Leo1

We all want to be big big stars,

but we got different reasons for that.

Counting Crows, «Mr. Jones»

—¡Todos a sus puestos!

Con el grito del regidor, la presentadora se colocó frente a la cámara y se atusó el vestido bajo el único foco encendido de todo el plató. Yo contuve el aliento.

—¡Entramos en directo en tres, dos, uno…!

La mujer se acercó a su cámara y, con los brazos abiertos, exclamó:

—¡¡¡Bienvenidos a True Stars!!!

El plató entero estalló en un fogonazo de luces multicolor. Con ese anuncio y los aplausos del público, los focos del plató comenzaron a girar enloquecidos al tiempo que tronaba la melodía del concurso y en las pantallas se emitía el opening del programa.

Me acomodé en mi sillón giratorio y me sequé las palmas de las manos en los pantalones. Estaba nervioso. Nervioso e impaciente y emocionado y completamente extasiado entre tanto foco y tanta cámara. Dios, ¡cuánto había echado de menos esa sensación!

—Unas estrellas de lujo, una escuela de artistas, retransmisión las veinticuatro horas y muchas, muchísimas sorpresas. Espero que estéis preparados para un reality sin precedentes que pasará a formar parte de la historia —dijo la presentadora mientras se paseaba por el plató subida en unos taconazos de veinte centímetros—. Mi nombre es Helena Weils y seré la encargada de descubriros todos los secretos de True Stars cada semana.

El público estalló en aplausos y vítores mientras Helena aguardaba con su imperturbable sonrisa blanca y sus labios rojos. Lucía un vestido vaporoso, negro y de tirantes que contrastaba con su melena rubia. Había que hacer un esfuerzo titánico para no perder la concentración cuando te hablaba mirándote a los ojos.

—Estamos a punto de dar el pistoletazo de salida. Siete semanas en las que podréis conocer de cerca a vuestras estrellas favoritas, ver cómo trabajan y cómo son en la intimidad. Siete semanas en las que vosotros —y señaló a la cámara con el dedo—, con vuestra participación y vuestros votos, podréis comprobar quién es el mejor artista, ¡incluso en las situaciones de convivencia más extremas!

Tras aquella perorata, se repitió la ovación. Cuando el público volvió a calmarse, procedió a explicar en qué consistiría todo el concurso y cómo se dividirían las galas.

Lo primero que tendría lugar serían las actuaciones de los nueve concursantes, cada uno con lo que le hubiera tocado preparar durante los siete días anteriores. Para esta gala, los chicos habían tenido libertad absoluta para escoger. A continuación, vendrían las nominaciones. Para ello, entrarían en unas cabinas colocadas en el escenario donde se les comunicaría de manera privada si eran el favorito o uno de los dos nominados. En caso de serlo, los artistas tendrían la oportunidad de salvarse escogiendo entre verdad o atrevimiento y aguantando la semana posterior con esa carga, llevándola a cabo lo mejor posible, hasta la gala siguiente. El público decidiría quién de los dos no merecía seguir en el concurso y sería expulsado. Por primera vez en este tipo de concursos, no existía ningún jurado de profesionales que valorasen el trabajo de los artistas: la decisión de premiar o castigar a los concursantes recaía exclusivamente en el público.

—Enviadnos las pruebas que queráis que los nominados lleven a cabo —añadió Helena—. Como ya sabéis, sus guías tendrán que escoger entre seis vídeos la prueba de la semana, ¡y si vuestro vídeo es uno de los elegidos, ganaréis un viaje a los estudios para ver la siguiente gala en directo! Así que no dudéis en participar.

Vaya, eso era nuevo… Aunque tenía sentido; era la manera perfecta de disparar la imaginación del público… y su crueldad.

