Leo1

Everybody said to have a back up plan

That’s an illusion

It’s my decision to build it by hand.

Tanner Patrick, «Merry Go Round»

—¿Un reality show? ¿Cómo que quieren que participes en un reality show?

Eran las cinco de la madrugada cuando Aarón me llamó para pedirme que me conectara a Skype, que era muy urgente. Sin más ropa que los pantalones del pijama y con los ojos todavía cerrados, me arrastré (literalmente) hasta el salón para encender el ordenador y no molestar a Sophie.

Aarón me soltó la bomba en cuanto me vio, y no hizo falta más para despertarme del todo. Veinte segundos de conversación y ya estaba temblando. No sabía si de indignación, de incredulidad o de pura envidia. Al menos esperaba que eso último la webcam no lo captase.

—Al parecer, esa es la razón por la que me han tenido «escondido» todo este tiempo.—Mientras lo explicaba, Aarón dibujó unas comillas en el aire—. Aunque, claro, ellos no me lo han dicho. Eso lo he supuesto yo.

—Pero ¿en qué consiste? ¿Quién más estará? ¿Cuál es el premio? —le pregunté como un histérico.

—Se llamará True Stars. T-Stars para los amigos —prosiguió con una sonrisa irónica—, pero por ahora todo es secreto. ¡Secreto, Leo! ¿Me oyes? Ni se te ocurra soltarlo por ahí.

—Muy gracioso…—repliqué un poco avergonzado.

—Además de Zoe y yo, reunirá a las estrellas más conocidas que han salido de Develstar en los últimos años.

—¿Tienes nombres?

Su mirada me bastó para recordar que debía cerrar el pico.

—Igual que en otros realities, se supone que tendremos que estar aislados del exterior y recibiremos clases de diferentes disciplinas: baile, canto, interpretación y hasta modelaje…

—Me encanta que hables como si ya hubieras decidido aceptar —comenté con una sonrisa de soslayo.

Aarón entornó los ojos.

—¿Qué? Por ahora lo veo bastante normal. Ya sabemos cómo van estas cosas: te pasas un par de semanas encerrado y después sales aún más famoso que cuando entraste.

—No sé… ¿Conoces el juego de «verdad o atrevimiento»?

—¿El de la botella? —Mi gesto era de absoluta extrañeza.

—Botella, cartas, dados… Da igual, el resultado es el mismo: a quien le toque, debe escoger entre contar un secreto o atreverse a hacer algo que le impongan lo demás. ¿Sabes lo que te quiero decir?

—Obviamente.

—Pues eso.—Y se quedó callado.

Yo le interrogué con la mirada.

—¿Cómo que «pues eso»? ¿Quieres explicarte o prefieres que lo vea cuando lo emitan?

Aarón suspiró y apartó la mirada de la webcam.

—Según el señor Gladstone, el reality tendrá algo de ese juego…

—¡¿Tendrás que liarte con alguna de las famosas que haya allí si te lo piden?!

En serio, ¿por qué el karma tenía que ser tan sumamente bondadoso con mi hermano y tan cruel conmigo? ¿Qué le había hecho yo al universo?

—¡No lo sé! Todavía no nos ha explicado cómo afectará el juego al reality, pero no pinta bien. ¿Te das cuenta del control que tendrían sobre nosotros si nos obligaran a hacer cosas como esa?

—Siempre puedes negarte a participar.

Aarón se encogió de hombros.

—Claro que podría, pero si gano…

—¿Qué te han prometido?

Hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia.

—El premio oficial es un relanzamiento por todo lo alto: gira mundial, nuevo disco, biopic con distribución en cines… Vamos, curro y más cadenas hasta que la cara se me llene de arrugas.

—¡¿Y les has dicho que no?!

—¡Deja de gritarme! —exclamó él a la cam—. Sí, les he dicho que no porque eso no es lo que quería. Les he pedido que, si gano, rescindan mi contrato con ellos.

Tenía su lógica. Sabía lo asqueado que estaba mi hermano en Nueva York y supuse que yo habría pedido lo mismo en su situación…

… Bueno, no. Para qué engañarnos.

—¿Y te han dicho que sí?

—Me han dicho que tienen que valorarlo. Pero yo ya les he advertido que sin esa condición, pueden olvidarse de mí.

—Pues buena suerte —dije—. ¿Eso es todo?

Aarón negó con la cabeza y bostezó. Calculé que allí debían de ser ya las doce.

—Les he puesto otra condición que te incumbe a ti —explicó.

—¿A mí? ¿Qué tengo que ver yo ya con esa panda de criminales? —estallé.

—Cada concursante tendrá fuera de la casa un guía, que será el encargado de defender a su concursante durante todo el tiempo que esté dentro de la casa. Supongo que los demás elegirán a sus padres, a sus mejores amigos, no sé… yo he pedido que seas tú.

—Sin consultármelo antes —le espeté molesto de repente.

—Bueno, sí… es decir, solo si quieres, claro. No confío en nadie más para que me defienda fuera…

—¿De quién tendría que defenderte? —pregunté escéptico.

—¡De lo que sea, Leo! —respondió él ofuscado por que no le hubiera dicho que sí inmediatamente. Pero ¿qué quería? ¿Que volviera como si no hubiera pasado nada con quienes me habían echado a patadas?—. Creo que el guía tendrá un papel importante en todo eso de «verdad o atrevimiento», pero aún no sé de qué manera.

De pronto algo hizo clic en mi cerebro.

—Espera un segundo —dije—, ¿eso significa que tendré que ir a los platós?

