Leo1

Making a way

Through the crowd.

Vanessa Carlton, «A Thousand Miles»

Rebosaba de orgullo por los cuatro costados. Mis «niños» habían ofrecido el mejor espectáculo posible en las escasas veinticuatro horas que llevaban en la casa. Todos habíamos seguido con atención la conversación que habían mantenido junto a la piscina, y juro que el corazón casi se me para cuando creí que Zoe iba a besar a mi hermano. Por un instante se me olvidó por completo que los conocía y me lo tomé como si fuera una película. «¡Besaos! ¡Besaos!», gritaba mentalmente delante del televisor. Pero no, Zoe tuvo una idea muchísimo mejor. Hasta Cora la había calificado de brillante.

—Que se hubieran besado tan pronto —dijo— habría sido demasiado evidente. Con esto ha creado la duda en los espectadores de si realmente se gustan o si solo están tonteando.

—Créeme, mi hermano no actúa tan bien. Esa es su cara de tortolito.

—Pero eso la gente no lo sabe. Además, la pregunta aquí es: ¿y Zoe?

Yo también quería saber qué le pasaba por la cabeza a la chica. Era evidente que algo había entre ambos, pero ¿se atreverían a mostrarlo en público? ¿Hasta qué punto? ¿Les convenía presentarse como pareja o eso los haría más débiles? Y, en otro orden de cosas, ¿qué pasaría con Bianca?

Solo tuve que esperar al jueves para descubrirlo. Bueno, yo, y el resto del mundo.

Hasta ese día, mis apariciones en los platós para hablar sobre Zoe y Aarón habían sido tan esporádicas como las del resto de los guías. Aunque la relación entre mi hermano y la chica del violín era lo que más interés suscitaba, tampoco había mucho que decir al respecto. Primero, porque no había pasado nada nuevo. Y, segundo, porque no conocía las respuestas a la mitad de las preguntas que me hacían.

—¿Cuándo se conocieron?

—¿Decidiste trabajar con Zoe por lo que existía entre ella y tu hermano?

—¿Hubo algo entre ellos antes de entrar en la casa-escuela?

—¿Esto significa que tu hermano ya ha olvidado a su anterior pareja? ¿Cuál era su nombre? Ah, sí, Emma.

Sí, Emma. ¿Qué sería de ella? Imaginé que, como cualquier persona normal, se habría retirado al lugar más alejado de la Tierra donde nadie pudiera localizarla ahora que Aarón volvía a estar en el candelero.

Si bien era uno de los guías más reclamados en aquellas tertulias, habría que esperar a que sucediera algo importante en la casa para que la cosa se pusiera interesante. Otros dos guías que rivalizaban por mi posición eran Melanie, con quien no había vuelto a hablar desde que comenzó el programa, y el padre de Camden.

—Mi hijo es uno de los mejores actores del Reino Unido y, si me apuráis, del mundo entero —contestó el hombre sin ningún pudor cuando le preguntaron acerca de la actitud callada y reservada del chico—. Mi hijo está tan concentrado en perfeccionar su arte que se olvida de confraternizar con sus compañeros. Un mal menor cuando, como es el caso, lo que debe primar ahora es la calidad sobre la cordialidad. De todos modos, en cuanto se olvide de que hay cámaras grabándole, volverá a comportarse con su naturalidad habitual.

¿Naturalidad? No conocía a Camden más que de los pocos días que había durado la promo del programa, pero estaba seguro de que el inglesito era el único que se estaba comportando dentro de la casa tal y como era fuera. ¿De verdad su propio padre no era capaz de verlo?

Además de en la televisión, Cora me consiguió entrevistas en la radio y en algunos periódicos locales. Quizá, gracias a alguna de esas múltiples apariciones, algún cazatalentos descubriera mi potencial y, de rebote, me saliera algo interesante.

Pero lo que peor llevaba era tener que estar siempre pendiente de lo que sucediera en la casa. Aunque mi agente me ayudaba a tener presentes los acontecimientos más importantes de cada jornada (que por el momento habían sido más bien pocos), eso no me eximía de poner el canal 24 horas cada noche antes de acostarme y revisar internet en busca de cuanto se dijera sobre Aarón y Zoe.