El edificio donde se grabarían las galas era inmenso. Por un lado estaban las gradas del público y la pista para quienes veían las galas de pie, con cabida para unos quinientos espectadores. El escenario tenía la forma de un tridente, los asientos de los artistas se encontraban en un ala del escenario, mientras que nosotros, los guías, nos encontrábamos en el ala opuesta. El pasillo del centro se internaba en el público hasta un escenario más pequeño como una península en un mar de gente.

Llevábamos allí desde por la mañana, atendiendo las directrices de los productores del programa y del propio señor Gladstone, que no había abandonado el edificio en todo el día y que ahora nos vigilaba desde una posición privilegiada entre el público. Nuestras miradas se cruzaron un instante y sentí que la sangre se me helaba en las venas. De repente mi único deseo fue que todo saliera bien y al final de la gala nos diera una palmada en la espalda y nos felicitara y desapareciera de mi vista.

—¿Y qué premio recibirá el concursante que salga como favorito cada gala? ¡Pues la oportunidad de pasar una noche en la única habitación sin cámaras ni micrófonos de la casa!

Era un buen regalo. Al menos los afortunados podrían desconectar durante unas pocas horas y recuperar fuerzas para el resto de la semana.

—Como íbamos diciendo —prosiguió Helena—, los artistas no estarán solos en esta aventura. Desde fuera contarán con la ayuda y el apoyo de sus guías.

Las luces se volvieron hacia nosotros y todos alzamos las manos a la vez para saludar al público, nuestras sonrisas resplandeciendo como cuchillos. Helena procedió a continuación a nombrarnos de uno en uno, tal y como nos habían explicado antes de que comenzara la gala.

Al primero que presentó fue a Jonathan Keysse, representante de Three Suns, guía de los tres chicos y a quien conocimos la noche que nos presentaron a los demás concursantes. Cuando se sentó, tras una breve reverencia, le tocó el turno a Melanie Leroi, que se puso en pie y lanzó besos a diestro y siniestro al estilo de una profesional.

—¡Alcott Westfield ayudará a su hijo Camden! —anunció Helena a continuación.

El gigantón alzó los brazos y se agarró las manos en el aire con aspecto de triunfador. Cuando lo hizo, parecía que las costuras de su chaqueta iban a saltar.

La siguiente en levantarse fue la agente de Shannon, Estella Wood, una cuarentona con aspecto de señora Rottenmeier que se limitó a saludar con un frío asentimiento de cabeza.

—Para escoger las pruebas de Kim-Kim tenemos a… ¡Roland Claus, su agente!

Fue la primera vez que reparé en aquel hombre. Debía de tener treinta y pocos años, llevaba el pelo tan engominado y brillante que parecía esculpido con alquitrán. Vestía una camisa púrpura abierta, con el pecho al descubierto y una cadena dorada con una cruz. El tipo fue el único que salió de su sitio para acercarse más al público y saludar desde allí con varias florituras.

Antes de poder borrar el asombro de mi cara, Helena anunció:

—Y, por último, el guía de Zoe Tessport y Aarón Serafin será… ¡Leo Serafin!

Me levanté enérgicamente y saludé a todo el mundo, hasta a la gente que había en las gradas más altas, lo que seguramente me proporcionó algunos puntos de más. No en vano, los aplausos que me dedicaron a mí sonaron mucho más entusiastas y sinceros que los de los demás.

—Pero no hagamos esperar más —dijo la presentadora cuando regresé a mi sitio—. ¡Recibamos con un fuerte aplauso a los verdaderos protagonistas de este concurso!

Tras su grito, los focos apuntaron a la puerta corredera con la forma de la estrella del programa por donde comenzaron a desfilar todos los artistas de Develstar. Aarón iba a la cabeza, seguido de Shannon y del rubio de Three Suns, Owen.

—Saluda con más salero, tío… —mascullé para mí sin dejar de sonreír cuando vi lo cortado que de pronto parecía mi hermano.

En cualquier caso, habría dado igual. La gente había enloquecido y, mientras los concursantes avanzaban por los pasillos, ellos alzaban las manos en busca de una simple caricia que poderse llevar de recuerdo. Saber que yo también había sido idolatrado de esa manera y que ya no lo era me producía una impotencia y un agujero en el estómago, como si cayera al vacío.

