todo lo que había logrado en la vida había sido producto de la suerte y de favores bastante cuestionables.
En cuanto vi que Aarón se había librado esa semana, dejé de prestar atención para concentrarme en temas mucho más apremiantes, como por ejemplo que «Winky» fuera Emma.
Emma, la hija de Eugene Gladstone. Emma, la ex de mi hermano. Emma, la única tía que había logrado hacerme creer que no le atraía lo más mínimo (aunque yo sabía que solo fingía).
Esa Emma.
Y ahora estaba allí, de vuelta en Nueva York. Sí, con el pelo algo más ondulado y largo de lo que lo recordaba, la piel más morena y un vestido suelto y veraniego muy distinto de los que solía llevar cuando trabajaba en Develstar, pero estaba allí. Y dirigiendo el foro de fans sobre Aarón más grande del mundo, nada menos.
Tras el shock inicial que me produjo encontrarla en la cafetería, me senté con ella y la avasallé a preguntas. Qué hacía allí, cuándo había vuelto, qué había sido de su vida, si su padre sabía que estaba en Nueva York, o que dirigía la web de fans de mi hermano… Y lo más importante de todo, ¿por qué no parecía sorprendida de verme?
—«8Ball», ¿en serio, Leo? ¿No se te ocurrió nada mejor?
—¿Quieres que me crea que me reconociste por el nick? —pregunté ofendido.
—Por el nick, por tus mensajes, por tu cruzada contra todos los que decían algo sobre ti… No he estado segura hasta verte entrar por la puerta, pero, como ves, tenía mis sospechas.
Definitivamente, era la persona menos discreta del mundo. Pero ¿cómo iba a imaginar yo que la administradora fuera a ser ella?
—¿Y eso de «Winky» de dónde lo has sacado, si puede saberse? ¿Es tu marca favorita de cereales o qué?
Ella se rió y negó con la cabeza.
—Si hubieras leído Harry Potter sabrías que…
—He visto las pelis —la interrumpí ofendido.
Emma puso los ojos en blanco y sonrió con socarronería.
—En las pelis la quitaron.
—Entonces no sería tan importante —repliqué. No sabía qué tenía esa chica, pero me encantaba chincharla. Cuando fue a añadir algo, me adelanté y le pedí que, por favor, dejáramos el fascinante tema del niño mago para más adelante y me contara qué hacía allí.
Así me enteré de que, durante su estancia en California, había permanecido invisible a los ojos del resto del mundo trabajando en el zoológico que dirigía su tío (nada menos que en el tanque de los delfines). Me explicó que había salido tan marcada de la experiencia en Develstar que encontrarse de pronto entre personas a las que les traían sin cuidado las revistas del corazón y los cotilleos le vino de maravilla.
Sin embargo, ella sabía que aquello no era más que una solución temporal y que pronto tendría que volver a enfrentarse al mundo real. Por mucho que le doliera tener que regresar, necesitaba vivir en Nueva York. Si Aarón tuvo algo que ver en aquella decisión, se abstuvo de comentármelo.
No avisó a nadie. Ni a su padre ni a ningún amigo. Alquiló un piso en Brooklyn y comenzó a trabajar en una tienda de ropa. Ya encontraría algo mejor más adelante, lo único que se había impuesto había sido no depender del dinero de su progenitor.
—Un día, leí de pasada en internet una noticia sobre T-Stars —me explicó—. Enseguida me puse a investigar y encontré algunos datos más, pero en ninguna parte decían quiénes participarían. Quise llamarte, pero no creía que fuera lo más conveniente dado cómo… cómo terminamos Aarón y yo.
Así que decidió esperar, y cuando pudo confirmar que mi hermano estaba dentro de la casa, creó el foro y lo dio a conocer por todas partes para reunir al mayor número posible de fans de Aarón. Cuando le pregunté su intención, ella se encogió de hombros.