Como cabía esperar, ya había cerca de un millar de páginas y foros dedicados al programa, todos con sus encuestas y teorías sobre quién tenía más posibilidades de ganar, quién acabaría con quién o cuáles eran sus concursantes más odiados. Por goleada, Bianca era la más votada en esta última categoría, seguida de cerca por Kimberly. No era difícil suponer que el programa lo estaban siguiendo sobre todo chicas y que no estaban dispuestas a perder a uno de los artistas si podían deshacerse primero de las damas.

No tuve que rastrear mucho en la red para dar con una web dedicada exclusivamente a mi hermano. Esta página en particular contaba con un foro con más de dos mil usuarios y casi cincuenta mil mensajes. ¡Y solo llevábamos una semana de programa! Cuando logré superar la ola de envidia que aquello me produjo (era deprimente ver cómo el nombre de Aarón arrojaba más referencias en Google que el mío), me registré de incógnito bajo el nick de «8Ball» y me puse a investigar qué se cocía por allí.

En general todos los subforos estaban dedicados a sus canciones, a los pocos conciertos que había dado, a colgar imágenes, salvapantallas y avatares con su cara o frases de las letras de PLAY Serafin y a las posibles novias que había tenido en el pasado.

Pinché con curiosidad en este último y me encontré con una lista de al menos doce «supuestas» parejas de Aarón. Habían acertado con Emma y Dalila, y en ambas cadenas decían que seguían saliendo con él en secreto, pero el resto no me sonaban ni de nombre. No al menos hasta que llegué al final de la página, donde el nombre de la decimotercera novia de Aarón me dejó congelado.

—Venga ya…

Amanda Lavin, AKA Amy. AKA la tía que se dedicó a vender a los medios fotos mías a traición; Aka la tía más aprovechada y más… también se había hecho un hueco en aquel foro, y no solo la emparejaban con mi hermano, sino que encima decían que me la había levantado. ¡A mí! ¡Aarón! Venga, por favor…

Harto ya de tanta tontería me dispuse a publicar mi primer mensaje en el foro:

Me temo que estáis bastante desinformados al respecto. Aarón nunca llegó a salir con esa tía. Es más, por lo que me han dicho unas amigas de Madrid que la conocen, Leo, el atractivo hermano de Aarón, la dejó cuando se enteró de las enfermedades venéreas que sufría. Podemos quitarla de la lista sin problemas.

Contento con el mensaje, abandoné el subforo y me dediqué a rastrear otros que hablaran sobre mí. Y los encontré. Y no me hizo mucha gracia lo que leí en ellos. Vale que yo no cantara tan bien como Aarón, pero de ahí a decir que más me valía buscarme la vida en otro sitio que no fueran los escenarios había un trecho.

Evidentemente, hubiera sido de críos enzarzarme en una discusión con esa gente cuya media de edad seguramente no superaba los catorce años… pero no pude contenerme y tuve que dejarles bien claro que ni conocían a Leo Serafin ni sabían lo talentoso que era… Y que al cabo de poco tendrían que tragarse sus palabras porque llegaría muy lejos.

Casi sudando, le di a «Enviar» y cerré el portátil. Sí, estaba de malhumor. Y sí, también estaba cansado. Pero sabía que entonces no podría dormirme.

Cogí una manzana del bol que había sobre la mesa y la mastiqué despacio. El Hotel Princeton High no tenía nada que envidiar a nuestras habitaciones en Develstar. Se encontraba en pleno Manhattan y a escasos veinte minutos del teatro donde se rodaba el programa. Un cuarto de baño con ducha y bañera, salón con sofás, habitación con cama grande y terraza… Realmente los de Develstar sabían cómo tratar a sus invitados, al menos hasta que se convertían en una molestia. Después, todo eran amenazas y denuncias.

Aproveché que había terminado de revisar los e-mails y vídeos más importantes del día (lo más emocionante que había ocurrido había sido que Jack y Chris se habían enfadado a la hora de la comida por una tontería) para ejercer de buen hijo y llamar a casa. Allí sería medianoche y, conociendo a las chicas, seguro que hasta Alicia seguía despierta.

—¿Sí? —preguntó Esther cuando descolgó al cuarto tono.

—Hola, Esther, soy Leo, ¿Puedes…?

Clic.

—¿Hola? ¿Esther? —Me había colgado—. Será imbécil…

Volví a marcar, esta vez al número de móvil de mi madre.

