Aaron15

Save tonight

And fight the break of dawn.

Eagle Eye Cherry, «Save Tonight»

Tuve que esperar a los postres para poder abandonar la cena. En cuanto Bianca se disculpó para ir al aseo, aproveché para despedirme de todos hasta el día siguiente alegando estar muerto de sueño. Antes de que la chica volviera, me escabullí con unos cuantos pastelitos dentro de una servilleta en dirección a la habitación de Zoe.

Apenas había podido disfrutar de la comida con la hermana parloteando sin cesar a mi oído, riéndose de sus propias bromas y eclipsando a cualquiera que osara llamar mi atención. Por supuesto, en cuanto le confesé que había sido un gran admirador suyo durante mi adolescencia, ella pegó un gritito y me bombardeó a preguntas sobre cuál era el disco que más me había gustado, qué episodio de su serie había visto más veces o si creía que había alguna posibilidad de que en España rescataran las películas que había grabado con su hermana.

Ya en el pasillo, pude escuchar la música de un violín rasgando el aire. Se trataba de una melodía preciosa, algo melancólica, pero pegadiza.

Cuando llegué a la puerta del cuarto de Zoe estaba hecho un lío. No sabía muy bien qué iba a decirle ni por qué había subido. Supuse que estaba preocupado porque hubiera hecho algo que la hubiera ofendido de alguna manera.

Miré los pastelitos que llevaba en las manos y me sentí como un idiota (¡qué novedad!). Tal vez Zoe se encontrara indispuesta y solo necesitara descansar. Lo último que necesitaba era que la molestasen. Sí, resolví que era mejor que volviera abajo, o a mi habitación. O a cualquier otro lugar.

Pero cuando fui a marcharme, el violín se interrumpió y oí unos pasos al otro lado en dirección a la puerta.

—Aarón —dijo ella al abrirla sorprendida de verme allí. No se había cambiado y agarraba el violín y el arco con una sola mano—. ¿Qué… haces aquí?

—Te he traído el postre —respondí, y le tendí la servilleta—. Aunque puedes tirarlos si no tienes hambre.

Ella se quedó en silencio unos segundos antes de sonreír y hacer un gesto con la cabeza para que pasara dentro.

El apartamento de Zoe era prácticamente igual que el mío, excepto porque solo tenía una habitación y un cuarto de baño. En las escasas semanas que llevaba allí lo había hecho completamente suyo: además de partituras esparcidas por las mesas y las estanterías, había multitud de fotos colgadas en las paredes con celo o chinchetas. Zoe sonriendo abrazada a un grupo de chicas. Zoe en mitad de un precioso campo. Zoe recibiendo un beso en las mejillas de dos chicos distintos. Zoe tocando el violín… Sin quererlo, mis ojos regresaron a la foto anterior. ¿Serían sus amigos? ¿O alguno era su novio? Mientras ella lo sabía prácticamente todo sobre mí, descubrí con tristeza que apenas la conocía… Pero ¿quién era yo para pedirle explicaciones?

—Gracias —dijo de repente a mi espalda. Me volví para verla darle un mordisco a su pastel. En cuanto tragó, se relamió del gusto—. Está buenísimo.

—¿Ya te encuentras mejor? —pregunté apartando de mi cabeza funestos pensamientos. Cuando ella me miró sin comprender a qué me refería, añadí—: Leo ha dicho que te sentías mal y que por eso te has ido tan de repente…

Zoe se encogió de hombros y se sentó en el apoyabrazos del sofá.

—Dale las gracias por cubrirme las espaldas, pero me he marchado porque no me encontraba demasiado a gusto.

Cambié el peso de un pie a otro y guardé silencio sin saber muy bien qué decir.

—No ha sido por mí, ¿verdad? —me arriesgué unos segundos después.

Ella me miró sorprendida.

—Por supuesto que no. Es solo que… la situación me ha abrumado. Eso es todo. No quería aguarle la fiesta a nadie… y menos a ti y a «Bi». —El diminutivo de la francesa lo pronunció con cierta sorna, pero dejó de sonreír cuando advirtió mi ceja alzada—. ¿Qué? No lo digo en plan mal —se excusó—. La chica parece encantadora, pero tendrás que reconocerme que es un poco… pesada.

—Si por pesada quieres decir apabullante y agotadora, entonces sí —reconocí.