—Pensé que se lo debía. —Bebió un trago de café con la mirada ausente antes de añadir—: Al menos tú me crees cuando dije que nada de lo que ocurrió fue culpa mía, ¿verdad? Que… que estaba de vuestro lado.
Asentí, y para mi sorpresa lo pensaba de verdad. Una parte de mí lo consideraba una traición hacia mi hermano, pero en el fondo sabía que Emma solo había sido otra víctima de las circunstancias y de Develstar.
Más tranquila, Emma siguió contándome cómo había seguido todo el programa dirigiendo a los usuarios del foro para que votaran a quienes ella consideraba que podían darle problemas a mi hermano.
—Como Bianca…
Ella se rió.
—Precisamente a Bianca la escogieron ellos sin que yo tuviera que decir nada. La chica estaba de psiquiátrico y todos pudieron darse cuenta solos. No, hablo de gente como Shannon o incluso Kimberly.
—¿Kim-Kim? —dije con extrañeza—. Esa chica no sería peligrosa ni para una mosca.
—Te equivocas. Precisamente por su aspecto y su manera de ser, es con la que más cuidado hay que tener. No solo ha salido ya elegida como favorita alguna vez, sino que además sabe cómo hacerse la víctima sin que se le note.
Parecía que Emma se había estudiado el programa tan bien como yo, si no más. Tomé nota del consejo y me apunté investigar a Kimberly, solo por si acaso.
—Pero hay algo más que tengo que contarte, Leo —dijo entonces Emma, y su gesto serio me recordó tanto al que encontré en su rostro la última vez que la vi que sentí un escalofrío—. Y sé que me vas a matar, pero entro a trabajar dentro de diez minutos y no me va a dar tiempo a decírtelo. ¿Puedes quedar mañana, después de la gala?
Le rogué que al menos me avanzara algo, pero ella se negó en rotundo. Al final terminé cediendo y nos citamos de nuevo al término del programa. En parte porque odiaba la intriga de no saber qué sucedía, en parte porque me apetecía volver a verla.
Que Helena despidiera al público, que las cámaras dejaran de grabar y que yo saliera escopetado del plató fue todo uno. De Jack y del robo de la canción de mi hermano ya me encargaría más adelante. A las puertas del teatro me esperaba Ícaro.
—¿Me vas a decir con quién hemos quedado o me vas a poner una bolsa de tela en la cabeza para que no sepa adónde vamos?
Le había pedido a Emma que me dejara ir con él. Cuando le dije que se trataba de uno de los productores ejecutivos de la cadena se negó en rotundo, pero después de convencerla de que era legal, terminó cediendo.
—Es una amiga… del pasado.
De camino a la pizzería donde nos habíamos citado, le expliqué con más detalle quién era Emma y la razón por la que no volvimos a saber de ella cuando abandoné Develstar.
—¡Esa parte te la saltaste cuando me contaste el resto de la historia! —exclamó airado sin apartar los ojos de la carretera. Cuando conducía su Bugatti, parecía dueño de la ciudad entera.
—¡No pensé que volvería a encontrarme con ella! —me excusé—. Además, hasta hoy por la mañana no había estado seguro de que estuviera de nuestra parte…
—¿Y eso qué importa? —preguntó Ica.
—Pues que, de haber estado de parte de Develstar, la versión hubiera sido distinta. Para empezar, habría utilizado más insultos —aclaré.
La pizzería que Emma había escogido se encontraba cerca del río Hudson y contaba con unas vistas espectaculares. Cuando llegamos, ella ya estaba esperándonos en la puerta. Tras las presentaciones de rigor, nos dirigieron a nuestra mesa, pegada a uno de los ventanales desde el cual podía verse el skyline de Nueva York.
Al igual que por la mañana, no me había pasado desapercibido el cambio tan radical de estilo en ella. Esa noche llevaba una camiseta de mangas anchas y una falda vaporosa de estilo hippie. Era como si, a través de su nuevo aspecto, estuviera dejando claro que ya no existían lazos que la ataran a su vida anterior. Me pregunté si antes de venirse a Nueva York también había vestido así, o si el cambio se había producido tras romper relaciones con Develstar y su padre.