—¡Leo, qué sorpresa!

—Dile a tu hija mayor que me debe como cuatro euros por la anterior llamada. ¿Qué tal estáis? —pregunté obligándome a respirar hondo y no pagarlo con ella.

—Nosotras bien, ¿y vosotros? ¿Cómo está Aarón? ¿Has podido hablar con él?

—No desde que entró en el programa. Ya sabes que solo le veré en las galas.

—Ya, claro, pero pensé que como esos programas siempre están amañados…

Puse los ojos en blanco y volví a repetirle por quinta vez en esa semana la perorata sobre cómo funcionaban las cosas en T-Stars.

—¿No querías estar al corriente de lo que hacíamos en todo momento? —le pregunté—. Pues ahora ya puedes con Aarón. Ahora vas a poder saber hasta cuándo se hace una…

—¡Leo Serafin!

—¿Qué? ¡Una herida! Iba a decir una herida.

—Déjate de bobadas y dime cómo te encuentras tú. ¿Te tratan bien? ¿Te han vuelto a decir algo de lo de…?

—No, mamá. Estate tranquila. Me tratan como a los demás. ¿Viste las fotos que te envié del hotel? Es una pasada, y Cora no deja de conseguirme entrevistas.

Mi madre me dio la razón y se quedó callada unos segundos. Al otro lado del auricular casi podía oír su cerebro analizando mi respuesta en busca de fisuras.

—No sé, Leo —dijo por fin. «Allá vamos», pensé yo—. Ya sé que no tengo de qué preocuparme, pero después de todo lo que pasó…

Eso me pasaba por ser buen hijo y llamar.

—A ver, mamá. Por favor. Esto no tiene nada que ver con lo de Play Serafin, ¿vale?

—¿Cómo que no? ¡Es la misma gente que os estafó! ¿Y si pretenden hacer lo mismo otra vez?

—Ya has vuelto a hablar con papá, ¿a que sí? —deduje.

—Pues sí. Y no le hace ninguna gracia todo esto. Se está planteando volver de Japón para acabar con este sinsentido.

Me separé el teléfono de la oreja y gruñí antes de decirle:

—Me alegro de que nuestro «sinsentido» esté afianzando vuestra relación, pero no necesitamos que venga nadie. Sabemos cuidar de nosotros mismos. Si papá quiere ayudar, que mande mensajes votando para que Aarón quede favorito en la próxima gala. Tengo que dejarte. Dale un beso a Ali de mi parte.

—Pero, Leo…

—Buenas noches, mamá. Un beso.

Tras colgar, me derrumbé en el sofá y me llevé las manos a la cabeza. No era el miedo a que pudiera estar en lo cierto lo que me molestaba, sino la posibilidad de que, una vez más, volviera a fracasar y a perder por completo la confianza de mi familia, de Aarón.

Esta vez tenía que ser la definitiva. Todo debía salir bien. Aarón ganaría el concurso, recuperaría su ansiada libertad y yo ocuparía su lugar bajo los focos.

Con ese mantra en la cabeza, y todavía demasiado afectado como para querer irme a la cama, opté por llamar a Sophie. No hablaba con ella desde hacía cuatro días, y aunque imaginaba que estaría liada, aquel silencio tan prolongado me desconcertaba un poco.

Tuve que esperar al octavo tono del segundo intento para que descolgara.

—¿Leo? ¿Qué haces llamando a estas horas?

Ni «Hola», ni «Qué ilusión», ni «Cuánto te echaba de menos».

—Hola, Soph, solo quería saber cómo te iba todo. Ya sabes, por eso de que soy tu novio y tal. Imaginé que te alegraría saber que no me ha secuestrado una banda armada de albanokosovares.

—No necesito que me llames para saber que no te ha secuestrado nadie: estás a todas horas en la televisión.

—¿En serio? —pregunté bastante orgulloso.

—Leo, de verdad, ando muy ocupada. Mañana tengo que entregar un trabajo y… —escuché cómo tapaba el auricular y le decía algo a alguien—. Oye, tengo que colgar.

—¿Con quién estás? No te habrás echado novio, ¿no? —bromeé.

—Leo, por favor. Es solo un compañero. Mañana te llamo, ¿de acuerdo? Buenas noches.

Y colgó.