—¿Y a qué viene ese rollo de no dejar de beber alcohol a todas horas?

Supuse que solo quería llamar la atención. Me senté junto a Zoe y le pasé el brazo por la espalda. Ella apoyó su cabeza en mi hombro. A pesar de ser un gesto tan íntimo, no me puso tan nervioso como con Dalila o Emma. Emma… enseguida me obligué a cortar ese hilo de pensamiento y dije:

—Pero tendrás que reconocer que no es una chica que pase desapercibida, precisamente.

Zoe fingió estar conmocionada.

—O sea, ¿que estar buena le da permiso para tratar así a la gente?

—Tampoco es para tanto. Simplemente… —medité cómo seguir—, simplemente me hacía ilusión conocer en persona a una estrella que me había gustado en el pasado. Eso es todo.

Zoe se acabó el último pastel y asintió con la cabeza.

—Solo ten cuidado, ¿vale?

Le dije que sí, sorprendido al descubrirme algo decepcionado. Decepcionado porque una parte de mí había llegado a pensar que Zoe se había puesto celosa cuando en realidad solo se había preocupado como habría hecho Oli. Una vez más, supuse que era lo mejor.

De soslayo miré el reloj y vi que ya era tarde. Con un beso en la mejilla, me despedí de ella y me acerqué a la puerta.

—¿Vas a volver a la fiesta? —preguntó.

—¿Estás de coña? ¿Ahora que por fin he podido escapar de Bianca? Me voy derecho a la cama. Me da que estos días vamos a necesitar todas las horas de sueño que podamos acumular. Que descanses.

Cerré la puerta con suavidad y decidí subir a mi cuarto por las escaleras para despejarme. Me costaba creer que en solo un día Leo estuviera allí, hubiera conocido a las hermanas Leroi y me hubiera atrevido a mantener aquella conversación con Zoe. En un solo día. ¿Qué sería de nosotros en lo que quedaba de semana?

Aaron

Sesiones de fotos, grabación de spots, entrevistas, tests personales… el despliegue de recursos que la empresa realizó para promocionar el programa fue de órdago. No bien terminábamos en el estudio de maquillaje, teníamos que pasar a contestar a un centenar de preguntas antes de volver a cambiarnos para rodar por separado los anuncios y mensajes virales del reality. Las dudas que tenía al pensar que no les daría tiempo a publicitar suficiente el programa se esfumaron a lo largo de la primera mañana. Aquello sería un bombardeo de información del que nadie quedaría a salvo.

Mensajes en las redes sociales, publicidad en YouTube, anuncios en periódicos, radios y televisiones. Incluso tuvimos que grabar en varios idiomas un saludo que se distribuiría por los países en los que se emitiría T-Stars. Tal y como nos habían advertido, cuando acababa la jornada estábamos tan cansados que apenas teníamos fuerzas para cenar y meternos en la cama. Incluso Leo, que no tenía nada más que hacer que pasearse conmigo de aquí para allá, acababa tan molido y gruñón como cuando los ensayos de Play Serafin. Aparte de Leo, Melanie y el representante del trío, ningún otro guía se había pasado por Develstar. Supuse que la mayoría no se encontrarían en Nueva York todavía.

La agente de mi hermano, Cora Delarte, llegó al día siguiente, tal y como había dicho. Tras una breve reunión con el señor Gladstone, le dijo a Leo que debía solucionar unas cuestiones antes de que comenzara el concurso y se esfumó tan deprisa como había venido. Apenas tuve tiempo de cruzar un par de palabras con ella, pero me dio la impresión de ser tan eficiente como Sarah o Eugene. Esperaba que ese fuera el único rasgo en común con los directivos de Develstar.

Con la intención de agilizarlo todo, la señora Coen nos dividió en parejas para ir rotando en las diferentes tareas que nos habían encomendado.

Bianca hizo todo lo posible por que le tocara conmigo, pero Sarah la puso con su hermana, aunque Melanie solo fuera a participar como guía. Yo me encogí de hombros para que quedase claro que aquello no era culpa mía y me junté con Christian, uno de los chicos de Three Suns.

Esa fue la primera vez que Chris y yo nos dirigíamos la palabra, sin contar la primera tarde en la que nos presentamos todos. Enseguida corroboré que era el más callado del trío, pero en cuanto terminó la primera sesión de fotos, en la que tuvimos que posar como si fuéramos colegas de toda la vida, dejó a un lado la timidez y se soltó a hablar.

