Leo1

They say it’s what you make

I say it’s up to fate.

Imagine Dragons, «Demons»

En esos días, de lo único que se hablaba en todas partes era, como no podía ser de otro modo, de la expulsión de Bianca. Bueno, de eso y de la prueba de Camden, que, junto a Shannon, había salido nominado.

Mientras que la chica, al tocarle verdad, tuvo que soportar un vídeo en el que Owen y Bianca se burlaban de ella a sus espaldas durante los últimos ensayos, Camden tendría que conseguir algo muy diferente si quería satisfacer las demandas del público: besar a Zoe y lograr que ella le devolviera el beso. En los labios. Por el momento, y haciendo caso del consejo de Cora, me mantuve al margen y guardé silencio hasta ver cómo se desarrollaban lo hechos. Sin embargo, los seguidores del programa en la red no tardaron en reaccionar, dividiéndose entre detractores y simpatizantes de la idea.

Spero que no caigaaa… Le romperá el corazón a Aarón!!!

Y no se lo perdonaré image006 !

A mí no me importaría «sufrir» ese «castigo», jujuju…

K yo spa, ning1 tien parj asi k puedn hcer lo k ls d la gna!!!

Por su parte, Bianca parecía haber salido con las pilas cargadas y mucha mala leche que compartir con el mundo. Desde su primera aparición en el programa matinal sobre T-Stars dejó claro que todo había sido culpa de Aarón. Entre lágrimas, y con la misma desvergüenza que su hermana, intentó convencer al público de los buenos momentos que habían compartido ella y Aarón antes y después de entrar en la casa.

—Nadie entiende lo que he sufrido. Al principio creí que solo era un tonteo —explicaba entre lágrimas el tercer día de libertad—, pero después… después vi que estaba surgiendo algo entre nosotros…

—Pues serías la única —mascullé desde mi sillón sin sentir ninguna lástima. Mientras que a ella la situación ya no podía afectarle de ningún modo, Aarón seguía dentro del concurso y no permitiría que desprestigiaran su imagen a base de mentiras.

Para añadirle más salsa al asunto, antes de acabar el programa llamaron por teléfono al novio de Bianca. El chico, que ya había regresado a Europa, explicó con voz ronca que el juego de Aarón había resultado sucio y propio de un auténtico manipulador emocional.

—¡Manipulador emocional! —exclamé yo—. ¿Por intentar quitarse de encima a una chica que desde el principio ha intentado meterse entre sus sábanas?

—¡No se te ocurra decir esas cosas de mi hermana! —intervino Melanie.

Como el día anterior y el anterior y el anterior, lo que siguió fue una retahíla de acusaciones y gritos que me dejaron sin voz.

Aunque, bueno, a diferencia de mi hermano, yo al menos podía escaparme de vez en cuando y huir lejos de aquel escenario de locos en el que se había transformado mi vida. Esa tarde, por hacer algo diferente, salí a dar una vuelta por la ciudad. Desde que había empezado el programa no había podido hacer otra cosa más allá de asistir a las galas y tertulias, descansar en el hotel y tragarme las infinitas horas de programa sin sacar nada en claro. Me merecía un respiro.

Aprovechando el buen tiempo que hacía, opté por perderme por Central Park y vagar sin rumbo fijo. Paseando entre aquellos inmensos árboles me invadió la agobiante sensación de ser diminuto, insignificante, efímero. De pronto me pregunté de qué servía que nos dejáramos el pellejo por intentar sacar algo a una vida que se burlaba de nosotros a todas horas. No tenía amigos, mi novia se encontraba a cientos de kilómetros y la única persona que podía llegar a entenderme estaba atrapada en un programa de televisión mientras yo le defendía a base de gritos y amenazas.

La segunda gala del programa había resultado mucho más entretenida y los índices de audiencia habían crecido con respecto a la primera, sobre todo cuando los nominados conocieron las pruebas que tendrían que llevar a cabo a lo largo de la semana. De todos modos, cuando comenté el tema con Cora, esta consideró que, por lo que se estaban gastando en el reality, tendrían que ser mucho más altos.