Ni «Un beso», ni un «Te quiero», ni un «Te echo de menos».

Y encima estaba con un tío.

—Leo, cálmate…

Genial, había empezado a hablar conmigo mismo en voz alta. Ahora sí que no había marcha atrás. Me estaba convirtiendo en Aarón.

Pero tenía razón. Debía calmarme. No era como si el karma tuviera razón para castigarme. Lo único que pasaba era que echaba de menos a Sophie y, para qué negarlo, a mi hermano. También echaba de menos a Tonya.

Con un regusto amargo en la boca, saqué a Tracy del cajón de la mesilla de noche y me tiré en la cama con una sola pregunta en mente: ¿qué podía hacer para mejorar mi situación actual?

Nada, pareció decirme el MP3 cuando por los auriculares comenzó a sonar «Ironic», de Alanis Morissette. Aquella respuesta la pillé deprisa: no estaba en mis manos mejorar mi situación. Solo me quedaba esperar y ver qué me deparaban los próximos días…

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Los ánimos dentro la casa se habían caldeado durante las últimas horas.

Al parecer, a Bianca no le había hecho ninguna gracia que, desde aquel inesperado chapuzón en la piscina, mi hermano y Zoe hubieran estrechado su relación y volvieran a comportarse entre ellos como antes del concurso, por lo que, cuando no le dedicaba algún comentario mordaz a la chica, se dedicaba a quejarse de ellos al resto del grupo. En realidad, mi hermano y la violinista rara vez estaban solos, ya que siempre los acompañaban Chris, Owen o Camden, pero eso a Bianca le traía sin cuidado. Aarón era suyo. Lo había marcado el día que se conocieron y no pensaba dejar que nadie se lo arrebatara. Aunque tuviera novio fuera de la casa. Aunque se comportara como si Aarón solo fuera un bolso que restregar a la audiencia.

—Melanie —le dije durante una de las tertulias matutinas en el canal del reality—, tu hermana ha amenazado a Zoe con, y cito textualmente, «darle una paliza» si seguía intentando robarle a Aarón.

Para que luego dijera mi padre. ¡Si esto era como ser abogado, pero más divertido!

—¡Mentira! Mi hermana no ha amenazado a nadie —exclamó ella levantándose de su asiento y apuntándome con el dedo. La poca cordialidad que quedaba entre nosotros había saltado por los aires aquella mañana.

—Yo solo comento lo que todo el mundo ha visto. Pero mi pregunta es: ¿por qué Bianca se ha puesto así cuando tiene novio fuera? ¿Por qué no deja a mi hermano en paz?

La francesa volvió a sentarse, se cruzó de brazos y respiró profundamente antes de contestar a mi acusación.

—Bi siempre ha sido una persona muy… enérgica. Tiene algunos prontos que pueden hacerla parecer un poco violenta, pero tiene un gran corazón. Su relación con Jean antes de entrar en la casa no estaba demasiado bien, me lo confesó la última noche que la vi. Pero es evidente que nada de esto habría ocurrido si Aarón no hubiera dado evidentes muestras de afecto hacia ella.

—¿Perdón? —le espeté. Ahora era yo el que se había alterado—. Mi hermano nunca…

—Disculpad que intervenga en este punto —me cortó de improviso el presentador—. Nuestro equipo de producción ha preparado un vídeo resumen de los primeros cinco días de la pareja.

En cuanto dijo aquello, me temí lo peor. Lejos de recostarme en el sofá en el que nos encontrábamos y disfrutar de la película, apoyé los codos sobre las rodillas y torcí el gesto.

La pantalla se fundió en negro antes de que el tema principal de la película Amélie indujera a los espectadores a un estado romántico que me puso aún más en alerta. Enseguida supe que no me había confundido. El programa había escogido todas las imágenes que habían podido encontrar de Aarón y Bianca y las habían montado con zooms, transiciones y cámaras lentas que, mezcladas con aquella música, ofrecían la ilusión de que estaban enamorados. Una mirada, una sonrisa, una palmada en los hombros de mi hermano a Bianca, un masaje de él a ella… si se sacaban de contexto y solo se veía aquel vídeo el sentido de todo quedaba completamente trastocado.