—Es increíble lo poco que ha cambiado todo desde que nos marchamos —dijo echando un vistazo a la sala en la que esperábamos la siguiente orden—. Cuesta creer que durante dos años este fuera el único sitio que consideré mi casa.

Me quedé en silencio sin saber muy bien qué decir. Para mí, Develstar nunca había dejado de ser una trampa.

—Al menos os ha ido genial —comenté.

—Supongo —dijo encogiéndose de hombros—. A base de giras, giras y más giras. Lo único que deseaba era volver aquí y gritar ¡casa! Y tirarme en la cama y no despertarme en días… aunque no sé para qué te cuento nada; si todo eso seguro que ya lo sabes por experiencia propia.

Asentí con expresión seria y evité comentar que, en realidad, esa estaba siendo mi semana más ajetreada y que, a diferencia de él, lo que deseaba era escapar de aquel edificio.

El resto del día lo pasamos grabando entrevistas personales en las que tuvimos que responder preguntas sobre nuestra música favorita, la película que más veces habíamos visto, nuestro artista preferido, una comida, un libro, un músico, una canción…

—¿Tu pareja ideal?

Me quedé en blanco. Detrás de la mujer que hacía las preguntas, Chris sonreía para infundirme fuerzas. Había estado dándole vueltas al asunto desde que él había dado su respuesta.

—Pues… ¿simpática?, divertida, que le guste la música… y leer —dije, consciente de que estaba evitando dar cualquier rasgo físico—. Y que me haga reír… y que sea simpática.

—Eso ya lo has dicho —me interrumpió la señora, con la sonrisa cada vez más tensa—. ¿Podrías ser más concreto?

¿Podía serlo?, me pregunté. ¿Cuál era mi chica ideal? ¿Alguien como Dalila, por la que el mundo entero suspiraba; o como Zoe, espontánea e imprevisible; o como Emma, tenaz, inteligente… ¿mentirosa?

¿Podía utilizar el comodín del público?

—En serio, no lo pienses tanto —me pidió la mujer sacándome de mi ensimismamiento—; di cualquier cosa y acabemos con esto. Todavía me quedan seis entrevistas.

Le pedí disculpas y me estiré en la silla antes de darle el OK para que volviera a grabar.

—Mi chica ideal tiene que ser simpática, disfrutar de la música y de la literatura tanto como yo, y preferir que nos escapemos a un lugar desierto antes que a cualquier fiesta multitudinaria. No me preocupa su aspecto físico… Pero sí que sea sincera y que yo le guste tal y como soy… y que no me idolatre.

La mujer asintió conforme, y yo me levanté aturdido ante la evidencia de que, a mis casi diecinueve años, seguía sin conocerme.

Aaron

La noche antes de entrar en el programa regresé a mi cuarto temprano para terminar de preparar la maleta. En principio nos habían dado libertad absoluta para llevar todo lo que necesitáramos, siempre que no fuera ningún aparato electrónico.

Tomé el daruma y lo zarandeé distraído sobre la palma de la mano. Había visto algunos de los spots que habían colgado ya en internet y por televisión y la verdad es que no podían haber vendido mejor el reality. Famosos, clases, retos y música, mucha música, todo mezclado en una combinación explosiva. Tuve que reconocer que hasta yo le daría una oportunidad.

Después de tres días sin apenas coincidir, esa tarde Bianca había estado especialmente pesada conmigo. Se había enganchado a mi brazo y no me había soltado hasta que fingí un dolor de cabeza y un cansancio agudo.

—Bueno, ya recuperaremos el tiempo perdido dentro de la casa —me aseguró como despedida.

Volví a dejar la figura votiva sobre la mesilla de noche y deseé con fuerza que la próxima vez que la viera, cuando regresara del programa, pudiera pintarle la pupila al segundo ojo. A continuación, me arrastré hasta el sofá del salón y me tiré en plancha.

La puerta se abrió un minuto después.

—¿Qué haces? —Leo se acercó, pero yo no despegué la cara del cojín—. ¿En serio estás tan hecho polvo que ni has podido llegar a tu cama? ¿Quieres que avise a alguien?

