Alone the song plays through the radio
I’m lost with no place to go.
Tyler Ward, «Paper Heart»
Durante el viaje en limusina de vuelta a la mansión no abrí la boca. Zoe se sentó a mi lado y me preguntó si me pasaba algo. Por respuesta, me limité a negar con la cabeza y a mirar por la ventana. Después cerré los ojos; hasta mi reflejo en el cristal me provocaba náuseas.
La vergüenza que estaba devorando mi estómago como una úlcera no era tanto por el vídeo de Jack y Owen diciendo en voz alta lo que seguramente muchos otros pensaran. No, era porque me habían nominado. Pensar que miles de personas habían decidido votar para que me expulsaran me hacía sentirme como un gusano, escoria, basura… Y lo peor de todo era que tenía que aguantar la situación con una sonrisa de oreja a oreja, como si fuera de piedra, como si todo me importase un bledo, como si nada de aquello fuera real.
Durante la gala, Helena Weils había anunciado que el programa semanal de T-Star se había convertido en el más visto en Australia, México y varios países de Europa, entre los que se encontraba España.
Tal vez fuera porque yo nunca había disfrutado con aquel formato de nueva televisión (suficiente tenía ya con mi vida como para estar preocupándome por la de un puñado de desconocidos), pero no entendía la euforia y el interés que podía despertar ver cómo nueve jóvenes se tiraban los trastos a la cabeza. ¿Tanto morbo daba descubrir que la gente famosa era idéntica al vecino? ¿O tal vez necesitaban ratificar con sus propios ojos que todas las vidas, incluso las que estaban rodeadas de cámaras y focos, podían llegar a ser igual de patéticas que las de cualquiera?
En apenas dos semanas había perdido la fe en el ser humano.
Pero ¿quién era yo para juzgar a nadie? ¿Acaso no había aceptado participar en el reality? El premio me había parecido suficientemente jugoso como para intentarlo, y eso me hacía igual que los que se sentaban delante de su televisor para seguir el programa. Mi amor propio a cambio de mi libertad.
Por eso la reacción de Camden me parecía la de un héroe. No sabía qué le habían prometido si ganaba, pero sin duda algo tan jugoso para él como lo era la libertad para mí. Y, sin embargo, no había podido seguir con esa farsa. Él, que había sido actor desde niño, no había querido interpretar por más tiempo un papel que había devorado su auténtica personalidad. Y es que, cuando te pasas el día siendo una persona que no eres, ¿qué diferencia existe con serlo o no?
Develstar nos había convertido en las atracciones de su circo particular. En el fondo, había poca diferencia entre nosotros y la mujer barbuda, el hombre con dos cabezas o el niño langosta. A cambio de votos, en lugar de cacahuetes y monedas, habíamos regalado nuestra voluntad a unos desconocidos que nos imponían pruebas vergonzosas.
De reojo miré a Owen y Jack. Podía intentar entablar conversación con ellos y solucionar los problemas que existieran entre nosotros, pero ¿quién podía asegurarme que esa conversación que me habían puesto no formaba parte de otra prueba del programa? A mí nadie me había enseñado a lidiar con la hipocresía y los dobles juegos de los adultos, y mucho menos del mundo del espectáculo. ¡Era injusto que todos los demás me llevaran años de ventaja en la materia!
Ahora más que nunca comprendí el consejo que me dio Leo antes de separarnos cuando regresó a Madrid: «Aprende pronto a ocultar tus verdaderos sentimientos o te comerán vivo».
Ladeé la cabeza para mirar a Zoe. A ella tampoco le habían enseñado nada de aquello. Más aún, Zoe ni siquiera se había enfrentado aún al despiadado veredicto del público. Su carrera había comenzado entre las cuatro paredes de la mansión. ¿Qué sería de ella cuando concluyera todo aquello? ¿Qué le habían prometido en caso de ganar? ¿Cómo es que no se lo había preguntado todavía?
Cuando llegamos a la mansión y salimos de la limusina, la agarré del brazo y la separé del grupo para llevármela al otro extremo del jardín.
