I can taste the tension
like a cloud of smoke in the air.
Jessie J, «Domino»
En cuanto entramos en la habitación, me tiré en el sofá del salón y me estiré como un gato.
—No te cortes —dijo Aarón dándome un golpe en el pie para que le dejara un hueco.
Abrí los ojos y me puse las manos detrás de la nuca.
—Así que Bianca Leroi, ¿eh? —le chinché—. ¿Qué tal Emma?
Aarón me sacó el dedo por respuesta y encendió el televisor. Volví a cerrar los ojos y sonreí con malicia. No tenía de qué quejarme: la hermana mayor me había tirado los tejos tan descaradamente como la pequeña a Aarón. En cualquier caso, no pensaba hacer nada. Estaba con Sophie, y no quería cabrear al karma.
Un rato después, tras echar una cabezadita en el sofá, me metí en mi habitación y cerré la puerta. Solo, con los muebles tal y como los había dejado meses atrás y con la sensación de que nada había cambiado, volví a sentir la añoranza de haber sido el niño mimado de esa empresa y el dolor de saber que ya no lo era; que ya no lo sería nunca más. No al menos de la misma manera.
Ahora era Aarón quien brillaba, y yo quien miraba entre bastidores.
Guardé la última sudadera en el armario y me senté en la cama con la mirada puesta en los edificios de Nueva York. Me pregunté cuánto tendría que esperar para empezar a ver los resultados de mi vuelta a Estados Unidos, así que saqué a Tracy de la mochila y la encendí. Me puse los auriculares y le di al «Play».
La canción que me asaltó la reconocí por ser el tema principal de la serie de televisión Embrujadas. Mi cara de extrañeza se reflejó en el espejo de enfrente cuando intenté comprender su significado oculto. La respuesta debía de estar ahí, pero aquella canción solo hablaba de hijos, herederos y amores… ¿Cómo iba eso a responder a mi pregunta? A punto de darme por vencido, comenzaron los últimos versos («When you say it’s gonna happen now, When exactly do you mean?») y el corazón se me aceleró. ¡Ahí estaba! ¡La respuesta! Dos de dos, no podía ser una coincidencia. Ese MP3 poseía el mismo don que Tonya. Ilusionado, miré la pantalla del aparato y descubrí que el título era «How Soon Is Now?» de The Smiths. Por los pelos, pero podía tomarlo como una de las respuestas vagas de la bola 8. Con suerte, ya mismo empezaría a disfrutar de las consecuencias de haber regresado. Así lo decía la canción.
Aproveché para escribirle un mensaje a Sophie y decirle que había llegado bien y que la echaba de menos. Una hora más tarde, cuando todavía estaba decidiendo qué ropa ponerme, Aarón llamó a la puerta para informarme de que ya estaba listo y que Zoe había llegado para que bajáramos los tres juntos. Después añadió nosequé sobre un frente común, pero con la cabeza dentro de la camiseta no lo oí.
Salí un rato después con unos vaqueros desgastados por las rodillas y una camisa azul clara.
—Voy bien, ¿no? —pregunté girando sobre mis talones. A continuación, me acerqué al espejo que había junto a la puerta y comprobé que cada pelo estuviera en su sitio.
—Vas perfecto —respondió Aarón con su habitual pasotismo, sin tan siquiera mirarme.
Me volví para soltarle algún comentario ingenioso sobre su ropa, pero me quedé con las ganas cuando lo vi.
—¿Qué te han hecho? —balbuceé—. Pero si vas… genial.
Nunca había visto a mi hermano tan elegante y al mismo tiempo tan informal. Por primera vez en la vida quería llevar su ropa. Lucía una camiseta clara con unos auriculares dibujados alrededor del cuello y un chaleco negro. Los pantalones oscuros iban a juego con los zapatos de piel, que tenían pinta de costar un pastizal. En la muñeca llevaba una pulsera de cuero de la que colgaba una púa.
—¿Esto te lo ha escogido Bruno? —pregunté acercándome, impresionado.
Alguien carraspeó desde el sofá. Me volví y me encontré a Zoe con la mano levantada. Tenía los ojos rojos, como si hubiera estado llorando.