Como todavía me quedaba un rato antes de prepararme para la fiesta de esa noche, me senté en un banco en mitad de un camino por el que no pasaba nadie y saqué el móvil para conectarme al foro de fans de Aarón. Lo primero que hice fue revisar los mensajes anteriores por si alguien me había respondido. Y sí, me habían respondido, aunque no lo que yo esperaba.

Una tal «Winky», administradora del foro, nada menos, se dedicaba en varios párrafos a dejar claro que ella sí conocía a Leo Serafin y que no era oro todo lo que relucía. Pero ¿qué se creía esa cría con nombre de marca de pañales? Después añadió que le parecía genial que tuviera tanta fe en él (o sea, en mí), pero que no me ilusionara demasiado porque era evidente que desde lo de Play Serafin no había levantado cabeza y que necesitaría grandes esfuerzos para lograrlo.

La peña tenía muy mala leche. Me habría gustado poder responderle lo que de verdad pensaba, pero lo único que conseguiría sería que me echasen, y esa no era la razón por la que había decidido entrar en el foro. Al menos habían borrado el post sobre Amy, como les pedí.

La verdad es que la tal «Winky» tenía el foro bastante bien organizado, y la gente parecía hacerle caso en todo lo que les pedía. No me cabía la menor duda de que si mi hermano había salido como favorito en la última gala se lo debía en parte a esa niña que tanto parecía odiarme. Quizá solo estuviera enamorada de mí.

Además de los múltiples subforos dedicados a Aarón, también los había sobre el resto de los concursantes. Como se hacía tarde, decidí guardarme los enlaces para revisarlos después; quizá encontrase algo interesante sobre los otros concursantes.

De camino al hotel, y dado que hacía semanas que no hablaba con ellos, aproveché para llamar a Oli y agradecerles la que habían montado en Madrid.

Is this real life? —preguntó la chica cuando descolgó—. ¿Leo Serafin se ha dignado llamarme?

—No fuerces tu suerte —le dije con una sonrisa que ella no vio.

Después de ponernos al día sobre nuestras vidas y que me contaran un poco la buena acogida que Aarón había tenido allí y las diferentes campañas de apoyo que estaban preparando, le conté lo que necesitaba de ellos.

—No tienes de qué preocuparte —insistió ilusionada—. Seguiremos movilizando a la gente para que apoye a Aarón.

—Yo ando por algunas webs en inglés —dije—, pero creo que cubrir las españolas es fundamental teniendo en cuenta de dónde somos.

—Por supuesto. No dejaremos que se olviden de que está ahí metido, te lo prometo.

Respiré más tranquilo.

—Muchas gracias, Oli.

—No hay por qué darlas, ya se lo cobraremos a tu hermano en cuanto salga de la casa.

Veinte minutos después, ya en mi habitación, me di un relajante baño y me dediqué a ojear por encima los últimos vídeos de ese día.

Los nominados habían comenzado a mover ficha con sus respectivos castigos. Shannon, por su parte, había optado por cerrarse en banda y no permitir que lo que había visto le afectara lo más mínimo; es más, su reacción había sido la de volverse de piedra y concentrarse únicamente en ensayar la prueba con Kimberly para la siguiente gala.

La relación entre Aarón y Zoe se había estrechado un poco más desde la salida de Bianca, pero me preocupaba la situación que se estaba creando con el inglesito. Tal y como le habían ordenado necesitaba conseguir un beso de Zoe, por lo que había pasado de estar siempre a sus anchas a no separarse de mi protégée ni un minuto.

No sabía cuál sería su táctica, ni si tardaría mucho en atreverse a dar el paso. Pero su particular manera de ser y el hecho de que Aarón no se separase nunca de Zoe complicaban su jugada más de lo esperado. Pronto mis dos chicos comenzaron a preguntarse qué le ocurría y por qué se comportaba de esa manera tan… extraña.