—¿Adónde vamos? —preguntó divertida. Esa noche llevaba un precioso vestido plateado a juego con los pendientes largos y el pelo peinado hacia la derecha. Parecía brillar bajo la luz de la luna.
Cuando llegamos casi al límite de la propiedad, me coloqué tras un árbol y comprobé que no hubiera micrófonos ni cámaras cerca.
—¿Qué estás haciendo? —insistió Zoe mirando a su alrededor sin dejar de sonreír—. ¿De quién nos escondemos?
—¿Qué te han prometido si ganabas?
Ella me miró extrañada sin saber a qué me refería.
—El señor Gladstone, cuando te habló del reality show, ¿qué te dijo que te darían si llegabas al final?
Zoe frunció el ceño y se encogió de hombros.
—¿Por qué quieres saberlo ahora de repente? —Se liberó con suavidad de mi mano, pero me dolió tanto como si lo hubiera hecho de un tirón—. ¿Es parte de una prueba? ¿Estás nominado?
¿Lo estaba ella? Prefería no hablar del vídeo que me habían mostrado.
—Eso no tiene importancia ahora —repliqué—. Por favor, dímelo…
—No puedo. Me advirtieron que no podría contárselo a nadie. Cada uno tenemos premios diferentes, ¿no? Dime cuál es el tuyo…
Me encontraba en un callejón sin salida. Quería contárselo, pero no sabía cómo se tomaría saber que el sueño que ansiaba vivir era mi más angustiante pesadilla. Por otro lado… por otro lado, si la convencía de que nada de aquello merecía la pena quizá hiciese como Camden y abandonara el concurso.
—Si te lo digo, ¿me lo dirás tú? —pregunté.
—No sé a qué viene este interrogatorio, en serio, Aarón, pero me estás empezando a preocupar. Dime qué prueba te han puesto y si puedo ayudarte…
—¡No hay tiempo! —susurré. De pronto oímos a la directora gritar nuestros nombres desde la puerta de la casa—. Olvídate de mi prueba. ¿Qué te han ofrecido si ganas?
—Quedarme en Develstar —respondió en un susurro—. ¿Contento? Ahora tú.
Pero yo no podía responder. ¿Cómo que quedarse en Develstar?
—¿Todavía no estás… dentro? ¿No te han hecho firmar ningún contrato?
Zoe negó impaciente, tras lo cual me preguntó a qué venía tanto revuelo.
—El señor Gladstone dijo que firmaríamos en cuanto ganase…
—¿Y si no ganas?
—Pues, obviamente, no. Pero al menos he tenido la oportunidad de darme a conocer delante de todo el mundo en el programa. Aarón, por favor, dime de una vez qué pasa.
—¡¿Qué hacéis aquí?!
La repentina aparición de Viviana casi nos mata del susto.
—Volved a la casa ahora mismo a que os pongan los micrófonos. ¿De qué hablabais?
—De nada —me adelanté yo.
La mujer miró a su alrededor y después nos ordenó que la siguiéramos. Cuando llegamos a la casa nos ordenó que nos fuéramos cada uno a nuestra habitación inmediatamente.
—Y que no se vuelva a repetir —nos advirtió enfatizando el cabreo con el dedo índice.
Cuando llegué a la habitación, Jack, Owen y Chris ya estaban en la cama. Ninguno me preguntó dónde había estado, aunque sí el último se incorporó unos segundos para desearme buenas noches.
Sabía que iba a ser difícil volver a tener un momento como aquel para hablar sin ser vistos ni escuchados. Imaginé que si la directora no había tomado represalias inmediatas había sido porque el error había sido suyo al no escoltarnos del coche a la casa y, que de haber armado un escándalo, la gente se habría enterado de que Zoe y yo habíamos podido hablar sin que nos escuchase nadie. En definitiva, a todos los efectos, esa conversación nunca había tenido lugar.
Antes de dormir le di un par de vueltas más a lo que me había dicho Zoe y sentí un hueco en el estómago. ¿Su premio era entrar en Develstar? ¿Por qué? No sabía cómo habían entrado los demás artistas en la empresa, pero dudaba de que hubiera sido de un modo tan estrambótico como el de mi amiga.