—Es obra mía —dijo con la voz rasposa—. Y me alegro de que te guste.
—¿Ya habéis terminado de hablar de mí como si no estuviera delante? —comentó Aarón. Me volví hacia el espejo una vez más y repasé mi peinado hasta que noté la presencia de Aarón a mi lado—. Leo, queríamos proponerte algo.
—¿A mí? Ya sabéis que tengo novia —bromeé.
Mi hermano suspiró y miró a Zoe antes de decir:
—Su madre adoptiva ha cambiado de idea y ha dicho que no participará bajo ningún concepto en el reality, que no será su guía. Y sin ella, Zoe no puede concursar. Por eso se me había ocurrido que fueras tú. —La última frase la soltó tan deprisa que tardé unos segundos en procesarla.
—¿Yo? —pregunté—. ¿Por qué yo? ¿No tienes algún amigo al que le haga ilusión? ¿Una prima segunda? ¿Tu abuela?
—Nadie en quien confíe lo suficiente… —musitó.
Entonces mi hermano me agarró del brazo y me alejó unos pasos de ella para aclararme que, ¡oh, sorpresa!, Zoe era adoptada.
—Y no lo ha tenido precisamente fácil… —añadió Aarón en voz baja alejándonos de ella. Cuando le pregunté a qué se refería, dijo—: Tampoco me ha contado mucho, la verdad, pero ya sabes: infancia en un orfanato, una madre de acogida sin mucho amor que repartir, escapadas de casa, sueños rotos… lo típico.
—Ahora pillo por qué te mola tanto: ¡parece la protagonista de las novelas que lees! —Aarón puso los ojos en blanco y yo volví a centrarme en el asunto que nos atañía—. Pero ¿y nuestra estrategia? Tío, como no ganes, volverás a la trena…
—Me encanta que lo describas así, pero no te preocupes. No sé cuál es esa estrategia de la que hablas, pero con Zoe lo único que tienes que hacer es escoger las pruebas menos malas para ella si le toca, nada más. Seguro que el señor Gladstone no pone ninguna objeción si aceptas. —Miré por la ventana pensativo—. Por favor. Seguro que no eres el único guía que tiene a más de un artista a su cargo. Sé que Zoe puede defenderse sin ayuda ahí dentro, solo necesita alguien que se lo ponga más fácil desde fuera.
Aún no había pensado ninguna estrategia, evidentemente, pero eso no significaba que no la tuviera cuando comenzara el juego. Aarón necesitaba ganar para escapar de Develstar. Y a mí me convenía tanto como a él que permaneciera el mayor tiempo posible dentro de la casa. Pero, por otro lado, tener a mi cargo a dos concursantes supondría para mí más horas delante de las cámaras… y no podía negar que la situación de la chica me entristecía. Aun así, por muy legal que Zoe me pareciera, tenía claro que si al final las cosas se ponían difíciles, Aarón sería mi prioridad.
—¿Estás seguro de que es esto lo que quieres? —pregunté por última vez.
—Lo estoy.
Cuando le dijimos a Zoe que aceptaba ser su guía, se le iluminaron los ojos. Me dio las gracias y acompañó sus palabras con un abrazo. Sentaba bien que de vez en cuando le trataran a uno como a un héroe.
El lugar en el que nos habían citado para conocer a los demás participantes de T-Stars era el restaurante del edificio. Lo habían cerrado para nosotros y habían apartado las mesas y las sillas. En cuanto pusimos un pie en la puerta, advertimos que estaba casi todo el mundo allí. Nueve pares de ojos se volvieron hacia nosotros.
—Hola —saludó Aarón con un hilo de voz y la mano levantada.
—¡Por fin se dignan aparecer! —exclamó Bianca Leroi acercándose a saltitos hasta nosotros. Agarró del brazo a mi hermano como si le conociera de siempre y se volvió hacia los demás—. Chicos, estos son Aarón y Leo Serafin.
—Y Zoe Tessport —añadió mi hermano.
Nos acercamos al grupo y los saludos se sucedieron a una velocidad de infarto. Antes de darme cuenta, todos nos habían dado la mano, tenía una copa llena y formábamos un amplio círculo en mitad del salón. Solo faltaba que alguien encendiera una hoguera en el centro para convertir aquello en un campamento.