—¿Será uno de los nominados? —le dijo Aarón a Zoe un día después de que Camden se pasara el día entero pegado a ellos. Bueno, mejor dicho, a ella—. ¿Le estarán obligando a no quitarte el ojo de encima ni un segundo?

—¿A mí? Querrás decir a los dos.

Aarón negó con la cabeza y esbozó una sonrisa pícara. Por respuesta, Zoe le atizó en el hombro.

No, desde luego Camden había perdido toda la sutileza y el magnetismo que pudiera transmitir en los escenarios. Ya fuera porque la prueba estaba muy por encima de sus posibilidades o porque se veía incapaz de mentir en temas del corazón, se estaba comportando como un auténtico pánfilo delante de Zoe. Y mucho tendría que cambiar para que ella llegara a plantearse siquiera darle el tan ansiado beso.

Mientras, la profesora de canto les había asignado el tema «Falling Slowly» del musical Once, tocado con guitarra y violín, y con la voz de mi hermano.

Al menos esperaba que todo el tiempo que tenían que pasar juntos (y solos) diera sus frutos. Nunca había tenido tanto interés en que mi hermano se liara con una chica. Bueno, no al menos desde todo el asunto con Dalila Fes, quiero decir.

Una vez duchado y vestido, aproveché los minutos sobrantes para intentar hablar con Sophie. A eso me dedicaba ahora: «a intentar hablar con Sophie», porque se había vuelto una misión imposible. Cuando no estaba en clase, estaba trabajando en el proyecto que le habían pedido que desarrollara a lo largo del curso, o descansando, o, simplemente, «era mal momento».

Una vez más, ni siquiera descolgó.

—Vuelvo a ser yo —dije cuando saltó el buzón de voz—. Sé que estarás superocupada, igual que yo, pero espero que encuentres un rato más tarde para llamarme. Voy a una fiesta, pero me llevaré el móvil. —Guardé silencio unos segundos antes de añadir—: Te echo de menos.

leo

El Cipriani era el ejemplo perfecto de lujo, sobriedad y elegancia. Se encontraba en el centro de Manhattan y, como su propia web decía, parecía haberse construido en pleno Renacimiento italiano con aquellas pinturas que colgaban de las paredes, las altas columnas de mármol, y los techos abovedados. Una limusina se había encargado de recogernos a los guías a la entrada de nuestro hotel y nos había dejado en la puerta del lugar, donde un botones nos acompañó hasta donde se desarrollaba la fiesta.

Una orquesta situada en el extremo opuesto del salón daba la bienvenida a los invitados. Las cristaleras en las paredes ofrecían una panorámica asombrosa de la ciudad. Aquí y allá había camareros paseando bebida y comida, y la gente, hombres trajeados como yo y mujeres ataviadas con los vestidos más impresionantes, charlaba animadamente alrededor de las mesas.

En cuanto el primer camarero pasó por mi lado, lancé la mano a modo de caña y agarré la primera copa. Estaba en mi salsa, rodeado de opulencia y de gente a la que me interesaba conocer, pero no lograba sentirme seguro. Tras lo ocurrido con Develstar, aquel lugar me parecía una piscina llena de pirañas.

Vagué por la sala sin rumbo fijo, picando de aquí y allá los canapés más raros que había probado nunca. Los invitados comentaban los últimos acontecimientos del programa entre carcajadas. De vez en cuando oía el nombre de Aarón pronunciado con socarronería o lástima. Me bebí la copa de un trago y cogí una nueva.

Mientras caminaba por el salón, además de advertir las miradas de algunos desconocidos puestas en mí, me crucé con Helena Weils, quien me sonrió de manera fugaz antes de desaparecer entre el gentío, y con Bi y Melanie, que solo alzaron sus narices al techo en su mejor gesto despreciativo. No me pasó desapercibido que la chica tenía en la mano un vaso con agua. Sonreí para mis adentros y me dirigí al fondo del salón.