Cuando Develstar quería a alguien, presionaba y presionaba hasta que los contratos quedaban firmados. ¿Significaba eso entonces que, en realidad, ni querían a Zoe ni pensaban que fuera a ganar? En tal caso, ¿por qué la habían metido en el programa?
Notándome cada vez más alterado, supe que solo habría una manera de dormirme. Sin encender ninguna luz, cogí el cuaderno de partituras de debajo de la almohada y salí de la habitación para no molestar a los demás. Bajé las escaleras y me tiré en uno de los sofás del salón.
En cuanto me acomodé, desenganché el boli que llevaba siempre con el cuaderno y me puse a escribir en los pentagramas la melodía que bombeaba mi cerebro y mis venas como un segundo corazón. Antes de terminar, ya supe cómo la titularía: «Win to Lose».
De repente oí un ruido en las escaleras. Cerré el cuaderno y me lo coloqué en la espalda, agarrado con el elástico del pantalón. Pregunté en voz baja si había alguien, pero no obtuve respuesta. Más tranquilo ahora que había podido desahogarme, regresé a la cama, donde caí frito a los pocos minutos.
Zoe intentó hablar conmigo desde primera hora de la mañana, pero un rápido gesto al micro de mi cuello le hizo recordar que volvíamos a estar controlados. Además, cuando nos entregaron los horarios de trabajo para los próximos días vi que apenas teníamos clases juntos. Mientras que ella tendría que cantar un tema en solitario, yo tendría que…
—¿Desfilar? Es broma, ¿no?
—¿Lo has hecho alguna vez? —preguntó la directora cuando me levanté del desayuno torciendo el gesto y el papel en la mano.
—No.
—Pues entonces.
Y como si esa respuesta explicara algo, se dio media vuelta sobre sus tacones tamaño zanco y desapareció de nuestra vista.
—Vaya plan, ¿no? —se burló Jack desde el otro extremo de la mesa.
El resto de mis compañeros estaban igual de encantados que yo con sus pruebas. Según contaron, Kimberly iba a tener que interpretar nada menos que un vals. Ella, que solo sabía bailar como si estuviera en una clase de aeróbic.
Por su parte, Zoe iba a tener que cantar en solitario, Owen tendría que interpretar una escena teatral y Shannon llevar la percusión de la canción «Walk This Way», de Aerosmith.
—No os quejéis, que yo tengo que preparar una coreografía por mi cuenta y Jack componer un tema —dijo Chris.
—¿Y eso es un problema? —pregunté yo. Cuando tragué y levanté la vista de mi plato, vi que Jack me estaba fulminando con la mirada, así que aproveché la ventaja—. ¿Qué ocurre? ¿Nunca has compuesto nada solo?
—Claro que lo he hecho —me espetó—. Pero hace tiempo que me encargo de todo lo demás en el grupo y he perdido práctica.
Chris hizo como que se atragantaba y tomó la palabra:
—Cuando dices que te encargas «de todo lo demás», ¿te refieres a decidir el color de nuestros cinturones o a escoger tu posición en el escenario? Porque el resto te lo dan hecho, querido.
—Cierra el pico, capullo —le espetó el otro, y el resto, a excepción de Kimberly y Owen, soltamos una carcajada general que duró hasta que alguien la cortó con un golpe en la mesa.
—¿De qué coño os reís? —Jack se había puesto en pie.
—Tío, era una broma —le aseguró Chris.
—Idos a la mierda con vuestra bromas —dijo entre dientes el chico antes de empujar su bandeja, tirar un vaso al suelo y largarse dando un portazo.
Todos nos quedamos en silencio alucinados por su reacción.
—¿Y todo esto por no querer que se sepa que él no compone las canciones?
—Es muy sensible con el tema…
Volvió a reinar el silencio, pero apenas duró unos segundos antes de volver a desternillarnos. Kimberly se mantuvo callada, mirándonos con desaprobación, antes de salir junto a Owen tras Jack. Supuse que aquello traería cola, pero por el momento era mucho más sencillo reír y no pensar en las consecuencias del futuro. Ojo por ojo…