—Quiero que me dejes tranquilo —le pedí con los ojos cerrados.

—Buen intento. —Me dio un golpe en las piernas y me obligó a incorporarme y a sentarme a su lado—. ¿Estás muy agobiado? —preguntó con la seriedad que debía caracterizar a un hermano mayor y que tan poco le pegaba a él.

—Ya te he dicho que estoy…

—Todo va a ir bien —me interrumpió—. Son solo siete semanas, y en estos días he podido comprobar que eres el que más oportunidades tiene de ganar.

Solté una carcajada cargada de ironía.

—¿Más que Three Suns? ¿Que Shannon? ¿Has visto cómo se mueve delante de las cámaras? Incluso Kimberly tiene más oportunidades que yo.

—Escúchame —me ordenó—. Eres la última estrella de Develstar y, en parte gracias a mí, todo el mundo habla de ti. Que te hayan tenido escondido hasta ahora no hace más que sumar a tu favor. ¿No entiendes que partes con ventaja? Los demás ya están quemados.

—¿Y si no caigo bien? —pregunté en un murmullo.

—Que a mí a veces me parezcas un capullo no significa que los demás piensen igual —me aseguró con una media sonrisa—. Lo vas a hacer perfectamente.

Asentí con la mirada perdida y me puse en pie.

—Gracias por todo… —dije.

—Déjate de dar las gracias. Cuanto más tiempo estés dentro, más tiempo estaré yo delante de las cámaras, así que no me decepciones.

Después de ese arranque de sinceridad, me dio un abrazo y yo me fui a mi habitación. Él vino detrás y, con los nudillos golpeteando repetidas veces en el marco, dijo:

—Una cosa más… —De pronto parecía incómodo—. Si por alguna casualidad las cosas ahí dentro… eh… suben de temperatura, déjate llevar.

Sentí la garganta seca.

—Dime… —mascullé—. Dime que no estás diciendo lo que creo que estás diciendo.

—Mira, lo único que te digo es que si sucede algo, no le des muchas vueltas.

—Fuera —gruñí, incapaz de procesar una sola palabra más suya y con las mejillas a punto de estallar.

—No, escúchame —insistió, y se puso a hablar a toda prisa para que no pudiera interrumpirle—. No sé si seguirás rallado por todo lo de Emma, pero quiero que cuando entres en la casa te olvides de todo y te centres en el concurso y en lo que pase allí dentro. Mira, si hace que te sientas mejor, seguro que Emma ya lo ha olvidado todo…

Me acerqué a él en dos zancadas y de un fuerte empujón le eché de mi cuarto. Antes de que hubiera recuperado el equilibrio, cerré la puerta con pestillo.

—¡Te lo estoy diciendo por tu bien! —me llegó su voz amortiguada—. No solo por el maldito concurso.

Y dicho esto, se dio la vuelta y oí cerrarse la puerta de su cuarto.

Maldije para mis adentros y me metí en el cuarto de baño. Abrí los grifos del jacuzzi y me preparé para ahogarme en espuma. Tal vez fuese la última vez que tuviera oportunidad de estar solo.

Quería pensar que las palabras de Leo no me habían afectado lo más mínimo, pero la verdad era que tenía parte de razón. Vale que cada vez me costaba menos no pensar en Emma, pero su presencia no parecía querer abandonarme, siempre al acecho en los rincones más oscuros y alejados de mi mente. Igual que con Dalila, ¿tendría que sufrir un nuevo calvario antes de superarlo por completo? ¿Tan difícil me resultaba, simplemente, dejar las cosas como estaban y seguir adelante con mi vida sin echar la vista atrás?

Detestaba a Leo por estar en lo cierto. Y le detestaba aún más por intentar corregir esa debilidad mía para utilizarla a su favor como arma en el concurso. Pero sabía que, aunque solo fuera por mi salud mental, más me valía aceptar su consejo.

Cuando pusiera un pie en la casa tendría que dejar atrás mi privacidad, mi espíritu derrotista y todas las dudas. Tendría que ser alguien diferente. Alguien mucho más parecido a Leo: más atrevido, más impulsivo. Un nuevo Aarón, en resumidas cuentas, que no tuviera miedo de renunciar de una vez por todas a Emma y a su recuerdo. Y necesitaba convertirme en esa persona lo antes posible.

Costara lo que costase.