—Así que eres productor de la cadena… —dijo Emma mirando a Ícaro.
—Así que eres la hija de Eugene Gladstone —replicó él esbozando una sonrisa.
—Leo me ha dicho que podemos confiar en ti. Espero que sea cierto.
Ícaro levantó la mano derecha como si fuera a jurar.
—Prometo no traicionaros aunque me lo ordene mi propio padre —dijo con una sonrisa de soslayo.
Emma lo fulminó con la mirada, y después a mí. Hizo un amago de levantarse, pero yo la agarré del brazo.
—¿Os importaría bajar las armas? Quería que os conocierais porque confío en los dos. No hagáis que me arrepienta…
Emma e Ícaro se miraron unos segundos antes de que él pidiera disculpas y extendiera la servilleta sobre sus rodillas como si no hubiera pasado nada.
—¿Queréis vino? Yo elijo. —Sin esperar respuesta, llamó al camarero y ordenó una botella de nombre francés impronunciable.
Cuando terminamos de escoger la comida (todos nos decantamos por las pizzas), Ícaro y yo miramos expectantes a Emma. Ella dio un trago con parsimonia a su copa y después chasqueó la lengua.
—Espero que de verdad pueda confiar en vosotros —dijo, aunque más bien hablaba para sí—. Develstar está en bancarrota.
—¿Cómo lo sabes? —Ica fue quien preguntó.
—Lo he visto —contestó Emma después de mirarme unos segundos, como esperando mi aprobación—. Mi padre no cambió sus contraseñas cuando abandoné la empresa, y son las mismas que lleva utilizando para todo desde que yo era niña. Supongo que nunca le he dado motivos para desconfiar de mí… —Tenía los ojos puestos en el mantel cuando terminó de hablar.
—Dios, Emma, ¿y si te cazan? —pregunté antes de dar un largo trago de vino. Aquello era más gordo de lo que imaginaba.
—He tomado precauciones, ¿de acuerdo? —Cuando asentimos, añadió—: Por lo que he descubierto, todo el tema de Play Serafin, la multa que la productora les puso cuando Leo filtró la canción de Castorfa y el revuelo por tu hermano, los dejó al borde de la quiebra. Pero los problemas venían de antes.
Como nos explicó a continuación, el hecho de que nos contrataran a Aarón y a mí en un primer momento, a pesar de la complejidad de nuestra situación, ya era un claro síntoma de su decadencia.
—Pero Aarón ha seguido vendiendo bien —comenté extrañado.
—Eso es lo único que les ha permitido aguantar este tiempo de más…
—Por eso decidieron organizar el reality. —Ícaro no lo estaba preguntando. Era una afirmación.
Yo lo miré como si me hubiera iluminado el camino; de pronto comenzaron a encajar muchas piezas en mi cabeza.
Emma también había llegado a la misma conclusión. Aunque de eso no había pruebas que lo corroborasen, para ella también era evidente que el programa True Stars era la última bala que le quedaba en el cartucho a su padre. Con el dinero que detuviesen con la publicidad de las marcas patrocinadoras volverían a ser solventes…
—Pero no calcularon bien los gastos de semejante proyecto, ¿no?
Emma le dio la razón a Ícaro.
—¿Cómo lo sabes?
El chico se encogió de hombros.
—Uno oye cosas por ahí, como que el rating de audiencia cada vez es menor, o que algunos de los países que en un principio compraron los derechos para emitir el programa han rescindido sus contratos…
Emma asintió.
—También lo ponía. Y si a eso se le suma el alquiler de la casa, los estudios, el teatro, toda la plantilla, el caché de los participantes, los viajes de los espectadores que mandan vídeos, el agujero crece sin cesar. ¿O creéis que es casualidad que esta semana no haya profesores en la casa? Espérate que vuelvan a meterlos…
—Un momento —corté yo—. ¿Has dicho caché? Que yo sepa a Aarón no le han pagado nada por estar ahí dentro. ¿Me estás diciendo que a los demás sí?