—¡Ay, estoy de los nervios, en serio! ¡Qué fuerte!, ¿no?
La chica que había dicho aquello con voz de pito se llamaba Kimberly Young, aunque su nombre artístico era Kim-Kim. Como todo el mundo, conocía a aquella cantante por su particular manera de vestir y su entusiasmo desmedido. Igual que en sus conciertos y videoclips, esa noche también iba disfrazada de Lolita, con una falda de volantes rosa, camisa blanca desabotonada por arriba, gargantilla morada y zapatos de charol. Tenía las facciones perfectamente marcadas y unos labios gruesos y brillantes, pero su sonrisa estática, sus ojos excesivamente grandes y su manera de ser me perturbaban demasiado como para considerarla dentro de mi radar siquiera. Si ya en televisión parecía siempre a punto de desmayarse de la emoción, en persona era una supernova descontrolada.
Sin saber qué contestar, le sonreí y me volví hacia otro lado distraído. En estas, Melanie apareció a mi lado, se hizo un hueco empujando a Kimberly y chocó su copa con la mía. Bianca, no muy lejos, tomó otra vez la delantera para preguntar en qué estábamos metidos ahora cada uno.
Aproveché el momento para tomar nota mental e intentar hacerme una idea de quiénes podían suponer un problema para Aarón y cuáles serían los rivales más débiles. Y lo haría sin abrir la boca ni una sola vez. Modo guía on.
La primera en hablar fue, como cabía esperar, Bianca, y repitió lo que nos había contado antes en privado. A continuación le tocó, el turno a los chicos de Three Suns. Rubio, castaño y moreno, sus cuerpos esbeltos y sus sonrisas ensayadas les hacían parecer los protas de una serie de televisión californiana, aunque su acento les delató enseguida como australianos. Detrás de ellos había un hombre trajeado y con gafas de sol que, casi seguro, sería su representante y guía en el reality.
—Acabamos de terminar la promo de nuestro nuevo disco —dijo Jack, el moreno, mirando a los otros dos que le flanqueaban. Supuse que ese sería su rol habitual, el de cabecilla, el portavoz. Tenía los ojos azul claro y la mandíbula muy marcada, con unos labios finos y la nariz aguileña. Igual que sus compañeros, vestía con una camiseta negra y unos pantalones oscuros. Como distintivo, llevaba una muñequera de color rojo. Los otros dos la llevaban azul y amarilla, respectivamente, a juego. Qué tiernos.
—En realidad uno nunca deja de promocionar un disco, ¿no? —intervino Owen, el rubio—. Solo esperamos que no baje puestos en las listas mientras estemos dentro del programa.
Todos reímos la broma y enseguida lo catalogué como al gracioso. Llevaba el pelo corto, con el flequillo engominado y en punta. Cuando sonrió, dejó a la vista unos incisivos a los que les hubiera venido bien un aparato a tiempo. Pero esos músculos que se marcaban bajo la camiseta lo convertían en una amenaza más que evidente para el resto de los participantes masculinos. Esperaba que no le diera por ir a pecho descubierto habitualmente.
El último, Christopher, de pelo castaño y ojos grandes y oscuros, se limitó a recolocarse las gafas de pasta negra que llevaba y a mirar a su izquierda en un evidente gesto para cederle la palabra a la chica que tenía a su lado, Shannon Fitzpatrick.
Despampanante, con el pelo moreno ondulado, los ojos azules, casi transparentes, y una voz grave y melosa, Shannon se había hecho famosa en los cinco continentes gracias a las numerosas películas musicales para adolescentes que había grabado en los últimos cuatro o cinco años. Todas las revistas se mataban por tenerla en portada, y sus escasos romances conocidos habían ofrecido páginas y páginas de rumores que ella nunca había desmentido.
Cuando alguien (yo, por ejemplo) se imaginaba triunfando delante de las cámaras por sus polifacéticas cualidades, era imposible no compararse con ella. Cantaba, bailaba, actuaba y había protagonizado algunos de los estrenos más rentables de la historia del cine. Lo que muchos llamaban una chica con suerte. Me temía que sería una de las que más problemas nos daría en el programa.