Llegué frente al escenario de la orquesta y le di el último sorbo a mi tercera copa de vino tinto. Me quedé allí parado, ensimismado con la música y la mente algo abotargada por el alcohol. Una parte de mí me reprochaba no estar aprovechando el momento para hacer contactos, la otra directamente se zarandeaba al ritmo de la melodía. Mi cuerpo no tardó en acompañarla.

—Son buenos, ¿eh?

Asentí y me volví hacia el chico que acababa de dirigirse a mí.

—Lo son. Y el vino también, pero se me ha acabado. —Miré a mi alrededor en busca de un camarero, pero no había ninguno cerca.

—Toma mi copa, ni lo he probado —me dijo el desconocido.

Acepté sin pensármelo demasiado. Nos cambiamos las copas y brindamos, él con la vacía y yo con la llena.

—¿Trabajas en el programa? —le pregunté tras dar un trago.

—Algo así…

Debía de tener un par de años o tres más que yo, era alto, de brazos marcados incluso bajo el esmoquin, y hombros anchos. Llevaba el pelo castaño a media melena y peinado hacia un lado sobre sus ojos claros, y un piercing en la ceja derecha. Por su porte y sus facciones imaginé que se trataba de uno de los bailarines que acompañaban a los artistas en las actuaciones.

—¿Qué te está pareciendo el programa? —le pregunté cuando la orquesta se puso a tocar una nueva canción.

—No está mal —respondió él con una media sonrisa—. Pero acaba de empezar. Todavía no sabemos lo que puede dar de sí…

Estuve de acuerdo con él.

—¿Y a ti? —quiso saber.

—Considero que es el reality más sensacionalista que se ha emitido hasta el momento. —El alcohol me había soltado la lengua. Si Cora hubiera estado a mi lado, me habría destrozado la espinilla de un puntapié para que callara—. Es evidente que el tema de la música y las actuaciones son solo una excusa para ver cómo se despellejan unos famosos en directo. Pero oye, mientras dé pasta, todos contentos, ¿no?

El chico rió mi comentario con una carcajada grave.

—Y, entonces, ¿para quién dices que bailas tú?

Justo cuando hice la pregunta, el director de Develstar y Sarah Coen se materializaron a nuestro lado. Fantástico…

—Por fin le encontramos, señor Bright.

Me reí entre dientes. ¿Señor Bright? ¿Desde cuándo se mostraban tan formales con unos simples mortales?

—Pues ya habéis descubierto mi escondite —respondió él—. Estaba charlando con Leo, aunque en realidad todavía no nos habíamos presentado formalmente. Soy Icarus Bright, encantado.

Mientras le daba la mano en una situación que cada vez me resultaba más surrealista, Eugene Gladstone le puso la guinda añadiendo:

—Como ya sabrás, el señor Bright es uno de los productores ejecutivos de la cadena que ha cedido su espacio para el reality.

El estómago me dio un vuelco y amenazó con expulsar todo el alcohol que había ingerido. La respiración se me aceleró y sentí que me abandonaba todo rastro de embriaguez.

—¿Productor ejecutivo…? —logré musitar aún aturdido.

¿Cómo podía ser el productor ejecutivo de nada? ¡Pero si era demasiado joven! ¡Y bailarín! ¡Tenía que serlo! Porque si no lo era, comprendí, acaba de dinamitar toda posibilidad de que Aarón llegara a la final. Y de que yo volviera a salir en ningún otro programa, dicho sea de paso.

—Si no te importa, nos gustaría tratar con el señor Bright algunos temas —dijo el director de Develstar con una sonrisa que no llegó a contagiarse a su mirada. Viendo que no respondía, añadió—: A solas, Leo.

—C… claro —musité antes de alejarme unos pasos.

—Ha sido un placer —exclamó Icarus indiferente a mi turbación—. Espero que volvamos a coincidir pronto.

—Eh, sí, sí… —musité.

Después dejé la copa casi vacía en la primera mesa que encontré y me dirigí a la salida con la sensación de ser el mayor payaso de la historia.