En la mitad de aquellas escenas la pareja estaba con el resto de los concursantes, aunque los hubieran cortado de la imagen. El masaje era parte de un ejercicio que el profesor de expresión corporal les había pedido a todos; la palmada en los hombros había ocurrido después de que ganara un partido de tenis por parejas y de que Bianca le obligara a Aarón a jugar con ella. Lo sabía porque me había tragado todos esos vídeos al completo. No podía ser el único que advirtiera que aquello estaba amañado. Como no acabara pronto, terminaría vomitando arcoíris.

—Yo estoy de acuerdo con Lauren —dijo la tercera tertuliana del programa cuando acabó el vídeo—. Da la sensación de que Aarón está jugando a dos bandas sin preocuparse por que pueda romperle el corazón a dos chicas inocentes.

—¡Estas imágenes están sacadas de contexto! —exclamé yo.

—Las imágenes pueden estar sacadas de contexto lo que tú quieras, perdona, pero esas miradas… —me replicó Melanie—. Esas miradas son las de dos jóvenes enamorados.

El público aplaudió y yo me llevé las manos a la cabeza, literalmente.

—¿Enamorados? ¡Anda ya! Y antes que nada aclaremos una cosa: ¿quién está jugando aquí a dos bandas? Hasta donde yo sé, Bianca es quien sigue saliendo con ese tal Jean…

—Lo que mi hermana haga con Jean no te incumbe lo más mínimo.

—¡Sí, si pretende lanzarse al cuello de mi hermano solo para ganar más minutos de audiencia!

Los ojos de Melanie amenazaron con saltársele de las órbitas.

—¿Cómo te atreves…? ¡Las hermanas Leroi no necesitamos mendigar la atención de las cámaras! Llevamos desde los seis años, ¿me oyes?, desde los seis años construyendo nuestra brillante carrera! Es evidente que aquí los que quieren ganarse al público son tus artistas: Zoe, porque acaba de aterrizar en este mundo y todavía no sabe ni gatear, y Aarón… —entornó los ojos—, porque pronto se demostrará que es un fraude de artista. Igual que su hermano.

Sentí que la rabia me bullía por dentro, pero antes de llegar a ponerme en pie y dilapidar por completo mi carrera televisiva soltando lo que de verdad pensaba de ese par de víboras venenosas, el presentador del programa tomó las riendas, nos despidió y dio paso a publicidad. En cuanto estuvimos fuera de antena, Cora vino corriendo sobre sus tacones hasta mí y me agarró del brazo.

—Ni se te ocurra decir una sola de las cosas que se te están pasando por la cabeza. Hay demasiada gente mirando.

Estaba tan ofuscado que no supe ni cómo había llegado al camerino hasta que me encontré allí, sentado en el sofá y con una botella de agua en la mano.

—¡Tendrías que haberme dejado que la pusiera en evidencia! —mascullé.

—¿Y qué habrías logrado con eso? —preguntó ella mientras revisaba su interminable lista de correos en el móvil.

—Dejarla en ridículo. Está claro que es lo que más le preocupa. ¿Cómo puede ser tan asquerosa? ¿Cómo ha podido decir eso de Aarón? ¡De mí! Son una familia de perturbadas…

—Desahógate lo que quieras aquí dentro, pero cuando salgas por esa puerta vas a ser el Señor Sonrisas. Comprendo tu frustración y tu enfado, pero si no haces lo que te digo, lo echarás todo a perder. La gente no es tonta, Leo. Se dará cuenta de que esa chica no es trigo limpio y que no existe nada entre tu hermano y Bianca.

—Ya, y mientras, a tragar sin rechistar —concluí más cabreado que una mona.

Cora asintió y siguió leyendo e-mails en silencio hasta que encontró uno interesante.

—Parece que la semana que viene tienes que asistir a una fiesta.

—¡Qué horror! —ironicé—. ¿De qué es?

—La organiza Develstar con motivo del inicio del programa. Será en el Cipriani de la Cuarenta y dos y, por lo visto, además de los guías, están invitados los productores, el equipo de Develstar y otras celebridades. Tendrás que ir de etiqueta.

—¿Tú no estás invitada?

—Me temo que no, pero no te preocupes por mí; no imaginas lo mucho que necesito una noche libre. —Soltó una carcajada antes de volver a ponerse seria—. Te pido por favor que no metas la pata. De ninguna manera.

Levanté la palma de la mano derecha.

—Palabrita de niño Jesús.