Para cuando los chicos llegaron a los nueve sillones que tenían reservados al otro extremo de donde estábamos nosotros, la música fue bajando de volumen y Helena se acercó a ellos.

—Compramos vuestros discos, asistimos a vuestras funciones, vemos vuestras películas, vamos a vuestros conciertos… pero hoy aquí empezaremos a conoceros realmente. ¿Estáis nerviosos?

Los concursantes se miraron entre sí, algunos más conscientes que otros del poder que tenían. Aarón, por supuesto, intimidado, procurando volverse invisible, aunque no le sirvió de nada, pues Helena le tendió el micrófono el primero.

Mi hermano iba a comenzar a hablar cuando un grupo de chicas del público volvieron a vitorearle y a lanzarle piropos. El resto del público, que parecía haberse tranquilizado, se sumó a la ovación. Incluso bajo el maquillaje que llevaba en la cara, Aarón se sonrojó violentamente y esbozó una leve sonrisa que no hizo más que alborotar aún más a la gente. ¿Era posible que aquella vergüenza innata pudiera jugar a su favor?

Lo que estaba claro era que su gesto de asombro era genuino y que, ni de lejos, había asimilado todavía los niveles de euforia que su mera presencia suscitaba.

—Bueno… —comenzó cuando el público le dejó—, para mí todo esto es parte de un sueño, y si así consigo que la gente que escucha mi música me conozca mejor, bienvenido sea… Eh, esa no era la pregunta, ¿verdad? —añadió—. Perdón, quiero decir que sí, que estoy nervioso. Como un flan.

Todos reímos su ocurrencia y yo asentí más que conforme. A continuación, Helena procedió a preguntarles cosas similares a los demás, como qué esperaban del programa, qué se encontraría el público, qué es lo que más temían que se descubriera de ellos…

—Si te lo dijera, ¡les estaría dando ventaja! —bromeó Jack. Después chocó las palmas con Owen, a quien tenía al lado.

—Es verdad, es verdad —concedió la presentadora—. No queremos quitarle emoción al juego.

Sin dejar de sonreír, se acercó a Zoe.

—Ahora, quiero presentaros a la más joven y la menos conocida de los chicos. Una artista llena de talento que seguramente nos dé más de una sorpresa: Zoe Tessport. Buenas noches, Zoe.

—¡Hola! —contestó mi nueva pupila con una sonrisa radiante. Bruno le había elegido para la ocasión un vestido negro y rojo que contrastaba con las botas que le llegaban hasta medio muslo.

—Tu primera vez delante de las cámaras, delante del mundo, cuéntanos, ¿cómo te sientes, rodeada de tantas estrellas? ¿Alguna vez imaginaste que llegarías a codearte con todos estos artistas?

—Nunca —confesó—. Esto está siendo un sueño para mí.

—Y dime, ¿te gustaría llegar a ser como ellos? ¿Qué táctica has pensado para alzarte con el premio?

Zoe se quedó unos instantes en silencio, meditando la respuesta.

—En realidad no he preparado ninguna… táctica. Aunque los admiro a todos, me gustaría no parecerme a ninguno y ser siempre yo misma. Solo espero disfrutar de la experiencia y poder hacer buenos amigos entre todos estos maestros. —Y señaló a los demás concursantes. Con ello, se metió a todo el público en el bolsillo. Incluso Candem, el inglesito con horchata en las venas, sonrió sin dejar de aplaudir.

Helena dio por concluida la entrevista y anduvo hasta donde se sentaba Bianca Leroi.

—Bianca, igual que Aarón, tu hermana está allí sentada de guía. ¿Ventaja o inconveniente?

Las dos chicas se miraron en la distancia.

—Ventaja, sin duda —contestó la pequeña—. Es maravilloso no tener que dejar atrás a tu hermana y tu mejor amiga.