—¿Que qué he estado haciendo últimamente? —dijo ella con su sonrisa de labios rojos—. Pues lo mismo que todos: prepararme para el concurso, no vayamos a engañarnos.
A mi lado, Melanie resopló y cambió el peso de uno de sus taconazos al otro. Después se sacudió el pelo y puso los ojos en blanco. Cuando advirtió que la estaba mirando, me puso una cara como diciendo: «¿Y esta de qué va?». Eso mismo me preguntaba yo.
—¿Qué? —insistió la morena—. ¿Me vais a decir que vosotros no?
—No —respondió Aarón sorprendiéndome—. Al menos yo no, vaya. Tampoco habría sabido cómo prepararme.
—Pues buena suerte ahí dentro —replicó Shannon con sorprendente sinceridad. Y después le dio un trago a su bebida sin prestar atención a nuestras caras.
—¿Y qué hay de ti, Kimberly? —preguntó Bianca recuperando la atención que la morena había osado usurparle durante unos segundos.
Peinada con aquellas coletas y con la piel tan maquillada de blanco pálido, costaba imaginar a Kimberly fuera de una convención de otakus.
—¿Me toca? —preguntó entusiasmada—. Bueno, lo primero de todo: llamadme Kim. Kimberly es demasiado, no sé, ¡del pasado! Y Kim-Kim solo me llaman los que no me conocen de verdad. Y vosotros ya sois mis amigos. —Y soltó una risa cantarina—. Pues yo también he estado promocionando mi último disco, ¡somos compañeros de listas! ¿Lo conocéis? Lies for Love. ¡Le diré a mi agente que os mande una copia a cada uno!
—¿Y nos lo firmarás? —preguntó Melanie mordaz.
Kim-Kim, que no advirtió la ironía, se desternilló como una niña pequeña.
—¡Pues claro!
Preferí que no nos enviara nada. Nunca me había convencido la mezcla electrónica hortera que había encontrado en las pocas canciones suyas que conocía.
Iba a preguntar a quién le tocaba ahora cuando advertí todos los ojos puestos en mí.
—Eh, no, no. Yo no participaré en el concurso. Seré su guía —dije señalando a mi hermano y a Zoe.
—Pero habrás estado haciendo algo estos meses, ¿no? —preguntó Bianca.
—Aparte de hacerte pasar por tu hermano —dijo Owen antes de soltar una carcajada—. ¡Lo digo de coña, ¿eh?! Nada de malos rollos. —Volvió a reírse—. Ahora en serio, ¿a qué te dedicas?
Mantuve unos segundos el ceño fruncido, sin apartar la mirada de él, antes de responder:
—He protagonizado algunas campañas publicitarias en España.
En realidad solo había sido una, y todavía no se había hecho pública, pero eso a ellos les daba igual. Sabía lo que pensaban de mí, y que solo preguntaban por educación. O por burlarse de mí. El caso era que no quería darles metralla, así que le cedí la palabra a mi hermano y a Zoe y seguí estudiando a nuestros contrincantes, no sin antes volver a fulminar a Owen, que alzó la copa hacia mí a modo de disculpa.
Zoe se ganó el cariño del grupo en cuanto dijo que para ella todo eso estaba siendo como un sueño, y que el mero hecho de estar tomando algo con nosotros le hacía temblar de emoción. Incluso Bianca, con quien no había tenido muy buen comienzo, se acercó a ella y la pasó un brazo por los hombros.
—Eres de los nuestros, no tienes nada que envidiarnos —le dijo con una suave carcajada. Yo me pregunté en qué momento Zoe había mencionado la envidia, pero supuse que era la manera de hablar de la chica.
Después de que mi hermano les hablara de su nuevo disco y de la ilusión que le hacía conocerles a todos (¡bien por él! Como decía el refrán: «Ten a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más») rompimos el círculo y nos acercamos a las mesas que había repartidas junto a la pared con comida.