—A todos menos a tu hermano y a Zoe, sí. Las demás estrellas consagradas no habrían aceptado encerrarse sin una retribución a cambio.
—¡Pensé que todos luchaban por un premio distinto al de Aarón, pero por un único premio a fin de cuentas! —exclamé enfurecido.
Ella negó con la cabeza.
—Cada semana que aguantan en la casa, les pagan tres mil dólares.
—Eso sí que es un plus… —comentó con sorna Ícaro.
—¿Y no podemos utilizar esta información para denunciarles?
En ese momento nos trajeron las pizzas, pero a mí se me había quitado el apetito.
—Di, ¿no podemos demandarlos? —insistí—. Eso tiene que ser ilegal.
—No. Si Aarón y Zoe firmaron libremente sus contratos, no —intervino Ícaro tras dar un mordisco a una porción de pizza.
—Y lo más curioso de todo es que en los números no figura el premio: es como si esperasen de antemano que nadie fuera a ganar.
Agobiado, di otro trago a la copa.
—Pero eso no tiene ningún sentido. Cuando uno de ellos gane, digo yo que se aprovecharán de la repercusión mediática del programa y relanzarán todos los discos o películas, o lo que sea, ¿no? A no ser que quien resulte vencedor sea Aarón, porque entonces… —Guardé silencio y los miré asustado—. Joder, ¿cómo he podido ser tan ingenuo? Aarón no va a ganar el programa. Harán algo, lo que sea, para que permanezca en la casa hasta el final, ¿no? y después…
Emma me acarició el brazo como queriendo infundirme fuerzas.
—No debemos darlo todo por perdido: a fin de cuentas es el público quien vota. Pero sí, me temo que mi padre pensó lo mismo: mantener a Aarón en la casa por ser quien más interés podía despertar, aprovechar el reality para darlo a conocer, dejar el premio desierto y, de vuelta a la realidad, exprimir a tu hermano hasta saldar todas sus deudas.
—Todo estupendo —dijo Ícaro, y se relamió la punta de los dedos. Mientras nosotros hablábamos, el tío había devorado casi toda su pizza. Cuando advirtió mi mirada ofuscada, dijo—: Os propongo que hagamos una cosa: esperar. No pongo en duda ni una sola de tus palabras —le dijo a Emma—, pero precipitarnos sería una temeridad. Por el momento, guarda todos los documentos que puedas, no vayan a caparte la entrada de repente y nos quedemos sin ellos…
—Ya lo he hecho —le espetó ella ofendida.
—Chica lista. —Después se volvió hacia mí—. Y tenemos que avisar a tu hermano de lo que acabamos de descubrir. Hay que hacer que la información se filtre a la casa, que todos lo sepan. O al menos quien Aarón crea conveniente.
—El problema es que a los demás les dará igual si hay premio final o no: ¡ellos ya ganan estando allí! —le recordé.
—Tal vez ahora sí, pero todavía quedan varias semanas. A saber qué puede ocurrir en ese tiempo.
—¿Tú como productor no tenías ni idea de todo esto? —preguntó Emma.
—En realidad lo de productor ejecutivo en mi caso es como lo de duque o conde: un título honorífico, no le hagas mucho caso —contestó él con un gesto de la mano.
Emma volvió a poner los ojos en blanco, intentando no perder la paciencia.
—Así que… —intervine yo— quieres que le digamos a Aarón que no habrá premio.
—Correcto.
Me masajeé la frente y respiré varias veces. ¿Por qué no me extrañaba que pudiera llegar a ocurrir algo así?
—Lo único que no veo claro —dije— es cómo vamos a hacerle llegar el mensaje a Aarón sin que nadie se entere…
—Yo sé cómo.
Mi sorpresa ante aquella respuesta no fue por la seguridad que denotaba, sino por el hecho de que ambos, Emma e Ícaro, habían contestado al mismo tiempo.