—Pero… —prosiguió Helena mirando alternativamente al público y a la chica— hay algo que que dejarás atrás, ¿no, Bianca?

La sonrisa se congeló de pronto en el rostro de la francesa, parpadeó varias veces y apretó los labios con intensidad. Después miró hacia nuestra zona y lanzó un beso al aire.

Primero pensé que era a mí, pero después advertí que miraba más atrás, a las gradas del público que teníamos a nuestra espalda, donde un desconocido le devolvió el beso.

Busqué la mirada de mi hermano para comprobar si estaba tan flipado como yo.

—¿Cómo te sientes al saber que no verás a tu novio durante todo el tiempo que pases en la casa? —prosiguió Helena.

Bianca a duras penas contuvo las lágrimas mientras contestaba:

—Mal, pero ambos sabemos lo que hay, y sé que él estará esperándome fuera.

Eso seguro, pensé. Ahora, más le valía estar listo para llevarse una desagradable sorpresa visto lo visto hasta el momento…

Aún contrariado por la sorpresa, me recliné en mi asiento y esperé a que concluyera la primera ronda de preguntas. Cuando entramos en publicidad, me levanté escopetado en busca de Aarón, pero cuando iba a darle alcance, el regidor se interpuso en mi camino.

—Lo siento, señor Serafin —dijo—, pero el concurso ya ha comenzado, y el aislamiento de los artistas debe ser total… son las normas.

—Será un momento —le aseguré intentando esquivarle, pero él volvió a agarrarme del brazo.

—Como le he dicho, el concurso ya ha comenzado. —Y con un movimiento de cabeza señaló al público, que no nos quitaba ojo de encima.

Cabreado, pero sin perder la sonrisa, regresé a mi asiento. De todos modos, me dije para calmarme, Aarón no era idiota y estaba convencido de que había entendido la situación y la jugada de Bianca tan bien como yo. Esperaba que actuara en consecuencia.

El regidor volvió a avisar de que estábamos a punto de volver a entrar en antena y todos regresaron a sus puestos. A mi derecha, Melanie se atusó el cabello y después la delantera sin ningún pudor. Cuando me pilló mirándola, le guiñé un ojo.

Tan pronto como terminaron los anuncios, comenzaron a emitirse las entrevistas que habían grabado los concursantes hacía unos días. Acompañado por una canción de Rihanna, el vídeo fue mostrando las diferentes respuestas de los artistas y algunas tomas falsas de los rodajes. Yo apenas presté atención. Sabía que la mayoría habrían mentido en sus contestaciones para parecer más simpáticos, o más débiles o más sensibles o más interesantes de lo que en realidad eran. Estaban en su derecho. Yo habría hecho lo mismo.

Aproveché, por el contrario, para prestar atención al público. Quería saber a quiénes vitoreaban con más entusiasmo o qué detalles de los que los chicos contaban parecían hacerles más gracia o con cuáles asentían con más emoción. Si algo me quedó claro fue que Aarón arrancaba con gran ventaja, por lo que más de uno de sus contrincantes lo vería como una amenaza. Me recordé, no sin cierto orgullo, que buena parte de todo aquello me lo debía a mí y al legado que le había dejado.

Un par de minutos más tarde, con un último vídeo de Shannon lanzando un beso a la cámara, la presentadora regresó al centro del plató y se dirigió a cámara.

—Como ya sabéis —decía la mujer—, en nuestra web, además de votar, podréis encontrar el resto de las entrevistas, la biografía de los concursantes y muchos otros contenidos exclusivos que no podéis perderos. Y ahora que les conocemos un poquito más, es hora de que demuestren la razón por la que les llamamos estrellas. ¿Estáis listos? Será justo después de esta breve recomendación comercial…

En el tiempo que duraba el anuncio de uno de los patrocinadores del programa, los chicos se levantaron de sus asientos y se dirigieron deprisa a la puerta del escenario por la que habían entrado. Antes de desaparecer, Aarón se dio la vuelta para mirarme y yo levanté los pulgares.