Mi hermano dijo que sí con la cabeza.

—Cada semana, aunque supongo que también tendrás que aparecer en otros programas en los que se hable del concurso… pero aún no han especificado nada.

La emoción comenzó a bullir en el fondo de mi estómago como un volcán a punto de entrar en erupción. Platós, cámaras, entrevistas… Quizá aquella era la oportunidad que había estado esperando desde que me marché. El karma me estaba ofreciendo la oportunidad de estar más cerca de Sophie, tal y como había deseado. Pero volver a Develstar…

—Tendré que pensármelo —dije.

Aarón me miró con desasosiego, pero se limitó a asentir.

—Lo entiendo. Yo también tengo que meditarlo un poco. Lo único es que debemos decidirnos antes de pasado mañana.

—Suficiente. ¿Algo más? —Había sonado bastante borde, pero mi mente ya no se encontraba allí, estaba sopesando los pros y los contras de aceptar la oferta. Necesitaba tirarme en el sofá a pensar. Necesitaba hablar con Sophie.

—Eh…—comenzó Aarón.

—¿Qué? ¿Tienes algo más que decirme? Me gustaría sobar un poco antes de ir a clase.

Mi hermano pareció dolido, pero enseguida se recompuso y negó con la cabeza.

—Buenas noches —dijo.

—Hablamos.—Y cerré el programa.

Reclinado en la silla, clavé la mirada en el salvapantallas del ordenador con la intensidad de quien busca respuestas universales.

No podía quitarme de encima la evidente sensación de déjà vu, pero esta vez era yo y no Aarón quien tenía que decidir si quería volver a Estados Unidos. Por un lado, mi hermano me necesitaba con él, si es que terminaba por decidirse a participar en el programa, pero por otro… por otro, me desesperaba la idea de tener que volver.

También era cierto que Aarón se había sacrificado por mí quedándose en contra de su voluntad. Además, si aceptaba, él iba a permanecer la mayor parte del tiempo en la casa mientras yo disfrutaría en los platós… hablando sobre él, y no sobre mí.

Indeciso, golpeteé la mesa con los nudillos.

A ver, tampoco era una decisión tan complicada: ¿qué me ataba a España en ese momento? Clases en la escuela con menos prestigio del país, un par de amigos (que en realidad eran de mi hermano), mi familia y el agobio de tener que asistir a un millón de castings en los que sabía que no me cogerían… ¡no podía decirse que mi carrera estuviera despuntando, precisamente!

Por otro lado, estaba Sophie. Sophie y su curso de diseño. Sophie y su viaje a San Francisco. Sophie y nuestra complicada relación a distancia y posible ruptura y…

Me estiré, con las manos en la nuca, y me quedé observando el techo.

Tenía que ir. No había otra opción y, además, me atraía la idea. ¿A qué venía, entonces, esa desazón que sentía por dentro?

Pues a que regresar a Nueva York, y en consecuencia a Develstar, sería como cuando me marché a vivir por mi cuenta y al cabo de dos años tuve que volver a Madrid a falta de un trabajo y una casa. Durante los últimos meses me había hecho ilusiones con el piso que había podido comprarme y los castings que Cora me había conseguido. Pero seguía igual de perdido que antes. Había vuelto a fracasar, y lo peor de todo era que, una vez más, solo con ayuda de mi hermano volvería a estar en el candelero.

Navegué por internet en busca de información sobre ese misterioso reality show, pero apenas encontré nada al respecto. Imaginé que Develstar se había encargado a conciencia de que no se filtrara nada hasta que tuvieran todo listo. Lo único que parecían haber desvelado era el logo (una T y una S dentro de una estrella dorada) y el incierto «Próximamente».

Necesitaba contárselo a Cora y escuchar su opinión. Quise llamarla pero, viendo la hora que era, me lo pensé dos veces. En cambio, abrí el explorador de internet y me metí en mi cuenta de correo para escribirle un e-mail. Pero cuando accedí a mi bandeja de entrada, sentí que la sangre se me congelaba de pies a cabeza. Un correo con el asunto ¡¿ESTO QUÉ ES?! coronaba la lista con rabia contenida. En mi cabeza oí el grito de mi agente.

Asustado, pinché en el enlace que me mandaba sin más explicación y esperé a que se cargara, aunque el título del vídeo me echó a perder la sorpresa: «A las vacas tampoco les gusta Leo Serafin».

Correcto: era una grabación con mala calidad del revolcón que me había pegado por el suelo Gorda, la vaca. Genial. Cuatro mil visitas. Dos mil quinientos «Me gusta». En seis horas. Esto mejoraba por momentos, y todavía no había leído ni uno de los trescientos comentarios…

Cabreado, le di un puñetazo a la mesa.

—Leo, ¿qué haces? —preguntó Sophie de malhumor desde la habitación.

—Nada. No hago nada —respondí.

Apagué el ordenador y me quedé observando la pantalla negra, consciente de que no iba a pegar ojo en lo que quedaba de noche.

A la mierda todos mis planes. Estaba claro que aquí todo lo que me esperaba era una vida haciendo anuncios de yogures mientras la gente se reía de mí. Y no pensaba aguantarlo por más tiempo.

Solo quedaba la prueba de fuego. Cogí el colgante de Tonya que colgaba de la lámpara del escritorio y agité el dado entre las manos mientras preguntaba si debía ayudar a mi hermano. Después cerré los ojos y coloqué el dedo índice sobre una de sus caras al azar.

«Sí.»

¿Qué más razones necesitaba? Regresaría a Nueva York.