—¿No falta alguien? —me preguntó Aarón cuando estuvimos solos los tres—. El señor Gladstone dijo que seríamos nueve…
—¿Qué creéis? ¿Será un chico o una chica? —comentó Zoe.
Eché un vistazo a la habitación esperando que fuera una chica. De lo contrario, significaría más competencia para Aarón.
—Os veo muy pensativos —dijo Melanie a nuestra espalda. Bianca estaba a su lado.
—Estoy un poco aturdido con tanto talento —respondí yo, y me llevé una patata a la boca.
Ella se rió mientras su hermana se acercaba a mi hermano. Era como ver a dos felinos jugar con una bola de lana.
—¿Queréis un poco de mi poción mágica? —preguntó Bianca.
—Creo que ahora no es momento, ¿no, Bi? —la reprendió la mayor con un brillo amenazador en los ojos que la otra ignoró abiertamente.
—¿Por qué no? —dije yo.
La chica sonrió traviesa y sacó de su bolso una petaca. Tras echar un chorro en su vaso, terminó de vaciar el frasco en el mío.
En ese instante, alguien llamó a Melanie y ella se disculpó y se dio la vuelta. Por cómo Bianca devoraba a Aarón con los ojos, me quedó claro que Zoe y yo también sobrábamos allí, así que le hice un gesto a esta para que me acompañara a probar los sándwiches de las mesas del fondo.
Mi hermano me lanzó una mirada de advertencia y súplica, pero me limité a alzar los pulgares en señal de ánimo. Todo sería más fácil si entraba en la casa con algún que otro aliado, y estaba claro que a Bianca era mejor tenerla de amiga que de enemiga.
Quien no estuvo tan de acuerdo en marcharse muy lejos fue Zoe, que apoyó los codos en una mesa alta a escasos metros de ellos con la antena puesta en su conversación. Divertido, la imité y me quedé con ella para observar cómo se comportaba mi hermano.
Con un sutil movimiento, Aarón se apartó de Bianca fingiendo un repentino interés por el queso que había en el otro extremo de la mesa. Pero cuando se volvió, la tenía encima otra vez.
—Es una suerte que seas tú quien entre en la casa —dijo—. ¿Sabes que soy muy fan tuya desde la primera vez que te vi cantar?
—Te lo agradezco, pero en parte…
—Chist, chist, chist… —le cortó ella posando un dedo en sus labios—. ¿Por qué no vamos a un lugar más tranquilo donde seguir con nuestra conversación?
Zoe y yo nos miramos con los ojos como platos. ¿De verdad acababa de…?
—Bianca… —dijo mi hermano con un hilo de voz.
—Llámame Bi —exigió ella, y le golpeó de broma en el pecho con el dorso de la mano. A continuación, volvió a clavar los ojos en Aarón y se relamió los labios en el gesto más natural y delirante que podía imaginar.
Aquello fue todo lo que Zoe pudo soportar. Masculló algo que no entendí y, con una breve disculpa, se marchó del salón. Al pasar junto a Aarón, le sonrió y le guiñó un ojo.
—¿Adónde vas? —le preguntó él, pero ella se limitó a responder con un gesto de la mano.
Justo en ese instante aparecieron Sarah y el señor Gladstone acompañados de un chico nuevo, y un hombretón a su espalda.
—¿Le sucede algo a Zoe? —preguntó el director extrañado.
—Se encuentra indispuesta —contesté yo.
—En tal caso será mejor que descanse. Mañana va a ser un día duro y no querría que ninguno os lo perdierais. —A continuación, puso la mano sobre el hombro del recién llegado y dijo—: Os presento a Camden Westfield. —El chico, de pelo largo y mirada sombría, nos saludó con un gesto vago de la mano antes de esconderla de nuevo en el bolsillo del pantalón—. Acaba de llegar de Londres y es el último participante que os quedaba por conocer. La cena ya está lista, así que, si os parece, vayamos al salón para seguir con la velada.
Cuando todos nos pusimos en marcha, quise acercarme a Aarón, pero Bianca se me adelantó y le agarró del brazo para retenerle a su lado. Antes de que pudiera decir nada, la otra francesa se había colgado de mi codo y me dedicaba una sonrisa del todo indescifrable.