Según el guión, nos esperaban cuarenta y cinco minutos de puro arte que arrancaron con Bianca Leroi y la interpretación de su hit más famoso: «Je t’aimerai sous la pleine lune», un tema tecno que enseguida me descubrí tarareando.

El siguiente en actuar fue el inglesito, que nos deleitó con una escena de Sueño de una noche de verano vestido con un ridículo traje de duende formado por lianas y hojas que dejaban a la vista sus abdominales.

—Bien jugado… —mascullé mientras el chico interpretaba los versos con una energía inesperada.

Camden se había hecho famoso tres años atrás con la película Mente etérea, en la que interpretaba a un chico con síndrome de Asperger, y que le había valido la nominación a un Oscar al mejor actor, nada menos. Del mismo modo sabía que todo el mundo quería volver a verle actuar en la gran pantalla, pero que él había preferido seguir su carrera en los escenarios.

Kimberly actuó en tercer lugar. Su rollo era tan diferente a lo que estaba acostumbrado a escuchar que era incapaz de decidir si me gustaba o no. La tía cantaba bien, eso era innegable, y por cómo reaccionó el público cuando terminó, estaba claro que también tenía sus seguidores.

«ILU» fue el tema que Aarón escogió como presentación. Cuando advertí que estaba subvocalizando la letra como en el pasado, sentí que se me subían los colores. Pero en cuanto noté que la cámara me enfocaba, puse cara de concentración y asentí como dando mi aprobación a la actuación de mi hermano.

Una vez que hubo terminado, me puse en pie y le aplaudí con todas mis fuerzas. Con eso disiparía las dudas que pudiera tener el público de que sentía celos de él.

Los siguientes fueron Three Suns, y casi consiguieron que el edificio se viniera abajo con «Kiss in Time». Para cuando le llegó el turno a Shannon, la gente estaba al borde del colapso, y su emotiva canción y su vozarrón no hicieron más que facilitar que a todos se nos saltaran las lágrimas. Me pregunté qué hacía una artista de su talla en un concurso como aquel.

Por último, salió Zoe. Las luces se atenuaron y el claustrofóbico silencio que se impuso fue tan intenso que casi podía escuchar la respiración de quienes me rodeaban. La chica avanzó hasta el centro del escenario y el foco azul que la iluminaba la siguió como un halo. Parecía un ángel punk con aquella ropa.

Zoe se colocó el violín en posición y comenzó a tocar. El silencio, que hasta ese momento había sido de escéptica expectación, se volvió de pronto reverencial. La melodía, lenta y suave, nos envolvió a todos de una manera que solo podía describirse como mágica… hasta que, de repente, entró la batería y el ritmo de la canción se disparó mientras Zoe rasgaba las cuerdas del instrumento a una velocidad endiablada y llena de fuerza. La gente pareció volver a la vida con gritos y aplausos. Todos seguíamos el compás con las palmas y los pies. El público zarandeaba la cabeza rítmicamente hasta que, unos minutos más tarde, el tema terminó en un suave lamento.

Por segunda vez en lo que llevábamos de noche, me levanté para aplaudir. Aun siendo «la nueva», con aquella interpretación había demostrado su valía y la razón por la que estaba allí.

Concluidas todas las actuaciones, quedaba la charla con nosotros y la despedida. Durante la pausa publicitaria que siguió a la actuación de Zoe, y mientras se llevaban a los concursantes en limusina a la casa, un grupo de técnicos nos colocó a los seis guías micrófonos de solapa para nuestra breve intervención.

De nuevo en antena, Helena se acercó a nosotros para preguntarnos cómo veíamos a nuestros artistas, si creíamos que lo habían hecho bien y si les echaríamos de menos.

—El monólogo que mi hijo ha escogido no era nada fácil, y aun así lo ha bordado. Estoy seguro de que hasta el propio Shakespeare le habría dado el papel.

Quien hablaba con tanta convicción era el padre de Camden. El progenitor del inglesito era una aterradora mole humana de gesto hosco cuyas espaldas sobresalían por todos los lados del asiento y que lucía una graciosa perilla y bigote negros. Por miedo a que me soltara un mamporro si me veía, me abstuve de poner los ojos en blanco.

El agente de los chicos de Three Suns, Jonathan Keysse, se mostró igual de entusiasta respecto al trío. Y recalcó (varias veces) que habían demostrado no solo una absoluta maestría al interpretar la canción, sino una perfecta sincronización.

El último en intervenir fui yo. Lo primero que pensé fue que más me valía prestar atención a donde miraba o el mundo entero me pillaría estudiándole el canalillo a la presentadora. Una vez superada esa barrera, me concentré en responder la pregunta que me había hecho con la mayor claridad posible…

—Es evidente que no es fácil guiar a dos artistas que tienen tan poco que ver como Zoe y mi hermano Aarón, pero cuando la conocí supe que tenía eso especial que se necesita para llegar a convertirse en una superestrella. Y si yo puedo ayudarla a que eso ocurra, lo haré encantado.

—Ya, pero ¿qué sucederá si ambos salen nominados y solo puedes salvar a uno? ¿Te dejarás llevar por la sangre… o por la objetividad?

Menuda preguntita. En la zona VIP del público crucé una mirada con Cora, la cual asintió dándome vía libre para hablar, y eso hice.

—Bueno, Helena —dije—, tanto el público como yo sabemos que una vez que se intercede de una manera tan clara en las elecciones y reacciones de los concursantes mediante las pruebas, el juego deja de ser objetivo. ¡Y no es algo malo! Simplemente… es así. Lo que quiero decir es que siempre intentaré ser lo más objetivo posible a la hora de ayudar a mis artistas, pero este programa se basa en emociones y sentimientos. Los suyos y los nuestros, y eso lo cambia todo —concluí con un par de golpes en el pecho.

La gente aplaudió mi respuesta y yo me recosté en la silla, orgulloso de mí mismo y sin tener ni idea de qué leches acababa de decir…

—Pues, queridos espectadores, ha llegado el momento más esperado del programa —anunció Helena dirigiéndose de nuevo a las cámaras—. En breves momentos, nuestros concursantes entrarán en la casa-escuela en la que permanecerán aislados hasta la gala del próximo domingo.

Mientras la mujer hablaba, en las pantallas pudimos ver a los nueve chicos apeándose de la enorme limusina que les había recogido durante la pausa publicitaria frente a la cancela de una mansión que quitaba el hipo. Cuando el automóvil llegó a la entrada principal, los participantes, seguidos por varias cámaras con focos deslumbrantes, salieron a la noche y cruzaron el cuidado jardín. Unos iban agarrados de los brazos, como amigos íntimos; otros andaban por libre y con la mirada puesta en las maravillas que se desplegaban ante sus ojos.

—¡Ahora sí, amigos! ¡Podemos dar por inaugurada la primera edición de True Stars, el reality de las estrellas! —Al grito de Helena, el público se puso en pie y aplaudió con todas sus fuerzas—: Os recordamos que podéis seguir la estancia en la casa-escuela a diario en el canal 24 horas, en los resúmenes diarios y por internet. ¡No os olvidéis de votar ni de enviar vuestras videopruebas, las estamos esperando! Y ahora os dejamos con el recibimiento de la directora y el equipo de profesores a los chicos…

Con aquel último comentario, la música bajó de volumen, las luces se atenuaron y todos volvimos a tomar asiento mientras las cámaras del plató dejaban de emitir y conectaban con las de la casa.

Por primera vez desde que Aarón me habló del reality, fui consciente del reto que iba a suponer todo aquello. Solo me quedaba esperar que ninguno acabáramos peor de lo que habíamos comenzado…